1 junio,2024 9:52 am

Publican libro sobre el gobernante maya Pakal y los trabajos previos al descubrimiento de su tumba

La autora, Laura Filloy, restauradora de la famosa máscara que formaba parte del ajuar del soberano, resalta que el hallazgo “trastocó los conocimientos sobre las costumbres funerarias de los mayas”

Ciudad de México, 1 de junio de 2024. La ciudad maya de Palenque, en Chiapas, ha producido fascinación durante más de dos siglos, pero causó un auténtico furor en 1952, cuando el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier descubrió el Templo de las Inscripciones, monumento funerario erigido a la memoria de K’inich Janaab’ Pakal, el más célebre de los gobernantes palencanos, como lo relata la restauradora Laura Filloy en el libro dedicado al dignatario.

“Palenque empieza muy temprano en el imaginario del mundo; es una ciudad referente desde hace varios siglos y el interés por desentrañar esos secretos de la ciudad tiene una continuidad que no presentan otros sitios”, contrasta en entrevista la autora de Pakal El Grande. Soberano maya de Palenque, libro publicado por el Fondo de Cultura Económica (FCE).

Filloy, restauradora de la máscara de mosaico que formaba parte del ajuar del soberano –constituido también por orejeras, anillos, pulseras, collares y adornos en jade verde de distintas tonalidades– reúne en esta obra los esfuerzos por despejar los enigmas previos al hallazgo de Pakal, y posteriores, en un recorrido que llega al siglo XXI.

Las excavaciones en el Templo de las Inscripciones del Proyecto Palenque (1949-1958) abarcan un capítulo completo, porque las contribuciones de Ruz Lhuillier transformaron el paradigma de la arqueología, enfatiza la cocuradora de las colecciones precolombinas de América en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York y quien dedicó su tesis doctoral al soberano maya.

“Ruz Lhuillier fue determinante en cambiar el paradigma de para qué servían las pirámides; tras ese descubrimiento se sabe por fin que estos grandes edificios son también recintos funerarios, porque antes no se sabía.

“No solo es un recinto funerario espectacular, sino que trastocó los conocimientos sobre las costumbres funerarias de los mayas. Y, después, la arqueología, la historia, la epigrafía, la lingüística, la antropología física, la restauración y otras disciplinas científicas han avanzado en estos años muchísimo; todo eso se conjunta en el libro para ir viendo cómo fueron sucediéndose, década a década, los avances que se tienen de nuestro conocimiento de la ciudad de Palenque”, puntualiza la también restauradora del escudo emplumado Chimalli. Los estudios palencanos continúan.

Interesada en la biografía cultural de los objetos, Filloy recabó información no solo bibliográfica y proveniente de los documentos que preserva el Archivo Técnico del Consejo de Arqueología del INAH –el cual concentra los trabajos e informes de campo de Ruz Lhuillier y de quienes le antecedieron y le sucedieron–, sino también del acervo de la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones.

“Eso también permite ver el impacto que tuvo en el mundo de los museos este descubrimiento. Y de ello nació mi interés por revisar la hemerografía y consultar periódicos, revistas y publicaciones de toda clase referentes al gran hallazgo de Ruz en el Templo de las Inscripciones.

“Entonces, este no solamente es un libro sobre un personaje histórico, sino sobre todo lo que acompaña la investigación y cómo en los últimos 70 años sabemos mucho más de la cotidianidad y de lo que sucedía en una urbe tan importante como Palenque en el año 600 de nuestra era”.

Así, el libro destina un capítulo dedicado al hombre que fue Pakal y lo que de él dicen sus restos, por ejemplo que correspondían a una persona mayor de 50 años, que medía 1.61 metros, que tenía el cráneo culturalmente modificado, las manos delicadas, y los pies acostumbrados a calzar sandalias.

También que llevó una vida sedentaria, sin carencias, que no se ejercitaba mucho ni realizaba grandes esfuerzos, que consumía una dieta blanda, combinación de proteína animal (codorniz, armadillo, jabalí, serpientes y peces, entre otros) y de maíz -–platillos de preparación más compleja que la acostumbrada por el resto de la población”– y que las piezas dentales que mantuvo no presentaban caries, entre otras cosas.

En otro capítulo, Filloy propone que los rostros de las dos cabezas de estuco que representan al soberano y su máscara funeraria fueron realizados en vida del personaje en distintas edades (adolescencia, plenitud y adulto mayor) “y elaborados no sólo con un realismo sorprendente, sino cuidando los más mínimos detalles para su descripción certera.

“Por ello pensamos que se trata de verdaderos retratos del más célebre de los reyes palencanos”.

El dignatario, acota, tenía los recursos suficientes para convocar a los mejores artistas en la corte, cuyo trabajo puede apreciarse hoy en el Museo Nacional de Antropología.

Texto: Yanireth Israde / Agencia Reforma