7 septiembre,2019 4:58 am

Que sólo los grillos canten

Andrés Juárez
 
Callen. Guarden silencio. Lloremos. Dejemos a los grillos –y a todos los cobrizos insectos que dejó pintados Francisco Toledo– frotar sus alas en un llanto eterno.
Hace unas horas murió Toledo. Nos quedamos un poco huérfanos. Nos quedamos desprotegidos porque ante cualquier embuste y embiste acudíamos a él, porque su solo nombre y su delgada presencia podía detener hasta camiones enteros enviados desde el poder para hacer avanzar sus megaproyectos. Recuérdese el ataque desde la Confederación de Trabajadores de México (CTM) por defender el cerro del Fortín. Esa misma CTM que ahora se conduele por la muerte del artista.
Los artistas oaxaqueños le deben mucho a Toledo. La difusión y la creación de espacios para que los artistas mexicanos creen e intercambien con creadores de todos los rincones del mundo, lanzaron a la generación de la ruptura y a sus herederos a otro nivel de presencia.
Oaxaca es el alma y el centro del arte, por lo que Toledo lidereó para todos. Sobre todo le debemos mucho aquellos que sentimos un poco de alivio con el arte; le debemos el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO), el Centro de las Artes de San Agustín (CaSA), la Casa de la Cultura de Juchitán, el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, la Biblioteca Jorge Luis Borges para invidentes, el Centro Cultural Santo Domingo, el Jardín Etnobotánico de Oaxaca, la Fonoteca Eduardo Mata, el Cine Club el Pochote, la Biblioteca Francisco de Burgoa, la Casa de las Matemáticas, entre otros. Además de becas, subvenciones de eventos.
Por oponerse al gobierno de Gabino Cué y su Centro de Convenciones, la Secretaría de Finanzas intervino la cuenta del IAGO y congeló 800 mil pesos. En respuesta, Francisco Toledo “vendió” el acervo de 125 mil obras al Instituto Nacional de Bellas Artes, por tan sólo un peso, para que perteneciera a todo el pueblo de México y en particular al pueblo de Oaxaca. De ese tamaño era la generosidad y la capacidad de ironía del maestro.
Toledo era escudo contra balas del capital.
Toledo era refugio y amparo contra el aplastante poder.
Toledo fue maestro de ambientalistas, con su frugalidad como bandera. (O)puso su cuerpo delgado contra la destrucción del cerro El Fortín; usó su voz y su pluma para defender al maíz nativo contra los transgénicos, a la milpa como baluarte de nuestro origen y diversidad; organizó a las vendedoras de tamales para protestar contra un McDonalds en el centro histórico de la capital Oaxaca; organizó a las tejateras contra un Starbucks; usó su poder de convocatoria para salvar el acervo biocultural en el Jardín Etnobotánico de Santo Domingo, sitio que defendió contra el adefesio de letrero que intentaba ser identidad gráfica; se puso como máscara el rostro del fotorreportero Rubén Espinosa asesinado por denunciar abusos de poder en Veracruz.
Toledo hizo papalotes y, como el niño que era, se puso a volarlos en el corredor turístico de Oaxaca para exigir el retorno de los 43 normalistas de Ayotzinapa; donó recursos para la reconstrucción del Istmo luego de los sismos de septiembre de 2017. Recientemente encabezó el pronunciamiento contra el Tren Maya y el corredor transístmico porque serán desastres ecológicos.
Hubo iniciativas que se le quedaron en el tintero. Reporta el profesor Benito Muñoz que, en 1996, Toledo encabezó una cruzada para salvar el río Atoyac. Pero es más fácil ordenar un batallón que a cinco municipios de Oaxaca y la partidización fue un gran obstáculo. De todos modos Toledo no se fue seco. En palabras del profesor Benito: Toledo pisó nuestro territorio, en su andar defendiendo al río Atoyac, pretendió reunir a las autoridades de los municipios que se encuentran en las márgenes, lamentablemente no tuvo eco. Luego, en ese mismo año, generosamente prestó parte de su obra plástica para montar una exposición, que fue exhibida en la casona ubicada en la esquina de la calle Doblado con avenida Juárez, bajo el auspicio de la Casa de la Cultura Huitztli, de Huixtepec. Porque siendo artista universal no había espacio local que él mismo considerara pequeño.
Toledo pudo haberse refugiado en Europa con su fama y su dinero como muchos de su talla, pero decidió quedarse a acabar el cuerpo en y por Oaxaca. Por eso lloramos, por eso lo sentimos como se le siente a un hermano mayor. Se va justo en el momento que más necesitábamos su resistencia, cuando será necesaria su voz para gritarle a los extraviados “¡por ahí no era!” el camino por el que votamos.
Nos queda tratar de seguir su ejemplo, dejar de sentir miedo a expresar la voz contra todo ruido.
Que la tierra te reciba, Toledo. Que esa tierra de tus lagarteras y tus tlacuaches te absorba y de ella broten, geminadas, las mil semillas que sembraste. Guardaremos silencio y dejaremos a tus grillos cantar, hasta que con alegría volvamos a romper y resignificar siguiendo tu ejemplo.