30 junio,2023 5:04 am

Querida Benita Galeana

LA POLÍTICA ES ASÍ

 

Ángel Aguirre Rivero

“Agarré la máquina y la compuse, ¿y qué pasó con ella?, esto era para mí, insólito, voy a hacer mi vida, me voy a confesar”.
Así narra Benita Galeana, en el documental Caminos de Libertad: Benita Galeana, el episodio en que decide evolucionar de activista de izquierda y precursora en la lucha de los derechos de los trabajadores, a escritora y narrar la áspera y compleja vida de una mujer nacida a inicios del siglo 20 en la Costa Grande de Guerrero, en San Jerónimo. Una mujer que se sobrepuso a la adversidad y triunfó.
“Tenía yo dos años cuando murió mi madre. Mi padre era un hombre muy rico, tenía muchas tierras. Al morir mi madre se dio a la borrachera. Era muy bueno. Me cuentan que a veces se llenaba las bolsas de la silla de montar con dinero, y se iba por el campo repartiendo monedas a los pobres. No sé cómo perdió su capital, el caso es que cuando yo tuve uso de razón, mi padre ya estaba pobre y se pasaba la vida en las cantinas, emborrachándose” (Benita, Benita Galeana, Biblioteca Clacso) .
No era una mujer adelantada a su época, Benita Galeana era una mujer de su tiempo, con la suficiente claridad de ideas y el suficiente carácter voluntarioso como para hacer lo más elemental de un ser humano: su derecho a elegir.
Por eso no me gusta la definición que hace Marta Lamas de Benita Galeana, al calificarla de ‘hombreriega’… “le gustaban los hombres”. He leído que Benita Galeana le fue fiel a todas sus parejas.
Y es que, si bien es cierto que a lo largo de su vida sostuvo diferentes relaciones amorosas, no es difícil comprender que para una mujer bella, pero analfabeta (aprendió a leer a los 29 años), le era difícil salir adelante sola en una sociedad machista de principios de siglo, llena de prejuicios y que le cerraba los espacios de crecimiento a las mujeres.
Este párrafo es descriptivo: “Su ingenuidad y su belleza atrajeron a hombres de todas las edades. Algunos la querían como esposa, otros como amante, y otros más la adoptaron como una hija” (Benita Galeana: Fragmentos de su vida y su tiempo, Daniela Spenser, página 153).
Benita Galeana es autora de tres libros: Benita, El Peso Mocho y Actos vividos. Y si bien no era una virtuosa de las letras, el valor de su legado es el testimonio de un país que evolucionaba, desde la perspectiva de una mujer de izquierda, que emergió de las entrañas del México rural, que emigró a la capital para construirse a sí misma en las condiciones que la vida le fijó.
Por eso tiene un gran valor la negativa de Benita Galeana a la dirigencia del Partido Comunista en el cual militaba, que le sugerían censurar la etapa en que, para sobrevivir, trabajaba en las cantinas de la Ciudad de México.
Mujer de férreo e inquebrantable carácter, a Benita Galeana nunca la doblegó ser una asidua huésped de las cárceles, en las que habría sido recluida hasta en 58 ocasiones, dicen que la cárcel era su segunda casa. Era la época de la persecución política que ejerció el régimen en contra de la disidencia comunista.
Para una mujer que convivió con José Revueltas, León Trostsky, David Alfaro Siqueiros, Valentín Campa; que fue recibida por Fidel Castro y Manuel Antonio Noriega, que acompañó a Cuauhtémoc Cárdenas y se solidarizó con el EZLN, no le fue complicado rechazar la pensión que le ofreció el entonces gobernador José Francisco Ruiz Massieu. Ella lo explica así: “me habló el gobernador y me dice: –señora Galeana, una pensión para usted… Parece que me dieron en el corazón, dije: –no quiero la pensión, solamente lo único que yo tengo son lentejas, frijoles y arroz, y por favor no”.
Otro episodio que la describe es el siguiente: “Benita Galeana, siempre dispuesta a cometer actos audaces, aprovechó el desfile del Primero de Mayo en el campo militar para acercarse al carro presidencial: “que me aviento al carro, me le pego y lo paro. Me agarré de la ventanilla así, de la de atrás. El chofer me golpeó pero no me aflojó. Entonces me pesqué a Alemán por la corbata, se le sumió la manzanita porque me lo pesqué, pero bien pescado”. Benita Galeana le exigió al presidente que dejara salir a los presos (Benita Galeana, Actos vividos).
Benita nunca se asumió como feminista, aunque lo fue. Es más, decía que le chocaba ese movimiento al que identificaba como “burgués”.
Bien dice el dicho que nadie es profeta en su tierra, A Benita Galeana no le hemos dado en Guerrero el reconocimiento que merece, pero ni falta que le hace. Los documentales que se han hecho sobre ella, la novela radiofónica de su vida que le dedica Radio Educación y la casa museo en la delegación Benito Juárez, mantienen vivo el aporte de una mujer guerrerense excepcional.

Del anecdotario

Con Fernando Torres Escuen, El Mac, nos conocimos al inicio de la carrera en la Facultad de Economía en la UNAM, nos hicimos entrañables amigos y un día desapareció sin que haya vuelto a saber de él en muchos años.
De melena larga, barba recortada, enjuto, el famoso Mac se había convertido en todo un personaje en nuestra escuela. Por aquellos años yo no tenía auto y en alguna ocasión me ofreció un raid (aventón) y resultó que éramos casi vecinos, pues ambos vivíamos en la colonia Villa de Cortés.
A partir de ahí nos hicimos grandes amigos, casi siempre pasaba por mí, y al conocer más de nuestras vidas, me confió que su padre era de Pinotepa Nacional, Oaxaca, y su nombre era Atenógenes Aguirre. Le pregunté por qué no llevaba el apellido Aguirre, y muy molesto me dijo que porque su progenitor era un irresponsable que nunca había visto por él ni por su hermano Jaime, quien era un hombre exitoso y trabajaba en la Secretaría de Hacienda. Nunca volvimos a tocar el tema.
Poco a poco se fue integrando al núcleo de amigos de la Costa Chica, y un día lo invité a que visitara mi tierra, Ometepec, lo que aceptó gustoso; nos hospedamos en la casa y el Mac me expresó su alegría de encontrarse en mi pueblo.
Mi madre preocupada, me dice un día:
–Oye hijo, tu amigo Fernando es muy raro…
—¿Por qué madrecita? –le contesté.
—Es que no quiere comer nada de lo que le ofrecemos, todos los días lo único que come es papaya y coco, papaya y coco…
—¡Ahhh!, no te preocupes, él es así, le dije.
En otra ocasión en que llevábamos serenata a nuestras novias, se molestó mucho con nosotros, nos dijo que estábamos desfasados, que eso ya no existía en estos tiempos, que en todo caso lo hiciéramos, pero con guitarras eléctricas.
Era genial. A Jesús Chuy Velázquez, quien siempre ha sido un gran intérprete de las canciones románticas, lo bautizó con el nombre de Chuy Serenata.
A mi esposa Laura del Rocío, entonces mi novia, le llamaba mucha la atención la manera de comportarse del famoso Mac, por su forma de vestir, su lenguaje atípico, su cabellera, etcétera… Pero en el fondo era un ser humano con una nobleza excepcional.
Siendo diputado federal y coordinador de algunos estados del país del Partido Revolucionario Institucional (PRI), llegué hasta mi oficina y encontré un cassette con una tarjeta que a la letra decía:
“Querido pariente: te dejo el mejor disco que se haya grabado de música afrocubana. Tu amigo: Fernando Torres Escuen El Mac.
Se trataba del álbum Cuba-África de Eliades Ochoa, y su cuarteto Patria (https://n9.cl/zfocs ). Efectivamente una joya musical.
Desde entonces no he sabido nada de mi querido Mac. Te extraño mucho amigo.
La vida es así…