10 diciembre,2017 6:56 am

RAZONES VERDES

Eugenio Fernández Vázquez.

 

Ante el fracaso, nuevos caminos

 Las preguntas son tan viejas como los gobiernos, y ninguna tiene respuesta fácil. ¿Se logra más desde dentro o desde fuera del aparato de poder? ¿Hasta dónde es negociar y hasta dónde es rendirse? En el mundo ambiental mexicano, o al menos entre las grandes organizaciones no gubernamentales, la respuesta ha sido –hasta ahora– que la negociación siempre vale la pena y que nunca hay que molestar al poder. En vista de la deplorable situación ambiental en el país, ha llegado el momento de plantear estas preguntas de nuevo, y de construir nuevas respuestas.

Hay dos elementos que hacen muy complicada esta tarea. Por un lado, el medio ambiente es exactamente eso: el entorno en el que nos movemos, y las amenazas a él, por tanto, están en todas partes y en todas nuestras actividades. La lucha por la conservación es la lucha por el agua, el aire, la tierra, por todos los elementos que constituyen el planeta y por todas las formas de vida que los habitan, y que se mantienen en un frágil equilibrio entre sí. Esto hace de la conservación una tarea titánica.

Por el otro lado, la defensa del medio ambiente es una tarea urgente. La degradación ambiental está plagada de puntos de no retorno, de pérdidas irreparables. Devolver a un animal de la extinción es todavía imposible, como lo es reverdecer un entorno que cayó víctima de la desertificación. Evitar la extinción de una especie en peligro, como frenar la expansión de los desiertos, son por eso carreras contra el tiempo.

La urgencia y la complejidad de la tarea abren y cierran un montón de posibilidades contradictorias. Hacen que establecer pequeños reductos, apostar por pequeños proyectos que se pueden controlar, parezca la única salida posible. Al mismo tiempo, ponen de manifiesto que no hay más remedio que cambiar las políticas públicas y privadas a muy grande escala.

La forma en que gran parte de la sociedad civil ha tratado de realizar esta segunda tarea ha llevado a un callejón sin salida. Por una parte, muchos técnicos e integrantes de organizaciones no gubernamentales han abierto una puerta giratoria con gobiernos de los tres órdenes. Cuando están dentro del aparato de poder, esperan apoyo de sus colegas en la sociedad civil, y a cambio ofrecen intentar cambiar algunas cosas. Cuando están fuera de él, pretenden usar las relaciones construidas para impulsar una agenda que, por lo general, se hace muy reducida.

Por otra parte, el desdén por el medio ambiente de los gobiernos de todos los niveles es tan patente y tan dañino, que muchos alegan que si se rompe el diálogo con ellos o se maltrata a los aliados en su interior, si se cierran las pocas puertas abiertas a la interlocución, el desastre que vivimos sólo podrá ir a peor. Por ello, muchas organizaciones han optado por callar sus denuncias o esconder sus análisis, no vaya siendo que les den un portazo.

Esta negociación desde dentro y desde fuera de los gobiernos ha hecho que no se exija nada a los gobiernos y, más bien, se les ofrezcan mecanismos para aparecer como ambientalistas sin serlo. Los pactos que han firmado los gobiernos de Campeche o de Chiapas con grandes organizaciones de la sociedad civil dan cuenta de eso.

Al día de hoy, a más de 20 años de establecida la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, a un cuarto de siglo de la Cumbre de Río, el medio ambiente no sólo no ha dejado de degradarse, sino que la velocidad de la degradación acelera. Es cierto que hay conquistas importantes, pero el balance general sigue siendo negativo. Seguimos perdiendo.

Quienes trataron de hacer lo posible, de negociar en voz baja, de no hacer enojar a quien está en el cargo, tuvieron su momento y fracasaron. Es hora de intentar otros caminos. Es hora de alzar la voz, plantarse frente al poder y hacer exigencias claras. Los más vulnerables lo hacen, y las organizaciones más locales y más pequeñas se enfrentan por igual a narcos, mineras y autoridades. Es momento de que las grandes organizaciones imiten su valentía y su honestidad.