21 enero,2023 11:18 am

Recuerda la guerrerense Irma Palacios imágenes de su infancia, a propósito de la exposición “Lino papel”

 

Ciudad de México, 21 de enero de 2023. La pintora Irma Palacios acostumbraba, cuando era niña, mirar la luz del sol filtrarse entre el follaje de los platanares en su natal Iguala, en Guerrero. Bajo el verdor corrían las horas mientras ella imaginaba formas sugeridas por aquellos fulgores caleidoscópicos.

La infancia y la exuberancia del trópico están lejos ahora, pero la artista plástica, arraigada en Tlalpan, en la Ciudad de México, mantiene intacta su fascinación por observar e imaginar formas que luego traslada a las telas.

“Es un privilegio ser niño en el campo. Me encantaba ver y ver. Ahora me puedo quedar en un lugar sólo viendo pasar a la gente, observándola”, cuenta en entrevista la pintora abstracta, galardonada recientemente con la Medalla de Oro de Bellas Artes, el máximo reconocimiento que otorga a los creadores el INBAL.

–¿Qué le gusta observar de la gente?

–Hasta puedo adivinar cómo son sus vidas, casi.

–¿Por su manera de caminar?

–Y por su manera de ver, o por las arrugas que se le hacen a uno. Mi mamá me decía: “¡No te rías, te vas a arrugar! ¡Ay, mamá”, le respondía!, “¿¡Cómo me prohíbes reír?!”.

Un día fui con ella a Europa y nos sentamos en un parque, y le dije: “Nada más vamos a ver”. La gente que nos reconocía mexicanas nos saludaba con los “buenos días”, y mamá respondía: “Son tardes”. Me divertí tanto con ella, porque era muy espontánea y no le importaba con quién estaba hablando. A lo mejor soy un poquito –no mucho– como ella.

Cuando Iguala y el derroche de verdor quedaron atrás para instalarse, aún niña, en un internado capitalino de Tlalpan, proliferaron los dibujos, que trazaba Palacios triste, porque añoraba a su hermano y a sus padres, ya divorciados.

“Me ponía a copiar las imágenes (que ilustraban las palabras) de mi diccionario Larousse, y allí empecé a dibujar, solita, sin maestro ni nada”, cuenta.

Creció sin soltar el lápiz, dispuesto siempre al trazo, y cuando trabajaba en un banco, treintañera, decidió que sería pintora y estudió en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda.

Su madre, en un principio, se ofuscó, porque pensó que no ganaría ni para comer, mientras en el banco tenía un futuro que se advertía promisorio.

Pero intentó tranquilizarla, recuerda la artista durante la entrevista, realizada en la sede de la Galería Acapulco 62, en la colonia Santa María la Ribera, que actualmente exhibe su obra más reciente en la exposición titulada Lino papel.

“‘Los artistas no venden’, le dije, ‘son las galerías. Yo lo único que voy a tratar de hacer es lo que entiendo que es el arte’. Y el arte casi es para mí, no casi: una religión. Es dedicar cuerpo y alma.

“A esa edad uno decide qué quiere hacer: o se casa y se llena de niños o elige otro camino”, evoca Palacios, quien formó una familia con el también pintor Francisco Castro Leñero –Paco, para ella–, fallecido el pasado 24 de octubre, y quien todavía fue testigo de la obras que ahora exhibe.

Texto: Yanireth Israde / Agencia Reforma