6 mayo,2021 9:55 am

Reeditan “Diario del dolor”, escrito en el que la narradora María Luisa Puga relata su enfermedad

 

Ciudad de México, 6 de mayo de 2021. La escritora mexicana María Luisa Puga (1944-2004) convirtió el dolor en un personaje al que interpela para conocerlo desde una lucidez que la enfermedad no mengua.

La escritora criada en Acapulco “se reconoce mortal, porque aunque todas las personas sabemos que vamos a morir, en realidad nunca estamos haciendo una disertación de nuestra propia vida como ella, sumamente filosófica: logra hacer ese traspaso de (solamente decir) ‘estoy aquí, enferma’, a decir: ‘Estoy aquí enferma y algún día seré un libro’”, destaca la narradora Brenda Navarro en entrevista.

Se refiere a Diario del dolor, escrito por la ganadora del Premio Xavier Villaurrutia 1983, tras haber sido diagnosticada en 2001 con artritis reumatoide. En 2004, el mismo año de su muerte, publicó la obra, compuesta por 100 fragmentos narrados en primera persona –y la ineludiblemente compañía del dolor–, y que ahora recupera la Dirección de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM en su colección Vindictas, con prólogo de Navarro.

Incluso, añade la prologuista, Puga se ríe de ella misma cuando le reclama al dolor por aparecer en momentos inapropiados, al dirigirse, por ejemplo, a un encuentro literario en Monterrey.

“Y ella le dice algo como: ‘Y ahí estás tú. Me persigues tanto’, pero nunca lo dice doliéndose o haciendo que el personaje del dolor se apodere de ella intelectualmente. Creo que eso es muy importante para las nuevas lectoras de María Luisa Puga: entender que aunque un dolor corporal te va a llevar a la finitud de tu vida, siempre hay una nueva forma de afrontar ese conocimiento que te da el reconocerte mortal”, destaca Navarro.

Al hacer una narrativa de su dolor, Puga exhibe también el sistema de salud, la relación con los médicos, con la pareja, con los objetos, incluso, en una travesía vital en la que resuena la actual pandemia por la enfermedad de Covid-19.

“Cuando iba leyendo a María Luisa, especialmente cuando se enfrenta a los médicos que la infantilizan –y además la estaba leyendo durante la pandemia–, pensaba en la claridad que tiene para exponer lo que hace un sistema de salud totalmente rebasado en todos los sentidos, en su propio concepto como sistema de salud, sin despotricar contra éste, y eso me gusta mucho de Puga, que pone ciertos puntos en las íes sin que se sienta forzado o panfletario.

“Afortunadamente en los espacios públicos cada vez se cuestiona más el sistema no sólo de salud, sino en el que estamos viviendo, que no es nada favorecedor para la vida misma”, reflexiona Navarro.

Considera que esta obra de Puga se convertirá en un clásico mexicano, pues trasciende el mero testimonio de una mujer que padece.

“Es un testimonio literario que pone sobre la mesa los verdaderos males que aquejan a México: esta insensibilidad ante una persona enferma, esta falta de cuidados del sistema médico, esta falta de comprensión de la familia y esta falta de aceptación hacia la propia muerte”.

Puga, contrasta Navarro, prefiere intelectualizar el dolor, conversar con él, en lugar de limitarse a relatar la experiencia meramente corporal.

“Esta parte, digamos, puramente privada, corporal, que no nos cuenta detalladamente y que se lleva con ella, creo que se lo guarda porque no quiere –es mi idea– que la recordemos como una mujer débil, víctima, quejosa. Quiere que la recordemos con esa lucidez con la que ella estuvo trabajando a lo largo de su vida. Y yo creo que eso no sólo es válido, sino necesario, porque vivimos en un siglo en el que tenemos que recordarnos así, como personas que querríamos trascender la humanidad, no en tanto héroes y heroínas, sino en tanto, ojalá, de que lo que estemos haciendo ahora sirva para algo en el futuro.

“Ojalá, el estar encerrados… ojalá, al reconocernos como seres políticos, reconocer que las estructuras en las que vivimos no nos están funcionando, suceda que nos estemos moviendo hacia adelante en pos no sé si de una mejor humanidad, pero sí de un mundo menos atrofiado”, reflexiona Navarro.

Diario del dolor ya se encuentra en librerías, es parte de una serie editorial de la UNAM que busca reivindicar libros trascendentales de mujeres que quedaron relegadas por el canon.

Texto: Yanireth Israde / Agencia Reforma