24 octubre,2023 1:28 pm

Representarán a México en la Bienal de Venecia con temas como el arraigo y el desplazamiento

 

Ciudad de México, 24 de octubre de 2023. Temas como el arraigo y el desplazamiento asoman en la videoinstalación Nos marchábamos, regresábamos siempre.

Proyecto del artista visual Erick Meyenberg (Ciudad de México, 1980) que, bajo la curaduría de Tania Ragasol (Ciudad de México, 1972), echa mano de la mesa como un espacio de convivencia, de bienvenidas y despedidas, y que representará a México en la 60 Bienal de Arte de Venecia, a realizarse en 2024.

“Lo que saca a flote la pieza es una convivencia profundamente humana donde aparecen muchos afectos, desde el amor, la tristeza, la despedida.

“Muchos gestos básicos se vuelven rasgos primitivos humanos; primitivos en el sentido de que son inmediatos y comunes”, explica Meyenberg en videoentrevista conjunta con Ragasol.

De acuerdo con la convocatoria emitida, los proyectos curatoriales postulados para elegir el Pabellón de México en el encuentro veneciano debían ser acordes al tema general de la bienal, “Extranjeros por todas partes”, planteada por el curador brasileño Adriano Pedrosa: “Vayas donde vayas y estés donde estés, siempre te encontrarás con extranjeros: Ellos/nosotros estamos en todas partes”.

El jurado que seleccionó la propuesta de Meyenberg y Ragasol destacó la conceptualidad teórica y artística de la dupla en su primera colaboración juntos, por su “reflexión sobre el asilo migratorio que es parte de la historia de México”, una nación reconocida por “abrir sus puertas a refugiados que salieron de sus países de origen por cuestiones políticas, sociales o económicas”.

Los orígenes de la curadora y el artista visual son un ejemplo de esa inmigración de familias enteras a México; en el caso de Ragasol, con el exilio español de la Guerra Civil (1936-1939), y, por parte de Meyenberg, desde Alemania y Líbano en el siglo 19 y los albores del 20.

“Me parece una propuesta maravillosa de Adriano Pedrosa justo para un momento como el que estamos viviendo como humanidad: es reconocer que estamos hechos de una mezcla y que tenemos que convivir con gentes de culturas distintas”, recalca Meyenberg.

La videoinstalación toma por título una cita de El amante, novela de Marguerite Duras, elegida por el artista visual por referir al tiempo, uno de los motores del proyecto, y a la noción del eterno retorno. Una imagen de lo infinito.

“Nos marchábamos, regresábamos siempre con la sensación de haber atravesado una especie de pesadilla blanca, de regresar, de haber pasado unas horas en casa de desconocidos, en presencia de invitados que estaban en el mismo caso, e igualmente desconocidos, de haber vivido un instante sin mañana alguno, sin motivación alguna ni humana ni de otra índole.

“Era como haber atravesado una tercera frontera, haber hecho un viaje en tren, haber esperado en las salas de espera de médicos, en hoteles, en aeropuertos”, escribió Duras.

La idea de marcharse y regresar siempre no se cierra a las personas de un mismo grupo y se encuentran en un mismo espacio, sino que se abre a lo universal.

“Es dejar tendida esa mesa para todos los migrantes que estén por venir sin importar de qué nacionalidad o lugar, siempre sabiendo que ese espacio se tiene que dejar abierto para la convivencia, para lo comunitario, para compartir”, enfatiza Meyenberg.

“Es una imagen poética que nos motivó muchísimo: que seas quien seas, siempre puedas tener la posibilidad de tener una mesa dispuesta para ti”.

Por una cláusula de confidencialidad en la convocatoria, Ragasol y Meyenberg están impedidos de contar a detalle sobre la videoinstalación que se mostrará en la bienal, el encuentro de arte de mayor prestigio en el mundo, que tendrá lugar del 20 de abril al 24 de noviembre de 2024.

Lo que sí pueden compartir es que se trata de imágenes inéditas grabadas por el artista en 2018 con una familia libanesa, una historia de migración exitosa, con la que tenía lazos personales y con quienes sintió una identificación completa debido a una carencia personal.

Los abuelos libaneses de Meyenberg decidieron no enseñar el árabe a sus hijos y, por consecuencia, los nietos nunca lo aprendieron, a pesar de las súplicas al abuelo. Como también cortaron de tajo con la familia y su historia.

“De lo que uno no puede escapar es principalmente de la comida y de la música, entonces cuando encuentro esta familia y veo que comparten todo eso de esta cultura libanesa que yo quería también compartir con mi familia, encuentro una motivación muy grande para hacer esta afirmación”, agrega el artista.

Había en él una necesidad afectiva que lo llevó a desenterrar aquel material y empezar a clasificarlo en carpetas, una labor que le hizo recordar imágenes que había olvidado y le removió emociones.

Coincidió con la emisión de la convocatoria para la bienal, que dejó pasar una primera vez, pero cuando llegó a sus manos de nueva cuenta y reparó en su statement (“Extranjeros por todas partes”), quedó sorprendido por la coincidencia. Supo que era el momento.

Se produjo entonces el reencuentro con Ragasol; se conocían desde hace tiempo, pero nunca habían trabajado juntos.

“Erick encontró la manera de seguir trabajando algo que tenía y quería trabajar, pero todavía no encontraba exactamente la manera por dónde, y yo tuve el lujo de ser el interlocutor para este proyecto y terminar de aterrizar conceptualmente juntos, pero sabemos que de no haber sido seleccionado hubiéramos seguido caminando”, dice Ragasol, quien forma parte de Oficina Particular, cooperativa de profesionales de arte contemporáneo.

La curadora y gestora independiente recalca la convivencia de tres distintas temporalidades en la videoinstalación que llevarán a Venecia: el pasado, al retomar aquellas imágenes inéditas grabadas; el presente, con los espectadores, y el futuro, con la posibilidad del encuentro o la despedida.

“Tiene que ver mucho con la migración; las migraciones no siempre son en un solo sentido. México es un país clarísimo para imaginarse este infinito: irse pero regresar, siempre buscar tu lugar en el mundo”, amplía la curadora.

A partir del ambiente generado por la videoinstalación se entenderá que ni la pieza ni su lectura son estáticas. Desde el título, advierte Ragasol, Nos marchábamos y regresábamos siempre, hay una cualidad de movimiento y coreografía en el que, aún y cuando se pudiera imaginar una mesa estática, los encuentros a su alrededor pueden suceder en muy distintos lugares.

“A veces regresamos sobre nuestros propios pasos como seres humanos y volvemos a los orígenes, pero luego nos alejamos y en el camino nos vamos pegando de otras cosas también; regresas siempre de cualquier manera, pero regresas distinto”, abunda Ragasol, quien ha colaborado con museos como el Carrillo Gil, Tamayo y de Arte Moderno, y en proyectos como inSite_05, el Año Dual UKMX 2015 y Zona Maco.

Restan seis meses para la fecha inaugural de la bienal, el 20 de abril.

Sin revelar detalles, la curadora y el artista visual aseguran estar ya trabajando con el equipo del INBAL y la Secretaría de Cultura para adecuar los requerimientos técnicos y de producción.

La convocatoria establece el 1 de abril como fecha límite para concluir el montaje del Pabellón de México, en El Arsenal, uno de los inmuebles más icónicos de Venecia, con un máximo de 4 millones de pesos de presupuesto para la producción de la pieza.

Es un tiempo justo pero suficiente, dice Meyenberg. A su favor juega que desde que entregaron la propuesta se pusieron a trabajar en el proyecto pensando en que si el fallo los favorecía tendrían ya todo encarrilado.

Se trata pues, coincide Ragasol, en seguir el plan ya estructurado.

“Ha sido una unión de azares afortunados”, sentencia Meyenberg.

 

Del estudio a la caótica realidad

La realidad se ha convertido en el estudio de Erick Meyenberg.

Sobre todo a partir de la videoinstalación La rueda no se parece a una pierna (2016), proyecto comisionado por inSite/Casa Gallina a través del curador Osvaldo Sánchez.

“La realidad se volvía mi lugar de estudio; me aterró, debo confesarlo.

“Fue un reto grandísimo pero al mismo tiempo encontré algo que buscaba desde hace mucho tiempo con el trabajo de estudio: enfrentarme al caos y tratar de darle un orden, y qué más caótico que el ser humano con todo lo errático que puede ser con las emociones, la carga histórica y los fantasmas de la historia”, explica.

Trabajó con una banda de guerra de adolescentes del Colegio Hispanoamericano en Santa María la Ribera, a la que sus integrantes se unían de manera voluntaria por una cuestión identitaria y de generar grupo y familia “dentro del gran caos de la adolescencia”.

Comisionado por la Bienal de las Américas, trabajó en 2015 con estudiantes del programa militarizado JROTC (Junior Reserve Officer Training Corps), en su mayoría latinos, para un performance en los suburbios contiguos al aeropuerto de Denver.

“Aborda el tema de cómo jóvenes migrantes, en su mayoría latinos, utilizan al Ejército como una estrategia de supervivencia para lograr una inserción social”, según la descripción del proyecto.

“El Ejército era ese único lugar que tenían para generar una identidad; preferían dejar sus vidas al Ejército norteamericano y poder ser una persona reconocida y respetada en un ambiente tan hostil”, dice.

Meyenberg asegura que todos los temas de su obra obedecen a una “conexión directa, personal e inmediata”.

Su obra está en instituciones como el MUAC, los museos Tamayo y el Amparo, la Fundación Telefónica de México y la Fundación Benetton, esta última con sede en Italia.

 

Texto y foto: Agencia Reforma