6 agosto,2023 8:51 am

Retorna el espíritu de José Limón a Bellas Artes

 

Ciudad de México, 6 de agosto de 2023. El bailarín y coreógrafo José Limón reconocía dentro de sí mismo a cinco arquetipos distintos: “indio, conquistador, peón, caballo, revolucionario”.

Estas identidades múltiples, pero complementarias, que confluyeron dentro de una de las figuras más emblemáticas de la danza del siglo 20, volvieron a plantar los pies en el escenario del Palacio de Bellas Artes, como una suerte de bienvenida a casa.

Este sábado, la Limón Dance Company, el perdurable legado del coreógrafo que le da nombre, celebró 77 años de existencia con una gala en el recinto capitalino.

Se trató, al juzgar por el lleno total y el palpable entusiasmo del público, de un regreso triunfal para Limón (1908-1972), el artista nacido en Culiacán que conquistó el mundo entero como uno de los pioneros de la danza moderna.

Actualmente bajo la dirección artística de Dante Puleio, la agrupación afincada en Nueva York presentó un programa de tres piezas que rindió honor a su historia.

La obra Danzas mexicanas (1939), una de las primeras coreografías que Limón creó sobre sí mismo, fue la encargada de abrir la velada, como un retrato del artista que, a la edad de 7 años, se mudó con su familia a California.

Esta pieza, que durante mucho tiempo estuvo perdida, fue reconstruida por la compañía y consta de cinco solos que representan las identidades de Limón.

“La confrontación de la sangre. La cultura europea y la de los indios americanos, que resultó en siglos de conflicto incesante sin resolver, se ha resuelto dentro de mí en una comprensión y aceptación”, según dijo él mismo sobre su creación.

Uno a uno, los bailarines que representaron al indio, el conquistador, el peón y el caballo ocuparon el escenario, hasta llegar al revolucionario, un intérprete con cananas que culminó de rodillas en el suelo y haciendo con sus brazos una “X”, como un símbolo del México que vivió siempre dentro del coreógrafo.

Artífice de una de las técnicas de danza y de creación coreográfica que definieron los inicios del siglo pasado, Limón viajó en 1928 a Nueva York, para asistir a la escuela de Doris Humphrey y Charles Weidman.

Por ello, la Limón Dance Company, fundada en esa ciudad en 1946, tuvo como primera directora a Humphrey, figura que fue recordada en la segunda pieza del programa: Suite de ofrenda coreográfica (1964).

“Una ofrenda coreográfica es un monumento creado por un artista que nunca olvidó la deuda con su maestra”, definió una explicación introductoria al inicio de la pieza.

Con música de Risa Steinberg y Johann Sebastian Bach, este homenaje convoca a los 12 bailarines de la compañía, quienes hilan variaciones, paráfrasis y motivos de las danzas de Humphrey, en un amoroso recordatorio creado por José Limón a la muerte de su maestra.

Otro hito dentro de la gala fue la presentación de Madre migrante (2022), obra de Raúl Tamez que lo convirtió en el único coreógrafo mexicano, después de Limón, con una pieza en el repertorio de la compañía.

De acuerdo con el programa de mano de la gala, esta nueva creación es una respuesta a Tonantzintla (1951), la pieza con la que Limón mostró su asombro por el suntuoso barroco de la iglesia de Santa María Tonantzintla, en Puebla.

Una proyección del retablo del templo, que muestra el sincretismo entre la cosmogonía indígena y la iconografía católica, formó parte de uno de los cuadros de la pieza de Tamez.

En su nueva obra, no obstante, lo que se muestra es la complicada relación entre México y Estados Unidos, vista a través de los migrantes que luchan por cruzar la frontera entre ambos países.

Al compás del tradicional canto cardenche “Yo ya me voy a morir a los desiertos”, los bailarines, ataviados como migrantes, cruzan el paisaje árido, afligidos como espectros en pena.

Como parte de la conmemoración del bicentenario de la relación diplomática México-Estados Unidos, el programa entero fue una reflexión sobre las identidades múltiples de José Limón, un coreógrafo fronterizo y migrante.

Arropados por el público de Bellas Artes, que los ovacionó de pie, los bailarines de la Limón Dance Company se despidieron poniéndose boca abajo y “abrazando” el escenario del recinto del Centro Histórico.

Con ello quedó sellado el regreso triunfante de José Limón a la tierra en la que nació y donde, como quedó abundantemente claro, todavía se le recuerda con admiración.

 

Texto y foto: Agencia Reforma