14 diciembre,2019 4:21 am

Rosendo Radilla dejó un legado musical que ahora es rescatado por jóvenes compositores

Al cumplirse 45 años de la desaparición forzada de Rosendo Radilla y en el décimo aniversario de la sentencia emitida por la Coidh, su familia sigue esperando que se haga justicia. En tanto, la herencia musical del líder social guerrerense cobra nueva vida a través de jóvenes artistas que se han dedicado a reinterpretar sus corridos

Ciudad de México, 14 de diciembre de 2019. Un hombre pregunta a los militares que han detenido y cateado la unidad de la línea Flecha Roja en que viaja con su hijo de 11 años: “¿Acaso eso es delito?”. Tiene sesenta años, viste una guayabera lila y pantalón beige. Su cara es ovalada, de rasgos finos.

El autobús ha salido hace pocos minutos de Atoyac de Álvarez rumbo a Chilpancingo, pero el hombre que pregunta nunca llegará a la capital del estado. Es 25 de agosto de 1974, Guerrero está en llamas y, sí, los soldados le confirman: componer canciones ahora es un delito.

Aquello de la trova era un pasatiempo muy querido por Rosendo Radilla. A 45 años de su desaparición y a un década de la sentencia emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Coidh) en contra del Estado mexicano, responsable de la desaparición forzada del líder comunitario de Atoyac, la familia Radilla desearía un final distinto para este 2019.

Conocer su paradero habría representado un avance efectivo en las investigaciones. Sin embargo, a la fecha no hay una pista que indique en dónde está Rosendo ni ninguna de las otras personas que fueron desaparecidas junto con él.

Campesino, ganadero y agricultor dedicado al cultivo de café, Radilla fue también presidente municipal de Atoyac en la primera mitad de la década de los cincuenta del siglo pasado. Conforme la situación política y social de Guerrero tomaba el camino de la represión, la indignación de Rosendo crecía. La música fue una de las herramientas que adoptó para denunciar las injusticias que veía a su alrededor y narrar las andanzas de los guerrilleros Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, con quienes simpatizaba.

En el corrido 18 de mayo, Rosendo relató la matanza ocurrida ese día de 1967 en Atoyac, que determinó el inicio del movimiento guerrillero en la región. La masacre que las fuerzas judiciales perpetraron en contra de un grupo de padres y madres de familia que se manifestaban para exigir mejoras en la educación es retratada con atención en los detalles: la letra menciona nombres y apellidos de las personas asesinadas aquel día y reivindica su memoria.

Al gobernador de la época dedica una rima sin rodeos: “Señor Abarca Alarcón, la ley con buen juez castiga, lo que le hiciste a Guerrero lo pagarás con tu vida”.

Música que atraviesa generaciones

Frente a dos micrófonos, uno a espaldas del otro, José Pablo Coarasa e Isa Flores se toman unos segundos para sincronizarse. El carraspeo de una vieja radio da inicio a su actuación: dos minutos intensos en donde música y arte teatral transportan al público hasta el año 1967… pero a ritmo de rap.

Las rimas del corrido 18 de mayo fluyen con furia, el tono de la voz sube y se vuelve casi un grito cuando la canción narra la insurgencia que nació tras la masacre de Atoyac.

La versión rapeada del corrido 18 de mayo cimbra la sala Digna Ochoa de la sede de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México. Es el 26 de noviembre de 2019 y el performance celebra el cierre de una larga mañana dedicada a conmemorar los 45 años de la desaparición forzada de Rosendo Radilla y el décimo aniversario de la sentencia de la CoIDH al respecto.

Los dos jóvenes artistas que ocupan el escenario son finalistas del concurso de reinterpretación de los corridos del exalcalde de Atoyac, organizado por la Comisión Mexicana para la Defensa y Protección de los Derechos Humanos (CMDPDH).

Cheché –nombre artístico deJosé Pablo Coarasa– es rapero y cursó la carrera de teatro en la Universidad de Xalapa, Veracruz, ciudad de donde es originario. Para participar en el concurso decidió transformar el corrido de Radilla en un rap, género musical que ha servido a la población afroamericana de Estados Unidos para contar sus historias de vida cotidiana y darles dignidad.

Según Chuck D, de la banda estadunidense Public Enemy, los raperos despachan información y la música rap es el canal televisivo invisible que la comunidad negra de EU nunca tuvo. “Creo que el rap es eso y que los corridos también lo eran: denunciaban lo que sucedía, sin censura”, enfatiza el músico veracruzano de 27 años, en entrevista con El Sur.

“Contaban lo que los medios no decían, sobre todo en esa época de la mal llamada Guerra Sucia, un momento en que los medios encubrieron todo: nunca hablaron de los asesinatos, nunca dijeron nada”.

Cheché no conocía el caso Radilla, pero eso no le impidió apasionarse con la historia del guerrerense cuando se enteró del concurso. En la página web donde la CMDPDH difundió la convocatoria conoció las letras y escuchó por primera vez las grabaciones de los corridos originales, además de aprender sobre la detención ilegal de Rosendo y la batalla que su familia emprendió hace más de cuatro décadas para obtener justicia. 

“Escogí la canción del 18 de mayo porque contiene mucho material histórico y narrativo. Me gusta mucho el proceso de interpretación y readaptación: las buenas obras musicales son las que pueden ser universales en cualquier momento y cualquier espacio”, explica Cheché.

Cantar corridos para forjar memoria

Género musical hijo de la cultura popular, el corrido tiene como función primaria la de propagar acontecimientos históricos importantes. Su estructura rimada permite memorizar con facilidad los versos y, a la vez, le da una carga tan irónica como dramática al contenido narrado.

Como en las composiciones de Radilla, los corridos cuentan aquella historia que no cabe en los relatos oficiales. Se dirigen a una comunidad cercana, se alimentan de ella y construyen una memoria colectiva. A menudo los corridos incomodan y su poder subversivo es tachado de criminal. Sus autores, entonces, corren riesgos.

“Cuando tienes un sentimiento de pertenencia a donde vives, a tu nación o a tu historia, pues surges… te expresas”, reflexiona el morelense Gustavo Adán López Mojica, intérprete del corrido A Lucio Cabañas, en entrevista con El Sur durante la final del concurso.

“Me gustaría seguir haciendo canciones que hablen de nuestros problemas. Para mí fue muy interesante conocer la historia de Rosendo, además de que tiene relación con lo que pasó en Morelos, tierra zapatista”.

Gustavo Adán recuerda a Samir Flores, el activista que luchaba contra los daños medioambientales producidos en su comunidad por una termoeléctrica y que fue asesinado en febrero de este año en Amilcingo, Morelos.

El joven músico quiere denunciar a través de la música las injusticias, dice, y también por eso quiere llevar su versión del corrido de Radilla a otros espacios.

“Me movió el personaje principal, que es un campesino de Guerrero al que le quitan sus cosas y se hace guerrillero”, cuenta por su parte Axel Ordaz, alias Axelófono, finalista del concurso promovido por la CMPDH por su reinterpretación del tema Guerrillero.

Axel decidió readaptar el corrido: lo renombró como Guerrillero y guerrillera y contó la historia de una mujer luchadora originaria de Aguascalientes, Dolores Jiménez, maestra, periodista y revolucionaria cómplice de Emiliano Zapata.

“Estos corridos son actuales porque la lucha continúa. La gente, sobre todo de esas zonas, batalla por las mismas injusticias –comenta Axel–. La historia del guerrillero es eso, le quitaron lo que tenía y decidió defenderse: me parece un acto de valor que todos deberíamos de tener”.

Rosendo no está… y para el Estado

mexicano es una prioridad hallarlo

Pequeña y de facciones igual de delicadas que las de su padre, Tita Radilla se toma unos minutos antes de regresar a la sala Digna Ochoa.

“Nos interesa mucho saber la verdad y saber dónde están nuestros desaparecidos. Es justo que haya sanción para los responsables”, sentencia mientras ensarta una frase tras otra sin titubeos.

De este acto conmemorativo dice que si bien se celebraron 10 años de una resolución histórica, también se trata de una década de incumplimiento de la sentencia. Rosendo –su padre, de su hermano y de sus 10 hermanas– no está. Como tampoco están los otros detenidos que fueron llevados al cuartel militar de Atoyac junto con Radilla el 25 de agosto de 1974.

Tita Radilla conoce la dimensión de una ausencia que se propaga inexorable en el tiempo: las familias que tienen seres queridos desaparecidos durante la Guerra Sucia se han multiplicado, explica, ya que cada hijo, hermano y nieto ahora tiene una familia a la que le ha heredado su dolor, su miedo, su miseria. Pero también su esperanza.

“Ahora hay un nuevo gobierno y hay promesas de que cese la impunidad, pero las instituciones siguen igual. Solamente cambiaron unos personajes arriba, pero son los mismos ministerios públicos ineptos y corruptos los que están ahí”, apunta Tita, vicepresidenta de la Asociación de Familiares de Detenidos, Desaparecidos y Víctimas de Violaciones a los Derechos Humanos en México (Afadem). “Las instituciones se tienen que sanear de raíz para que pueda haber justicia. Hay archivos del Ejército que tenían que haberse puesto en manos de los familiares y de los investigadores. Por ahora, esto no ha pasado”.

En ocasión de su primer informe de actividades, presentado el 9 de diciembre pasado, Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Secretaría de Gobernación, insistió en que la protección de los derechos humanos y la búsqueda de personas desaparecidas representan una prioridad para el Estado mexicano.

Mencionó la necesidad de redignificar a las víctimas del periodo conocido como Guerra Sucia, por lo que se han creado mecanismos e instancias cuya función es prestar atención integral a las víctimas sobrevivientes de esa época –muchas de las cuales nunca han recibido ningún tipo de cuidado durante décadas— y apoyo a las familias que aún buscan a sus seres queridos.

Pese a todo, Rosendo no aparece.

La búsqueda de Tita y de sus familiares roza ya el medio siglo. En 50 años la familia Radilla no sólo no ha recibido la justicia que amerita, sino que ha presenciado al aumento desmesurado de las desapariciones forzadas y el constante ninguneo de las autoridades.

Pese a todo, la detención y la desaparición de Rosendo Radilla por parte del Ejército no ha logrado acallar sus versos, al contrario: hoy son, más que revividos, revitalizados por las voces de jóvenes músicos.

Texto: Caterina Morbiato /Foto: Archivo