14 junio,2021 9:56 am

Se degradan los puntales que sostienen los templos afectados por los sismos del 2017

Dice el INAH que no hay peligro, pero el restaurador David Torres señala la falta de una política de inversión de recursos para prevenir desastres que incluso raya en la negligencia

Ciudad de México, 14 de junio de 2021. Cuatro años después de los terremotos del 7 y 19 de septiembre de 2017 varios templos afectados permanecen con apuntalamientos, sujetos a las lluvias, a la actividad sísmica y a la degradación propia de los materiales colocados como soporte en un primer momento, pero cuya función se ha prolongado.

El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y autoridades eclesiásticas descartan que cualquiera de estos recintos apuntalados represente un peligro. Pero David Torres, restaurador de arte y bienes culturales, señala la falta de una política de inversión de recursos para prevenir desastres que incluso raya en la negligencia.

“(La durabilidad de un apuntalamiento) bien mantenido es infinita”, asegura en entrevista Salvador Camarena, coordinador operativo de la Oficina de Sismos del INAH, consultado sobre los riesgos que afrontan estos inmuebles en proceso de rescate.

“Con amenaza grave no tenemos ningún templo. Los que tenían cierto problema están apuntalados”, afirma, por su parte, el sacerdote Salvador Barba, enlace para la Reconstrucción de los Templos de la Arquidiócesis Primada de México.

En meses recientes, bienes culturales han padecido los embates de tormentas, como la que derribó la techumbre de la Zona Arqueológica del Templo Mayor; o del fuego, como el que devastó en Michoacán la capilla de Santiago en Nurio.

El 30 de agosto de 2020, la iglesia de la Santa Veracruz, en el Centro Histórico capitalino, resultó también dañada por un incendio; tres años antes, había sido afectada por el terremoto de 2017 y requirió apuntalamiento, con el incendio, debió reponerse con madera nueva.

Uno de los problemas de invertir en la reducción de riesgo o en prevenir los desastres, expone Torres, es que se trata de dinero que se invierte para que al final nada pase.

“En el mejor de los casos nada sucede, no sucede el desastre, y entonces no se ve en dónde se invirtió ese dinero a ojos de las autoridades”, ilustra Torres, maestro en riesgo, desastre y resiliencia por el Instituto para Riesgos y Reducción de Desastre, en la University College of London.

“Entonces, por supuesto que (piensan): ‘¿por qué voy a invertir en algo que ni siquiera sé si va a suceder o cuándo vaya a suceder?’”, dice. “Se ha mantenido una visión muy cortoplacista, muy inmediata y muy respondiendo a una coyuntura siempre”.

Tras el incendio que consumió el techo de madera de la Catedral de Notre Dame en París, Francia, en 2019, el director de Sitios y Monumentos de la Secretaría de Cultura (Secultura) federal, Arturo Balandrano, aseguró que no era común ver hoy en día este tipo de accidentes en templos mexicanos, presumiendo un cuidado importante en la preservación del patrimonio (Reforma 19/04/2019).

“En el caso de la Iglesia de la Santa Veracruz, fue un incendio provocado por personas que se metieron indebidamente al templo e iniciaron una fogata en el interior. Eso no lo puede prever ningún programa de mantenimiento”, justifica ahora el ex coordinador Nacional de Monumentos Históricos del INAH.

“Lo mismo le puedo decir también en el caso del templo de Santiago Apóstol en Nurio: fue un evento fortuito, también provocado por el hombre, en una celebración religiosa por el lanzamiento de un cohete cuyas chispas cayeron en la techumbre de madera del templo. Son dos situaciones fortuitas que no fueron generadas por el deterioro del templo o por su falta de mantenimiento, sino por una agresión, si no de mala fe, sí por manos humanas”, agrega Balandrano.

Falta visión proactiva

Dentro de todo el abanico de recortes presupuestales y de disminución de la capacidad institucional en instancias como el INAH, lo referente al mantenimiento y la conservación es de lo primero que ve mermados los presupuestos.

“(Las autoridades) van a argumentar o han argumentado que el mantenimiento se sigue dando, si hablamos de recortar el pasto de las zonas arqueológicas, de barrer la entrada, recoger la basura, mantener los sanitarios. Eso para ellos es mantenimiento”, critica Torres, adscrito a la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH.

“Sin embargo, estamos hablando de mantenimiento especializado en patrimonio, en estructuras históricas, que no es igual. No solamente involucra barrer la azotea; involucra revisar, por ejemplo, que los sistemas eléctricos estén bien, y si no, cambiarlos; impermeabilizar, revisar los muros una vez al año. O sea, un mantenimiento mucho más allá y mucho más especializado que sólo mantener el pasto”.

Texto: Agencia Reforma