9 septiembre,2024 9:05 am

Se muestran, a 33 años de su creación, Explosiciones, de César Martínez en el Ex Teresa Arte Actual

“La finalidad era crear con lo que destruye”, dice el artista mexicano

Ciudad de México, 9 de septiembre de 2024. Ocho espejos de acero, de 2 milímetros de espesor, contemplan al artista César Martínez desde una de las paredes del Ex Teresa Arte Actual, como uno de los testimonios más lejanos de una carrera de cuatro décadas.

Son sus Explosiciones: bajorrelieves de corazones, cráneos y figuras varias que se grabaron en esas placas a fuerza de sonoras y contundentes explosiones de dinamita.

“Ya pasaron 33 años y apenas se van a exhibir. Esto para mí es muy conmovedor”, confiesa, en un recorrido por la exposición retrospectiva que lo ha llevado a tomar por completo el extemplo y Convento de Santa Teresa la Antigua, en el Centro Histórico.

Con títulos como Co-Razón Explosivo (1989), ¡Viva la Muerte! (1993) y El espesor del presente (1993), el joven creador de ese momento buscaba abrirse camino en el mundo del arte a estallidos.

“La finalidad era crear con lo que destruye”, repite ahora la frase que acuñó desde entonces.

“Utilizar, entre otras cosas, nuevos medios inéditos de intervención para la creación de una reflexión en torno a lo que es el armamento bélico”, abunda.

Se trata de una serie que, salvo por una fugaz ocasión en Chiapas, jamás había podido ser mostrada en un museo institucional, y que ejemplifica perfectamente el nombre de la exposición: La idea y la odisea.

Durante toda su carrera, Martínez (1962) ha sido un autodenominado artista “indisciplinario” que ha migrado incesantemente de formatos y materiales, desde la escultura láser en mármol hasta el performance gastronómico, para transmitir reflexiones sólidamente sustentadas por un andamiaje teórico.

“Es una revisión en la que, en este momento, me viene bien mostrar que hago una esquizofrénica plasticidad consciente; hay una esquizofrenia plástica consciente”, define.

La idea de las Explosiciones, por ejemplo, lo llevó a la odisea de conseguir un permiso para utilizar dinamita que, al final, le fue negado por el Ejército Mexicano, motivo por el cual tuvo que realizar las obras en New Hampshire, Estados Unidos, bajo la asesoría de la artista italiana Silvana Cenci, conocida como Dinamita Lady.

Estas gestas homéricas son habituales para quien, como se verá en la exposición, ha realizado esculturas de cera que se derriten ante el público, o se inflan ante su presencia; ha conjurado deidades mexicas para ser devoradas en vivo; ha creado collages de trajineras que surcan ríos europeos, o se ha inventado billetes fantasmas que cambian ante la vista de sus portadores.

“Ha sido una odisea llegar a este día, ha sido muy difícil. Lograr las esculturas inflables fue toda una odisea, por ejemplo, y la cosa es que tú puedes tener una idea, pero, ahora, ¿cómo la llevas a cabo?”, pondera.

En el atrio del Ex Teresa, con merecido protagonismo, estas esculturas inflables se muestran por primera vez en México, como una nueva iteración de una serie llamada El imperdurablemente presente, creada a inicios de siglo.

En ese entonces, Martínez ideó unas esculturas de látex completamente negro que, a través de un sensor de movimiento, eran infladas al momento en que un espectador se colocaba frente a ellas.

Las representaciones de un bebé, de una pareja besándose, o de adultos en posiciones dolientes, pasaban de estar completamente inertes a erguirse, como símbolos de la crucial respiración humana, pero también del cansancio y el desgaste que producen fenómenos como la contaminación o las crisis sociales.

En este nuevo ciclo, el artista cambió el material a silicón de platino, usado para las prótesis humanas, y que permite que las esculturas se iluminen al inflarse, creando seres blanquecinos que reviven a través de la respiración.

“Es una invocación a la luz, crear una especie de respiro iluminado”, explica Martínez.

“En esta ocasión, a mí lo que me interesa es, después del Covid, después de que mi madre enfermó y que yo estuve a su cuidado, después de que sobreviví yo sin vacunas, cambié la metodología y procedí al uso de un nuevo material”, abunda.

“El ‘nanobicho’, el Covid, fue un gran maestro, que nos enseñó que, si no nos cuidamos, si no cuidamos lo que, en un momento dado, es el arte de respirar, pues entonces vamos a perecer”.

Entre los bajorrelieves explotados de su juventud y esta nueva versión de sus esculturas inflables, La idea y la odisea despliega, bajo la curaduría de Gloria Maldonado Ansó, un amplio abanico -no exhaustivo- de una obra que también recae enormemente en el humor y el ingenio verbal.

Muestra de esto es una sala dedicada a los trabajos donde Martínez realiza parodias de la relación entre México y España, país europeo en el que vivió, y sobre las crisis económicas mexicanas e internacionales.

Obras elocuentes y humorísticas de este periodo, por ejemplo, son las manipulaciones fotográficas de Crónica de un performance no realizado o La vuelta al mundo en trajinera, donde se imagina qué hubiera pasado si Europa fuera la “descubierta” y no América.

Ahí, las emblemáticas embarcaciones xochimilcas recorren las aguas de urbes como Venechilco, Pragazcapotzalco, Madrihuantepec, Barcelonatitlán, Cholulondres y Paristzingo.

La obra Capitalismo, funeral o fosa común (2006-2017), por otro lado, muestra el nombre de conocidas instituciones bancarias, responsables de los desastres económicos mundiales, grabadas con láser en padecería de mármol.

Hasta el 9 de febrero del próximo año, La idea y la odisea fungirá como una constatación viva, mutante, de que el joven artista que creó bajorrelieves con dinamita logró explotar las nociones preconcebidas del arte de su tiempo.

“En su momento, era muy difícil no que te llegase el reconocimiento, sino que también la gente especializada, teóricos, historiadores, curadores y directores de museos y de galerías, en un momento diesen fe de que lo que yo hacía no era una broma, que había una investigación teórica conceptual detrás de todo ello”, rememora Martínez.

Ahora, a cuatro décadas de iniciada su labor creativa, la odisea sigue en curso y las ideas tampoco se detienen.

Texto: Francisco Morales / Agencia Reforma