29 junio,2020 5:34 am

Semáforo naranja con color rojo

Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan

 

El mensaje de este domingo 28 de junio, del presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, se caracterizó por su optimismo. En primer lugar, porque se está cumpliendo su diagnóstico de que el país tendría una caída en lo económico, pero al mismo tiempo iba a lograr una recuperación rápida. Ilustró este proceso con una “V”, para explicarnos este doble movimiento de la caída y el ascenso económico. Informó que en el mes de abril se perdieron 550 mil empleos de trabajadores inscritos en el IMSS, sin embargo, en mayo la pérdida fue menor porque hubo una reducción de 345 mil empleos. Para junio comentó que solo se habían perdido 70 mil empleos y vaticinó que para julio ya no habrá pérdidas de empleos en la economía formal. Aclaró que si no hay algún aumento, por lo menos se van a mantener 19 millones 500 mil trabajadores inscritos en el Seguro Social. Aseguró que continuará el impulso a la economía popular a través de programas sociales y créditos. Va a destinar apoyos “abajo”, de manera directa, creando empleos e impulsando la industria de la construcción. Esta estrategia se complementará con la entrada en vigor del Tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) a través del fomento de la inversión extranjera y la creación de empleos, así como la llegada de remesas de los connacionales que radican en Estados Unidos.

Este mensaje pone énfasis en el ámbito económico, dejando en segundo término la crisis sanitaria, cuyos contagios y fallecimientos se mantienen al alza en varios estados del país. El semáforo de la Secretaría de Salud reporta que 14 estados se mantienen en rojo y 18 más en color naranja, es decir, que la curva está perdiendo fuerza y se mantiene en la meseta de la cima. El mes de julio será el punto de arranque para la reapertura gradual de las actividades no esenciales en todo el país.

En Guerrero, el gobernador Héctor Astudillo ha estado anunciando que en esta semana se reiniciarán las actividades turísticas en un 30 por ciento de su capacidad. Se han hecho sondeos para la reapertura y se está obligando a la aplicación de protocolos para que los negocios reinicien sus actividades de manera segura. Lo desconcertante es que nuestro estado sigue en semáforo rojo, porque nos encontramos dentro del rango del nivel de riesgo máximo, sin embargo, el comentario que hizo este fin de semana el subsecretario Hugo López-Gatell, de que Acapulco ha disminuido en el número de casos, y ha mejorado su capacidad hospitalaria, dio pie para que el gobernador Héctor Astudillo dé inicio a la apertura de las playas.

Por su parte, la presidenta de Acapulco Adela Román pidió cerrar filas en la defensa del puerto, para que no se afecte más la imagen de sus playas. Interpretó como una campaña mal intencionada de algunos medios que difundieron imágenes de la descarga de aguas negras, que de acuerdo con su versión se trató de una corriente pluvial que se estancó por un dique de arena en la desembocadura de playa Icacos. Su prioridad es iniciar la reapertura gradual de actividades turísticas como hoteles y restaurantes al 30 por ciento como ya lo anunció el gobernador del estado.

A pesar de que Acapulco es el epicentro de la pandemia en el estado y que aún no se ha podido controlar el número de contagios, los tres niveles de gobierno han acordado abrir las actividades turísticas de manera gradual, para bajar la presión que están teniendo del sector empresarial y de los mismos trabajadores del sector terciario. Enfrentamos una encrucijada muy difícil, porque aún no se ha domado la pandemia en una entidad conformada por una población extremadamente vulnerable, a causa de su precariedad económica, del difícil acceso a los centros hospitalarios y la falta de controles sanitarios. La percepción que tiene la población sobre el número de contagios por Covid-19 es que está ascendiendo de manera incontrolable. Lamentablemente el impacto mediático no es tan fuerte en las regiones rurales e indígenas, como en las zonas turísticas. El mismo mapa del estado nos indica que ya no hay “Municipios de la Esperanza”, y que más bien nos encontramos en la cúspide de los contagios, que no se están registrando, en primer lugar, porque no se aplican las pruebas a la población abierta y, por otra parte, pesa mucho el temor de la población de asistir a los hospitales porque se dice que allí la gente se está muriendo.

Urge la reactivación económica. Sin embargo, las autoridades tienen que sopesar muy bien los riesgos que conlleva una apertura parcial, sin asegurar la mitigación del contagio y la atención a la población que requiere hospitalización. Esta semana será clave para evaluar los costos de este cambio en el semáforo, del color rojo al naranja, que se dará en 18 estados del país. Lamentablemente en varios países esta reapertura económica ha desencadenado un rebrote de la epidemia, que está afectando a la población joven. En Estados Unidos han dado marcha atrás a este desconfinamiento 11 estados, por el gran número de contagios y de fallecimientos que se están consumando.

En la práctica, para amplios sectores de la población, la apertura significa relajamiento en cuanto a las medidas sanitarias. Prevalece la idea de que el peligro está pasando, y que, por lo mismo, este mal perderá fuerza y se esfumará. Hay reticencias a aceptar que el Covid-19 llegó para quedarse y que pasará a formar parte de los virus endémicos que nunca se irán de nuestro planeta. Ante esta realidad que nos atrapa como un mal inevitable, que tarde o temprano se anidará en nuestro organismo, las autoridades tienen ante sí un gran desafío de cómo crear un frente común que contenga su furia letal y desactive su proliferación entre la población más vulnerable.

Los familiares de las personas desaparecidas no solo cargan con la cruz de sus seres queridos, sino que padecen la inacción de las autoridades encargadas de investigar y de realizar las búsquedas. Esta parálisis institucional los exaspera. Desgasta su situación emocional y los coloca en el umbral de la desesperación, con el alto riesgo de sufrir un contagio de lamentables consecuencias. En la comunidad de Atlamajac, municipio de Tlapa, al señor Gregorio Santiago Otila no le alcanzó la fuerza para seguir buscando a su esposa Gabriela Gómez Alcaide, a su hija Beatriz Santiago Gómez y a su nieta Yulitzy Méndez Santiago, quienes fueron desaparecidas el 22 de agosto del 2018 en el tramo carretero que va de Tlapa a Ixcateopan. Luchó sin descanso, a pesar de que la diabetes lo doblegaba. Hizo todos los intentos para que las autoridades de la Policía del Estado lo apoyaran con la jubilación para dedicarse en cuerpo y alma a la búsqueda de sus grandes amores. A pesar de los riesgos que corría, se sobrepuso y estuvo dispuesto a todo con tal de saber la verdad. Su pena era tan grande, que los males que padecía no tenían comparación, porque prefería la vida de sus tres familiares a su vida misma. Su cuerpo diminuto contrastaba con su valor y determinación para ir a las búsquedas y estar todo el tiempo en los trabajos de excavación. Su actitud callada mostraba ese ensimismamiento para reencontrarse con su esposa, su hija y su nieta. No tuvo la oportunidad de hablar con el gobernador para pedirle que atendiera su solicitud de jubilación. Quedó trunco todo su sacrificio que lo llevó a la muerte.

Este sábado 27 de junio en el hospital de Chilapa, habilitado para enfermos de Covid- 19, falleció el señor Juan de la comunidad nahua de Zitlala, a los 64 años de edad. En 2018 desaparecieron a su hijo en la ciudad de Chilapa. Su sufrimiento fue mayor cuando en el Ministerio Público lo discriminaban por no dominar el español. Se sobrepuso a esos tratos burdos que enfrentó durante toda su vida. Por su cuenta, realizó la búsqueda de su hijo, sin embargo, pronto se dio cuenta que corría peligro, sobre todo, porque lo hacía solo. En marzo se incorporó a un colectivo de personas desaparecidas de Chilapa, para acuerpar su lucha y tener una mejor representación ante las autoridades. Creció su ánimo porque se reencontró con otras familias que le ayudaron a enfrentar con más decisión esta causa que lo mantenía en vela. No pensó que el malestar de la tos que tuvo durante varios días se le iba a complicar con la calentura y el dolor de cabeza. Intentó mantenerse de pie, porque su corazón le decía que lo prioritario era buscar a su hijo. Ya no pudo más. Su esposa lo trasladó al hospital de Chilapa, donde logró sobrellevar sus males. Tuvieron información del personal médico de que pronto lo darían de alta. Con esa idea regresaron a su comunidad, sin embargo, al siguiente día la noticia fue terrible: Juan había fallecido.

La lucha de los familiares de personas desaparecidas no solo es escalar una montaña de obstáculos, sino que ahora forman parte de la población vulnerable que no encuentra los canales institucionales para ser atendida en sus demandas centrales y sobre todo para garantizarles protección en el marco de la pandemia que azota nuestro estado.

El paso que daremos está semana de rojo a naranja es un paso que puede revertirse y arrastrarnos como una ola en pleno mar abierto.