12 marzo,2024 1:08 pm

Siluetas al desnudo en la lente de María García

 

Ciudad de México, 12 de marzo de 2024. El cuarto oscuro fue un remanso para la fotógrafa María García (Guanajuato, 1932). Permanecía ajena al curso de las horas, pues el tiempo no se medía allí por el trayecto de la luz en el horizonte, sino por otro alumbramiento: el que consistía en revelar las imágenes, hacerlas aparecer en el papel fotosensible.

“En el trabajo uno logra abstraerse del tiempo. Es una cosa muy bonita ver, cuando estás revelando, cómo aparece la figura al introducir el papel en los químicos y todo el proceso. Ahora la tecnología digital ha quitado ese placer: todo es de inmediato”, lamenta en entrevista.

Lectora voraz de ciencia ficción, la fotógrafa encuentra correspondencias entre sociedades como las imaginadas por el británico Aldous Huxley en Un mundo feliz y las actuales, dominadas por los algoritmos.

“Estamos controlados por esto (señala el teléfono celular). A través de esto saben qué comes, qué piensas, de qué vives, qué haces, qué novios tienes… Todo es un control”.

Contrario a la inmediatez, revelar implica que aparezca la imagen, pero no de repente, sino de manera paulatina, y a medida que surge aumenta el placer al distinguir sus rasgos, dice la fotógrafa de 91 años, quien además hallaba estimulante la penumbra del cuarto oscuro.

Tan fabuloso era, que un día se dispuso a jugar con la amplificadora, los químicos de revelado y el papel para crear sus denominadas Marigrafías. Se trata de experimentos en el laboratorio, una suerte de alquimia para obtener formas abstractas en tonos azulados, verdes, dorados, plateados, cafés y negruzcos.

En el cuarto oscuro no sólo revelaba las imágenes de su esposo Héctor García (1923-2012), el llamado “Fotógrafo de la Ciudad”, como lo bautizó Carlos Monsiváis, sino sus propias obras, entre ellas los desnudos que presentará a partir del 15 de marzo en el Museo Archivo de la Fotografía (MAF), en lo que será su primera muestra individual en varios años, a inaugurarse a las 5 de la tarde.

Luces y siluetas: Elegancia desnuda a través de la lente de María García es el título de la exposición que reúne 30 fotografías, alrededor de diez inéditas.

La mayoría son retratos de sus amigas, que ofrecieron desnudarse ante su cámara cuando ella buscaba modelos para unas fotografías solicitadas por la UNAM en los años 80 para un libro antológico sobre el tema, que reúne obras de Manuel Álvarez Bravo, Maritza López, Nacho López, Mariana Yampolsky, Lázaro Blanco y Héctor García.

“Retraté el cuerpo de la mujer como tal, que es bello. No de forma morbosa, sino la figura femenina: bella como es el cuerpo”, recalca.

Como colaboradora de diversas publicaciones periodísticas del País y como fotógrafa de la Casa del Lago de la UNAM, donde trabajó durante 12 años, también retrató a las y los intelectuales y artistas más destacados de México, entre ellos David Alfaro Siqueiros, José Luis Cuevas o Nancy Cárdenas.

No fue fácil su labor como reportera gráfica, admitió en los años 70 durante una entrevista con la periodista Noemí Atamoros. No sólo porque implicaba correr de un lado a otro para llegar a las órdenes de trabajo, sino porque cuando conseguía situarse en el lugar adecuado para hacer sus tomas, sentía un codazo o un empujón que la hacía trastabillar y perder su lugar, inmediatamente ocupado por un varón.

“Entonces empecé a sentir un miedo horrible y a ponerme nerviosa, lo que agravaba aún más mi situación, pero mi amor propio entró en acción y ahora ya no pasa nada de eso. Simplemente tomo mi lugar, y con un ojo hacia el objetivo y otro hacia los demás, no dejo que me muevan”, relató entonces.

Mientras construía su propia obra como fotógrafa, cuidaba y organizaba la de su marido, con el que se casó en 1954.

“Guarda y custodia de la obra de Héctor García”, la describió el investigador Francisco Montellano.

“Con su particular caos, se ha esmerado en juntar recortes de prensa, entrevistas, caricaturas, catálogos de exposiciones y todo lo relacionado con la prolífica actividad de Héctor García.

“También encargada del archivo, tiene un fichero mental que le permite llegar con prontitud al sobre con negativos en donde está, por ejemplo, la visita de (John F.) Kennedy a México, las fotos de la ‘Tongolele’, las de Gloria Mestre o la reina Juliana, las fotos del circo, las de PEMEX, las de Cuba, España, Líbano o China, todas organizadas de acuerdo a su peculiar forma de ver y entender”.

Pero las tareas de María García no se limitaban al ámbito fotográfico, pues también involucraban al doméstico, y a la crianza de sus hijos, Héctor, Yuri y Amparo, según evoca Montellano.

“A lo largo de la mañana, lo mismo ofrece desayunos, despierta a Héctor, contesta el teléfono, le insiste a Amparito que tome su clase de piano, imprime las reproducciones prometidas para ayer, atiende a los investigadores que consultan el archivo, da de comer a los gatos, a los peces, va a la esquina y saca las fotocopias, a mediodía nos sirve los excelentes mezcales que envía el general -¿o era coronel?-, nos tolera, nos sufre con paciencia, escucha y corrige los desatinos de fechas, personajes y situaciones que cometemos para, al fin, tomar un respiro y arrancar su Renault 12 TL de los 70 e ir al súper y tomar las fotografías que Monsiváis encargó y que tiene que entregar al día siguiente”.

En medio de esa vorágine cotidiana, el cuarto oscuro se convirtió en ese remanso donde respiraba una “tranquilidad maravillosa”, reitera la fotógrafa la tarde soleada en la que transcurre la entrevista en la cocina de su casa, en la colonia del Periodista.

 

¿Todavía tiene su cuarto oscuro? ¿Suele entrar ahí?

Dejé de hacer fotos cuando (Héctor García) se enfermó, porque para entrar al laboratorio hay que estar horas y horas en lo oscuro. Aunque tenía enfermera, enfermero, no se le podía descuidar y ya no entré al laboratorio.

 

¿Cómo aprendió el trabajo de revelado?

Me gustaba leer. Héctor traía libros y libros de fotografía y me gustaba leerlos. Con amigos como Antonio Reynoso o Manuel Álvarez Bravo, quienes eran maestros de maestros, me acercaba para hacerles preguntas, porque a veces Héctor me traía unos rollos con fotos que, por ejemplo, había tomado en una cueva, entonces les consultaba y aprendí que requerían más tiempo en el proceso de revelado.

 

¿Qué tanto del arte de Héctor García se debe al trabajo que usted hizo?

El 50 por ciento, porque revelar e imprimir con la mejor calidad era mi trabajo, y ese trabajo no lo hacen en los lugares donde revelan comercialmente, todo es parejo. Cuando es tu trabajo, lo haces con todo el cuidado del mundo: uno está trabajando hasta que le gusta el tono de la foto.

 

¿En algún momento se sintió eclipsada por la figura de su marido?

Creo que no. Yo siempre hacía lo mejor que podía. Daba lo que quería dar.

 

¿Su trabajo ha sido recompensado ahora?

Ahora sí, me reconocen en muchos lados y me han dado muchos premios y han hecho libros. Dicen: su trabajo sí sirve.

 

¿Dónde encuentra tranquilidad ahora? ¿Hay un lugar en el que experimente esa paz que sentía en el cuarto oscuro?

Cuando dibujo mis libros de mandalas. Me gusta colorear y leer también; aquí (señala un rincón) tengo a Platón, a (Haruki) Murakami y libros de ciencia ficción. No estoy sin hacer nada. Cuando tienes broncas del trabajo, algún pendiente o no te han pagado, haces estos libros y descansas y, al hacerlo, encuentras la manera de solucionar las cosas.

 

Texto y foto: Agencia Reforma