14 enero,2022 5:51 am

Simulación

LA POLÍTICA ES ASÍ

Ángel Aguirre Rivero

Simulación es la acción de simular, representar algo, imitando o fingiendo lo que no es. Es una de las prácticas más deleznables de la política y siempre he sostenido que el político debe de ser auténtico, mostrarse tal y como uno es y nunca aparentar.
Si un político transita en su carrera a través del engaño, tal vez obtenga resultados, pero por su camino va sembrando desconfianza; el engaño y la mentira dejan desencanto.
El poder es tan efímero como lo es el tiempo, se diluye entre las manos y si no lo utilizas para el servicio, habrás desperdiciado la oportunidad que te otorgó la gente.
Con cargos o sin cargos, es mejor decir lo que se puede y lo que no se puede, para preservar la confianza de las personas. Bien dice un dicho: “un político vale lo que vale su palabra”.
Recurro a estas reflexiones porque en estos días navideños uno de los libros que más disfruté fue el de 365 días para conocer la Historia de México, del autor Alejandro Rosas.
En uno de los tantos pasajes que narra, hay uno que me pareció interesante porque pone un ejemplo de esta conducta, lo cual lo hace didáctico y resulta hasta chusco: en 1964 se terminó de construir el laboratorio de análisis clínicos del Hospital Juárez de la Ciudad de México: “el edificio era moderno y funcional, muy bonito, recuerda la química Ileana Robles, el problema es que nuestros aparatos eran unos vejestorios, tenían cuando menos 20 años de antigüedad”.
“El doctor Santiago Fraga, jefe del laboratorio, comunicó a sus colaboradores que el presidente Adolfo López Mateos inauguraría el nuevo edificio, y pidió al personal presentarse con sus mejores galas, o sus mejores batas que ni siquiera eso les proporcionaba el hospital.
“Llegó el día esperado y como siempre, las químicas se presentaron muy temprano.
“La sorpresa fue mayúscula: los viejos aparatos habían sido recogidos y en su lugar fueron colocados colorímetros, centrífugas, microscopios y demás instrumentos todos nuevos, flamantes, luminosos.
“La alegría era inmensa, a partir de ese momento podrían trabajar en mejores condiciones. Llegó el presidente, saludó de mano, se retrató. Una vez concluida la ceremonia, las químicas regresaron al laboratorio y se encontraron con otra sorpresa: personal de la Secretaría de Salubridad y Asistencia habían recogido todo el material dejando vacío el lugar, pues necesitaban llevarlo a otra inauguración. Con cierto desánimo tomaron los viejos instrumentos y se pusieron a trabajar.
“El único consuelo que guardaron, si podía considerarse así, fue haber estrechado la mano de uno los presidentes más carismáticos que hemos tenido, como lo fue López Mateos”.
Cuantas veces hemos visto este tipo de prácticas hoy día, que va desde el arreglo y limpieza de una calle cuando los visita un gobernante, si se trata de una obra de agua potable el vital líquido fluye para después dejar de funcionar, cheques que se entregan a los beneficiarios para después recogerlos, o peor aún que carecen de fondos, la pura parafernalia.
En las campañas políticas los candidatos recurren a la promesa fácil, hacen ofrecimientos que de antemano saben que no van a cumplir, no les importa que, al llegar al poder, al cabo del tiempo la gente empiece a señalar sus incumplimientos.
Ojalá que este tipo de prácticas las cancelemos para siempre, al pueblo hay que hablarle siempre con la verdad, ya basta de simulación.
Estoy convencido que este tipo de acciones deleznables han pasado por todos, quienes alguna vez hemos tenido la oportunidad de conducir los destinos de un estado.
Habrá quienes consideren que hablar con la verdad a la gente es “políticamente incorrecto”, pero es preferible mil veces, para poder caminar por las regiones y municipios con la satisfacción de la palabra cumplida en donde lograste llevar beneficios, y si no fue así, tener el respeto de tus paisanos. Ejemplo de un buen político y con ese talante, lo fue don Alejandro Cervantes Delgado.

Del anecdotario

En una ocasión, un duende se presentó para asolar y aterrorizar a varias poblaciones; travieso y juguetón, gustaba de parlotear, reír y burlarse de las desgracias ajenas. Se recomendó entonces no seguirle el juego, y el pequeño ser del inframundo desató su ira, pues varias casas fueron incendiadas y sólo la intervención de un sacerdote, ejecutando un exorcismo, salvó de la destrucción a aquella región del sureste en el año de 1560.
En sus sermones, los obispos señalaban que la presencia del duende era el castigo enviado por La Providencia, por la idolatría que seguía imperando en la Nueva España. La mayor de las desgracias fue un intenso aguacero que erizó los cabellos hasta del más valiente, cuando del cielo no cayó agua, sino sangre. Corría el año del Señor de 1607.
¿Se imagina usted amable lector, todo lo que los españoles inventaron para hacer creer a los indígenas en su religión?

La vida es así…