30 octubre,2021 10:43 am

Sin mujeres no hay democracia y en México faltan avances, advierte Flavia Freidenberg

La investigadora de la UNAM reconoce que el poder formal e institucional se ha hecho cada vez más paritario en el país, pero insiste en que aún falta mucho para que esa presencia de mujeres también suponga un control igualitario en la toma de decisiones y así poder transformar las democracias

Ciudad de México, 30 de octubre de 2021. México estrenó en septiembre, por primera vez en su historia, una Cámara de Diputados federal totalmente paritaria (250 mujeres legisladoras y 250 hombres), el gabinete del presidente Andrés Manuel López Obrador se ha mantenido con una presencia de mujeres nunca antes vista; en Guerrero, el 15 de octubre pasado Evelyn Salgado Pineda tomó posesión como gobernadora en Guerrero, y avances como el reciente fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para dejar de penalizar a las mujeres por abortar, han marcado importantes precedentes, pero “aún falta mucho para que esa presencia de mujeres también suponga un control igualitario de las decisiones”, afirma Flavia Freidenberg, especialista del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y coordinadora de la Red de Politólogas #NoSinMujeres.

Por eso celebra que la paridad en México vaya ganando terreno, aunque no sea a la velocidad deseada. “Una cosa que hemos aprendido es que tener un cargo o detentar un escaño no significa necesariamente tener el poder para hacer las transformaciones que las democracias necesitan”, indica la académica en entrevista.

La investigadora feminista dedicada al estudio de representación política en América Latina desde 1998 y coordinadora del Observatorio de Reformas Políticas de América Latina tomó como agenda principal desde 2013 la representación de mujeres.

Sabe que la relación histórica entre las mujeres y la política ha sido de exclusión, sin embargo, destaca los recientes avances, alentadores para promover la igualdad de género, la representación política de las mujeres y leyes que impactan en el mejoramiento de la vida de mujeres y niñas.

Flavia también trabaja –junto con un grupo de colegas– en el proyecto de investigación #RepresentaciónParitaria (@PolisParitaria), que evalúa los avances en la representación política de las mujeres en las 32 entidades del país; y adelanta que según sus estudios desde fines de la década de 1980 la representación descriptiva de las mujeres en los congresos mexicanos ha aumentado unos 38.5 puntos porcentuales, lo que redujo la brecha de género existente en la política legislativa subnacional.

Hombres, en los cargos de dirección y liderazgo

–¿Cómo ha sido la relación histórica de las mujeres y la política en México?

–Ha sido de exclusión. Ellas han tenido más dificultades que ellos para competir y acceder a los cargos de representación popular; para tomar decisiones y tener voz pública.

Aún cuando ha habido avances significativos en las últimas décadas, México es de los 85 países (dentro de los 153 integrantes del Ranking Global de la Brecha de Género) donde nunca una mujer ha ocupado la Presidencia. Ha tenido sólo nueve gobernadoras en toda su historia; sólo 20 por ciento de las presidencias municipales y 26 por ciento de síndicas han sido ocupadas por mujeres. La experiencia muestra que el camino para generar condiciones de igualdad entre hombres y mujeres ha estado lleno de espinas.

–¿Cómo se reparte el poder en México hoy? ¿Ha habido avances sustantivos en los últimos años?

–México es un ejemplo de progresividad normativa, basado en la incidencia de los compromisos jurídicos internacionales sobre las reglas nacionales y estatales, la adopción de los derechos de las mujeres como derechos humanos, el intenso activismo judicial y administrativo de los organismos electorales nacionales y estatales, así como la presión generada por el litigio estratégico y la relevancia de las redes informales de mujeres feministas y del movimiento amplio de mujeres sobre el monitoreo de las reglas y las prácticas vinculadas a la participación de las mujeres. Todos estos esfuerzos han llevado a avances significativos en la presencia de las mujeres en las instituciones y también a un cambio en la distribución del poder. Al menos del poder formal.

–Por primera vez en la historia del Congreso mexicano vemos una Cámara de Diputados totalmente paritaria ¿qué significa en términos reales?

–El poder formal e institucional en México se ha hecho cada vez más paritario, pero una cosa que hemos aprendido es que detentar un escaño o tener un cargo no significa necesariamente tener el poder para hacer las transformaciones que las democracias necesitan.

Aun cuando hoy el Congreso es paritario, el poder aún pareciera estar en manos de los hombres, quienes controlan los cargos de dirección y también la representación de los grupos parlamentarios. Falta mucho para que esa presencia de mujeres también suponga control igualitario de las decisiones.

Según el Índice Global de la Brecha de Género, en México existe una brecha de 75.4 puntos porcentuales (…) y si bien ha habido avances formales en términos de representación descriptiva, todavía quedan pendientes en términos de ejercicio del poder y en cuanto a las agendas de género que las mujeres impulsan y se aprueban.

–Usted y un grupo de colegas trabajan en una investigación sobre representación política, ¿cuáles han sido sus hallazgos?

–Estamos trabajando en el proyecto #RepresentaciónParitaria, para evaluar los avances en la representación política de las mujeres de manera multidimensional en las 32 entidades federativas mexicanas. Evaluamos la representación descriptiva, sustantiva y simbólica en los dos últimos periodos legislativos y ya estamos en la parte de resultados.

Hemos encontrado cosas muy interesantes.

Cuando la federación aprobó la paridad de género a nivel constitucional en 2014 y obligó a la armonización normativa a los estados, algunos ya contaban con estas reglas en sus regímenes electorales de género, como Guerrero, Tlaxcala, Campeche, Chihuahua, Chiapas y Sonora, entre otros. Los demás se vieron obligados a realizar reformas para incorporar el principio de la paridad en la postulación de las candidaturas.

En ese escenario, para el proceso electoral 2014-2015, 17 estados debieron apresurarse para armonizar su legislación, pero las entidades federativas mantuvieron un amplio margen de adecuación normativa, lo que resultó en una heterogeneidad en la aplicación de la paridad en las elecciones de hace seis años. De ahí que unos estados hayan crecido más y otros menos en cuanto a la representación descriptiva.

Entonces a partir de esa elección (2014-2015) tres Congresos estatales tuvieron una integración (de mujeres) por encima del 50 por cierto como Chiapas (60 por cierto), Campeche (57.1 por cierto) y Querétaro (52 por cierto), mientras que la mayoría de las entidades que tuvieron elecciones apenas sobrepasaron el 30 por cierto de mujeres electas.

Ese aumento de mujeres legisladoras también se dio en el siguiente proceso 2017-2018 en el que se celebraron elecciones en 27 estados. En 12 de ellos, las mujeres ocuparon 50 por cierto o más de las curules. Morelos fue el que tuvo el porcentaje más alto de mujeres con 70 por cierto, seguido de Chiapas (65 por cierto), Tlaxcala (60 por cierto), Baja California Sur (57 por cierto), Coahuila, Colima (56 por cierto), Oaxaca (55 por cierto), Hidalgo (53 por cierto), Nuevo León, Querétaro, Aguascalientes (52 por cierto) y Campeche (51 por cierto).

Cuatro tuvieron una integración paritaria (Ciudad de México, Guanajuato, Veracruz y Zacatecas), mientras que el resto tuvo menos del 50 por cierto.

Las diferencias en el funcionamiento de la paridad se explican a partir de las resistencias partidistas ante las nuevas normas que pretendían fortalecer la representación política de las mujeres, del diseño de estas normas, así como por la actuación de las autoridades electorales y la interpretación constitucional y legal de los alcances de la paridad.

Este último punto resultó fundamental, pues en la etapa de asignación de los escaños de representación proporcional permitió en algunos casos alcanzar la paridad, pero en otros impidió la incorporación de las mujeres a los espacios legislativos.

–Con la llegada de Olga Sánchez Cordero a la presidencia del Senado ¿podría haber avances en leyes que favorezcan a la igualdad?

–La lucha contra la desigualdad supone mujeres comprometidas con la agenda de la igualdad; incorporar prácticas que integren en la diferencia a los grupos subrepresentados; implica una educación más plural e igualitaria y una mayor capacidad de reacción de los partidos y de la sociedad frente al aumento de la violencia política contra las mujeres.

Ayuda muchísimo que mujeres empoderadas y conscientes de las reformas que hay que hacer dirijan los espacios donde se toman decisiones. Cuantas más sean, mucho mejor.

Ausencia de mujeres = desigualdad estructural

–Tras la histórica decisión de la SCJN ¿hacia dónde irá el debate por el aborto en México?

–México ha dado un paso histórico que evidencia décadas de luchas del movimiento feminista por el reconocimiento (y no penalización) del derecho a decidir de las mujeres. Esperemos que este tipo de avances continúen en muchos otros ámbitos para que la igualdad y la paridad no sea sólo un discurso.

–Usted promueve en América Latina la discusión sobre una democracia paritaria, ¿qué significa esto?

–Una de las características centrales de una democracia plena es la oportunidad de la ciudadanía de participar en igualdad de condiciones en el debate abierto y plural y en hacer que esas ideas se plasmen en políticas que resuelvan los problemas de la sociedad.

Para poder participar del diálogo público, los diversos grupos de la sociedad deberían estar representados en las instituciones públicas en igualdad de condiciones. Si no, resulta imposible construir democracias plenas.

Con las mujeres ha ocurrido que su mínima presencia histórica en las instituciones públicas ha evidenciado las deficiencias en términos de pluralismo e inclusión de demandas y políticas en las democracias contemporáneas.

Aún cuando la presencia de las mujeres en las instituciones no garantiza por sí sola la defensa de una agenda feminista ni asegura un estilo de hacer política diferente al que han ejercido (y ejercen) los hombres, su ausencia denuncia un problema de desigualdad estructural.

Esa desigualdad se manifiesta en la existencia de prácticas sociales, prejuicios y sistemas de creencias que hacen que haya grupos en situación sistemática de exclusión, donde, aunque no existen reglas formales (leyes) que impiden el ejercicio de los derechos o el acceso a las instituciones, hay personas que por el hecho de pertenecer a esos grupos enfrentan barreras mayores que dificultan el acceso y ejercicio pleno de los derechos.

De eso se trata mi insistencia en procurar cambiar estas condiciones que generan desigualdad en la región. Definitivamente, sin mujeres no hay democracia.

Texto: Elda Tomasini