27 noviembre,2023 12:21 pm

Sin trabajo, dinero o casa, viven familiares de los tres desaparecidos en la Nueva Era

 

La abuela de los adolescentes Camila Ortega y Ángel Trinidad, y suegra de Yanet Ortega, dijo que se siente triste por no encontrar a sus parientes, pero que viven aún más en la zozobra, porque se quedaron sin nada

 

Acapulco, Guerrero, 27 de noviembre de 2023. Sin trabajo, dinero y sin casa propia, familiares de tres personas desaparecidas de la colonia Nueva Era, una madre y sus dos hijos, sobreviven sin la ayuda de las autoridades de los tres órdenes de gobierno, luego de que hace un mes el huracán Otis tumbó la casa donde estaban los no localizados.

María Concepción de la Cruz Alemán, abuela de los adolescentes Camila de Jesús Trinidad Ortega y Ángel Trinidad, así como suegra de Yanet Ortega González, dijo que se sienten tristes por no encontrar a sus familiares, pero viven aún más en la zozobra porque se quedaron sin ninguna vivienda y viven en la casa de una vecina que les prestó el lugar, a un costado de sus propiedades destruidas.

Además, su hijo Cándido Trinidad de Jesús, el único sobreviviente del arrastre de su vivienda, que mató a otras dos personas ya encontradas, sigue aún convaleciente por las heridas que sufrió durante el arrastre mortal de su vivienda y sufre mareos, y por eso no puede trabajar  como vendedor de aguas frescas, que el el oficio que comparte con su mamá María.

A las 2 de la tarde de este sábado, Cándido no se encontraba en su sillón, donde recibe a las personas que van a buscarlo por la desaparición de sus familiares, sobre todo particulares, que les llevan despensa a los damnificados de la Nueva Era, asentamiento ubicado frente al supermercado Soriana de la avenida Pie de la Cuesta.

María, de 64 años, contó este sábado que su hijo se sentía mal, tenía mareos y decidió irse a dormir. El calor era incesante y apenas una pequeña lona daba sombra a este rincón de tierra y palos de madera, que sostienen la carpa. Esto es su sala improvisada después de que el huracán destruyó toda su propiedad.

“Se siente mal de la presión, ahorita aquí estaba. Me dijo: ‘me voy a acostar un ratito’”, justificó María la ausencia de su hijo, de 41 años, y que dormía en la casa que les prestó su vecina, a un costado de las ruinas de sus viviendas, y donde recibió a El Sur la primera vez el 28 de octubre, cuatro días después del paso del huracán Otis.

“Pero es por lo mismo, de que piensa en sus hijos, en su mujer y no es que ya se va a olvidar, vienen pues los recuerdos”, compartió María, de pelo cenizo y tez morena, bronceada por el sol del que no pueden escapar, y cuya complexión es muy delgada.

La herida del pie de Cándido ya se está reduciendo, al principio era un gran círculo, señaló María con sus delgados dedos, “estaba así el pozote, la herida, y ahorita ya está así cerrando. Ya va cerrando, ya se está limpiando”.

María contó que no supo de la desgracia que vivía Cándido en su casa la noche del 24 de octubre, ubicada a unos 15 metros más abajo del cerro donde vive ella. “Yo estaba arrinconada de aquel lado, porque, como ve, estaban volando las láminas, las cosas. No pude salir por lo mismo y como él vivía allá abajo, no vi cómo pasó eso”.

Horas después de que Cándido despertó del golpe que sufrió, atorado en una rama que lo salvó del mismo destino que su familia, fue a buscar a su madre a gritos. “Me vino a decir: ‘mamá, se me fue mi familia’”, y María contestó: “¿Pero para dónde se fue?” y agrega: “Yo pensaba, bueno, se fueron a otro lado, pero dónde se van a ir así como están las cosas”.

El viento “chiflaba, venía. No se oía nada. Le digo que mi palo se cayó, mi palo estaba grande y se cayó”, narró mientras señalaba el tronco que queda y que tuvo a mandar a cortar, sin la ayuda de las autoridades, enfatizó. Sus pertenencias, expuestas a la intemperie, rodean esparcidas el pequeño espacio en el que habló con El Sur.

A un mes del trágico suceso, el ambiente se siente “tristón” porque no encuentran a sus parientes. “Todavía no nos resignamos pues, porque apenas fue esto. Ni que sea dos meses, dos años. Uno lo carga aquí a ellos, porque todavía no los encuentra uno”, afirmó señalando María con sus manos el corazón.

“Son mi nuera y mis nietos, mi nieta tenía 13 años, mi nieto 16”. Arely, pareja de Ángel, también tiene 16 años y ambos eran estudiantes del CBTIS 14; ella fue encontrada el jueves el 26 de octubre, y Estefanía Baez, amiga de Yanet, que vivía con ellos, fue encontrada una semana después en la playa Icacos.

“Ya no queremos saber tantas cosas, como dice mucha gente que se los llevó la corriente, en la playa para el mar. Y en el mar hay muchas cosas de animales, se siente uno feo”, dijo María, también cansada de no poder encontrar a sus familiares e incrédula de lo que pasó en su hogar, a donde llegaron hace 20 años: “Éste era un arroyito, un arroyito chiquito, no era un arroyo como ahora”.

Dijo que diversos funcionarios vienen a escarbar diariamente, a unos 100 metros de donde estaba la casa derruida por el arroyo, cerca del túnel que cruza la avenida y desemboca en los acantilados. Llegan a las 10 de la mañana y se van como a la 1 de la tarde. Dejaron de ir unos días, porque se descompuso la máquina retroexcavadora “y después llegaron con pico y pala. Según que van a escarbar todo eso, que van a sacar la tierra. Pues esperamos, digo, estamos esperando la respuesta”.

Los restos de la casa que fue demolida por el arroyo que creció y las piedras que cayeron, sigue intacta, las paredes hechas de tabique y cemento se encuentran recostadas a orilla del paso del agua que destruyó la vivienda. El altar, hecho por los familiares para recordarlos el Día de Muertos, se mantiene, las sopas Maruchan, las velas y el agua se encuentran sobre una mesa como recuerdo de la tragedia.

María Concepción expuso: “Nosotros queremos que nos ayuden, que nos ayuden con algo para la casa. Algo para hacer, porque para trabajar nosotros no podemos. Mi hijo menos, porque como está malo del pie, no podemos trabajar y no hay trabajo. Toda la gente ahorita no trabaja por lo mismo”.

María vende aguas frescas con Cándido afuera de Sanborns del centro, cerca de Woolworth, en la avenida Cuauhtémoc, casi esquina con la avenida Costera. “Pero ahorita no estamos trabajando porque él está malo. Nada más estamos aquí de lo que nos están dando el apoyo, la gente: comida, agua y todo eso”.

Los otros dos hijos de María trabajan en un autolavado, “pero ahorita no hay chamba, les dijo la patrona. Se van a presentar hasta que les hablen”. No tienen ingresos económicos, “nada, nada, nada, pero pues él no puede trabajar por sus pies. Le dijo la doctora que cuando empiece a trabajar que no haga mucha fuerza”, resaltó.

Al principio de la catástrofe existió la posibilidad de que le cortaran el pie, por la gravedad de la herida. “Hasta yo me iba a sentir triste, porque como los dos nos vamos a trabajar, yo y él, madrugamos a las 4:30 de la mañana. Vamos a preparar aguas, vamos al mercado, tenemos que regresar, salimos a vender y a las 11 ya llegamos”, narró María un día de trabajo normal.

“A la gobernadora la estamos esperando para que llegue, pero nada”, lamentó a más de un mes del huracán y tampoco ha ido la presidenta de Acapulco, Abelina López Rodríguez. “Mejor vienen amistades de mi hijo, que vienen otras gentes que se conduelen de nosotros y vienen a dejar despensas o vienen los carros y ahí vamos a traer despensas. Ayer fuimos a traer despensa hasta acá, por Cantiles”.

 

Texto y foto: Ramón Gracida Gómez