17 septiembre,2017 11:41 am

Solos, de entre los escombros…

Desde la noche del jueves 7 Juchitán se ve desolado. Sus habitantes resisten, refugiados en campamentos improvisados. Desde ahí observan a las autoridades que los visitan, hacen sus promesas, se toman selfies y luego se van. La escena se ha repetido durante 10 días y hasta ahora ni siquiera han sido capaces de cuantificar los daños. Golpeados y ninguneados, los juchitecos están escribiendo su historia y lo hacen desde la tragedia; solos y en silencio

Pedro Matías y Arturo Rodríguez García / Agencia Proceso

Juchitán, Oaxaca

La ciudad es un inmenso campamento entre los escombros.
Desde la noche del jueves 7, en las nueve secciones –como llaman los lugareños a las colonias antiguas– cada manzana se convirtió en un campamento improvisado donde todos se cuidan, vigilan sus pertenencias y a sus animales.

Hoy, un tercio del caserío del municipio de 98 mil habitantes es inhabitable. Los afectados pasan las horas en el patio de lo que fue su vivienda; otros deambulan entre el cascajo, inmersos en el polvo que se adhiere a su piel e inunda sus pulmones. Muchos acuden a los centros de salud –unas precarias carpas–, tan dañados como ellos.

Diez días después del demoledor sismo los juchitecos miran con desconfianza a los extraños, incluidos los reporteros. Lo hacen en silencio. Tienen sus razones: la rapiña, las balaceras y el presunto robo de niños aumentan su inquietud.

El lunes 11 por la noche, desde los altavoces callejeros colocados por doquier se expandió el rumor sobre los presuntos raptos, aunque hasta ahora no se ha comprobado ninguno. Tampoco se sabe si las balaceras fueron reales.

Desde entonces cunde la psicosis. Nadie quiere moverse de su entorno.
Frente a la Parroquia del Señor de Esquipulas, Felipe se convirtió en guardia vecinal. Como él, los vecinos van armados con palos, piedras y llevan un silbato que tocan cada hora. Cuando lo hacen, las calles de la Sección Séptima se llenan de los agudos sonidos que los espabilan.
En esa zona donde la inseguridad es proverbial no entran la policía ni el Ejército. Por desgracia tampoco llegan la ayuda ni los trascabos para retirar los escombros, menos aún los burócratas que acompañan al presidente Enrique Peña Nieto, a sus colaboradores y al gobernador Alejandro Murat.

Quienes sí han acudido, por lo menos a Sección Quinta, son los socorristas y activistas que el pintor Francisco Toledo envió, así como los maestros de la Sección XXII, comenta doña Enedina, quien vive en esa desolada zona.

La noche del martes 12 un todoterreno negro con placas de la Ciudad de México escolta dos camiones de caja cerrada. En el vehículo va un grupo de amigas con despensas que reparten entre los damnificados, desplegados por las calles y callejones aledaños al cruce de Insurgentes y Libertad.

Los alimentos no alcanzan. Una cuarta parte de los vecinos se resigna a retornar a sus casas con las manos vacías. La escena se repite cada que llegan las colectas ciudadanas.

Los profesores de la Sección XXII, más organizados, reparten sus despensas casa por casa para evitar esos episodios. Francisco Toledo mandó colocar 30 comedores comunitarios, repartidos en todas las secciones.

En cada manzana las mujeres también preparan comida para todos y esperan la ayuda que el miércoles 13 prometió el gobernador Murat y difundió el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio, a través de sus redes sociales.

“Show” de promesas y “selfies”

El fin de semana antepasado, horas antes de que los cinco helicópteros de la Secretaría de la Defensa aterrizaran en Santa María Xadani, una pipa descargó agua sobre el descampado. La movilización priista permitió un acceso seguro al convoy de camionetas que se internaría en esa cabecera municipal que recibía la comitiva presidencial. Iba casi todo el gabinete, así como la consorte del presidente Enrique Peña Nieto, Angélica Rivera.

Territorio vedado para él, en una semana Peña Nieto ha ido a Oaxaca el mismo número de veces que durante sus cinco años de gestión, siempre bajo un riguroso control logístico que lo aísla de la población; siempre cargado de anuncios para atender a los damnificados.

A Rivera, a quien los habitantes de la comunidad zapoteca llaman Gaviota, en alusión a la telenovela que protagonizó, le pedían tomarse una selfie con ellos.

Y las selfies se multiplicaron, lo mismo con Rosario Robles, la encargada de repartir las despensas, con José Narro, el secretario de Salud, y con Murat.
Dos horas –no tres, como indicaron los comunicados oficiales– bastaron para que Osorio Chong realizara su transmisión en vivo. En ese lapso Rivera, enfundada en su conjunto negro y botas, convivió con la gente y Peña Nieto lanzó “de manera respetuosa” un mensaje a los medios de comunicación:
“Si bien es cierto que recogen los testimonios, las necesidades que hay en la población, yo les quiero pedir en forma respetuosa a los medios de comunicación que se incorporen a esta labor de solidaridad, mayor conciencia de los daños y las afectaciones que hay en estas dos entidades (Oaxaca y Chiapas) y que, más que volvernos señaladores y críticos de lo que falta, seamos parte todos de la solución.”

Durante la semana pasada, las pasarelas de funcionarios dejaron en evidencia que, más allá de los llamados a la solidaridad, no había ninguna estrategia.
El martes 12, el titular de Educación Pública, Aurelio Nuño, anunció que se reconstruirá el emblemático Centro Escolar de Juchitán, que sucumbió ante el sismo. Aunque hay cerca de 500 escuelas dañadas en la región, Nuño convocó a conferencia de prensa para anunciar la reconstrucción de ese centro.

Antes del anuncio el funcionario federal posó ante los trascabos y anunció que la tarde de ese martes 12 comenzaría la demolición del inmueble. Fue puro show, pues las máquinas sólo encendieron sus motores para el evento, lo que irritó a los juchitecos.

Al cierre de edición Nuño no sabía cuándo serán reparadas las escuelas dañadas. Y en la Base Área de Ixtepec, Murat anunció que levantaría un censo para evaluar los daños, incluido el número de viviendas afectadas y los daños a la infraestructura. En cuatro días se conocerán los resultados, dijo.