7 octubre,2024 5:32 am

Sucumbir en el olvido

 

Centro de Derechos Humanos de la Montaña, Tlachinollan

 

El 4 de octubre asesinaron a Maximino García Catarina, en Juquila, su terruño, municipio de Ayutla de los Libres. En medio de la pobreza y la inseguridad defendió a su comunidad. Fue encarcelado injustamente y un integrante destacado de la organización para el futuro del pueblo mixteco.

 

Las comunidades de la Montaña de Guerrero quedaron devastadas por el huracán John. Desde el 23 de septiembre la lluvia no cesó día y noche. Tres días más tarde varias familias tuvieron que salir corriendo porque las casas de adobe se desplomaron y otras quedaron con grandes cuarteaduras, a punto de desplomarse. En los cerros empinados, donde la gente siembra maíz, frijol y calabaza se desgajaron sus tlacololes al reblandecerse la tierra. Las grietas siguen marcadas en las paredes de sus casas. Los grandes hundimientos, los árboles desprendidos desde sus raíces y los derrumbes de piedras y lodo obstruyen las pocas carreteras que hay en la región. En los caminos de terracería sobresalen los cerros de tierra chiclosa. En medio de esta tragedia resplandece la aparente quietud y el abandono secular de la Montaña. A lo lejos luce imponente con sus cerros altivos, pero al interior de las precarias viviendas habita la desolación. Las familias sobreviven en los pisos de lodo y techos de cartón, con fogones en el suelo y leña húmeda. Sin luz, sin agua y sin alimentos. Niños desnutridos y semidesnudos, madres embarazadas sin atención médica, padres de familia sin algún ingreso.

La desesperación de las familias se acrecienta ante la ausencia de las autoridades. En San Juan Escalerilla, donde hay una decena de familias damnificadas, hay un letrero que sintetiza la desatención gubernamental: “refugio temporal. ¡Auxilio!”. En una manta mojada expresan su súplica: “gobernadora ayúdenos por favor”, “Damnificados piden ayuda a la gobernadora Evelyn lo más pronto posible” y “pedimos ayuda gobernadora Evelyn y al gobierno federal. Claudia ya perdimos nuestro hogar”.

El desolado camino inicia pasando Tlatlauquitepec con un boquete en el asfalto. A 500 metros hay derrumbes que bloquean la carretera. Sólo una pequeña brecha da paso para que los carros continúen su marcha. Se llega a la comunidad de Chalma en medio de árboles caídos y hundimientos. Las tablas húmedas donde ponen montones de durazno, manzanas, hongos están abandonadas. Nadie les compra. Pasando la comunidad Los Pinos, municipio de Zapotitlán Tablas los hundimientos son más pronunciados y los derrumbes no dejan espacio ni para pasar caminando.

La tierra sigue húmeda como si recién hubiera pasado la lluvia. El viento frío no cesa, mientras el rocío aún sigue colgado del zacate. Los rayos del sol se asoman en medio de la densa neblina. Las nubes cargadas de agua son ahora una amenaza para los habitantes que sobreviven en el fango. Todo es silencio. Las pequeñas lagunas están al tope al grado que ahogan las milpas que están alrededor.  La gente no se deja vencer por las inclemencias del tiempo. En Ocopexco, la gente se organiza para quitar el lodo y trozar las ramas de los árboles para abrir paso en su camino.

Desde la media mañana la lluvia no para. Sin importar el mal tiempo los habitantes se organizan en cuadrillas para quitar con pico y pala el lodo de los caminos. En el tramo a Escalerilla un grupo de personas quitaba las ramas de los árboles de encino que estaban sobre la carretera. Entre tanto las mujeres acarreaban la tierra con cubetas y carretillas para abrir paso. Francisco Tenorio, integrante del programa Sembrando Vida, señaló que se están organizando por iniciativa propia para “hacer labor comunitaria con los derrumbes. Porque si no quitamos esa tierra se va a ir y ya no habrá paso. Queremos abrir la cuneta y que el agua se vaya para allá. Varios niños de la comunidad van a la escuela secundaria de Ayotoxtla y por esta parte caminan. Dios no lo quiera que pase un carro con un chofer medio alcoholizado y les puede pasar algo a los alumnos. Con esa intención lo hacemos”.

Una señora con mucha tristeza comenta: “Yo fui afectada porque se cayó mi milpa y mi casa. No tengo cocina ni para preparar mi comida. Quiero que las autoridades levanten el censo, quién y cómo se llama la persona afectada para que programen los recursos. Tenemos casas cuarteadas y las milpas quedan pocas, la tierra se fue para abajo y se llevó la milpa. Todo se echó a perder”.

Eufemio Dircio y su esposa de 60 años de Escalerilla Centro se quedó sin casa porque se cuarteó por las lluvias. Una esquina de su casa quedó totalmente abierta y con la inundación en el piso de tierra terminó en un lodazal. El fogón quedó cubierto de tierra y un lado de su casa se convirtió en un pequeño ojo de agua. Tuvieron que salirse y rentar un espacio de 500 pesos al mes. Su hija, quien vive en Cuadrilla Capulín, a media hora caminando de Escalerilla, pidió auxilio a las autoridades municipales, porque están incomunicados por el creciente río y la carretera trozada, “ pero no hay nada de ayuda”.

Las casas quedaron inundadas, derrumbadas y cuarteadas. El centro de salud cuenta con una enfermera, pero no atiende porque no hay medicamentos. Están a la deriva entre la niebla y la constante lluvia. Doña Martina Dircio Ortega se queja de que ninguna autoridad llegue a sus comunidades: “por lo menos que las autoridades nos dieran apoyo, que nos dieran una vivienda, que nos dieran algo de despensas para que la vayamos pasando. Eso es lo que necesitamos aquí ahorita. Nosotras no tenemos ni cómo trabajar, ni cómo salir. Que nos hicieran caso, que vean también que nosotros aquí sufrimos no nada más los de Chilpancingo y Acapulco están sufriendo. Aquí se sufre más que en la ciudad porque allá por lo menos tienen tiendas grandes, y aquí no hay nada, aquí hay que caminar para buscar alimento. Es muy triste en la Montaña. Ojalá que nos escuche la gobernadora y ahora Claudia Sheinbaum, que necesitamos apoyo urgente en la Montaña”.

Una pared de las casas de Francisca Martínez y Eustoquia Aguilar se desplomó. Quedaron inundadas. Tuvieron que hacer zanjas al interior para que saliera el agua. Un lado de la cocina quedó arqueada la pared con el peligro de que con las lluvias todo se caiga. Esta misma historia se repite en la colonia Linda Vista, ubicada en la falda de un cerro. Luisa Tenorio llegó corriendo con su niña de 2 años en el brazo para que al menos se le tomara fotos a su casa dañada. Está desesperada porque su único espacio de 4 metros, se le vino parte del cerro.

Alfredo Bello, delegado de Linda Vista, municipio de Zapotitlán Tablas, reportó      que hay muchos damnificados, sin embargo, quienes han acudido con él son “Cirilo Canuto, Cira Tapia, Raymundo Domínguez y Zeferino Jorge quienes perdieron su casa. Aproximadamente 40 personas perdieron su milpa y en todas las casas hay goteras”. A Maribel Huerta se le hundió su casa porque la tierra se agrietó más de 200 metros, pasando a perjudicar la casa de don Carmelo. Rufina rompió en llanto cuando empezó a contar que el 26 de septiembre escuchó el estruendo de la tierra: “salí corriendo, pidiendo a diosito que me salvara. La lluvia estaba fuerte, ni siquiera me quise asomar, porque el cerro estaba abriéndose más. Desde ese día no me da hambre porque es la única tierrita que tengo para vivir. Dónde me voy a ir ahora”. Las lágrimas también se rodaron en el rostro de Carmelo y de las demás señoras. No encuentran consuelo a sus dolorosas penas.

El comisario municipal de Escalerilla Laguna, Felipe Domínguez Bartolo, denunció las afectaciones de la infraestructura de cien casas, 5 aulas escolares, la cancha techada de la comunidad y la plaza de toros. También como 20 kilómetros de deslaves, hundimientos y destrucción total o parcial en carreteras y caminos, 10 kilómetros de tuberías de agua potable y 500 productores agrícolas que perdieron total o parcialmente sus cultivos.

Muchas familias llevan 10 días viviendo en la comisaría municipal. Ahí duermen y preparan sus alimentos. Esperan que alguna autoridad intervenga, pero nadie les hace caso. En un letrero se lee: “señora gobernadora apóyenos por favor”. “Estamos pidiendo el apoyo de la señora gobernadora y la presidenta de México. Necesitamos víveres, ropa, zapatos. Hay muchas afectaciones en todo; escuelas, plaza de toros, cancha techada, hay muchos derrumbes donde siembran las familias. Están publicando mucho de Acapulco, pero aquí también es Guerrero, no nada más Acapulco y la Costa, sino que en la Montaña Alta somos humanos también”.

“Yo soy uno de los vecinos de Escalerilla Lagunas y aquí están muy afectadas las milpas, las casas y carreteras derrumbadas. Yo pido a la gobernadora a ver si nos puede apoyar lo más pronto posible, también le pido a la presidenta de México que nos apoye. Ahorita está muy feo, nos reunimos aquí porque nuestra casa ya se está cayendo. Por eso urge que nos mande apoyo la gobernadora, por favor es la petición de la comunidad. Nuestros hijos están aquí sufriendo sin nada para comer”.

La desesperación de las familias afectadas por el huracán John están al tope, como las pequeñas lagunas que les rodean. Sus voces no tienen eco en las autoridades estatales y federales. Siempre han experimentado que la visión clasista y racista de la clase gobernante ignoran o acallan su grito desesperado. La desatención es generalizada. En todos los municipios de la Montaña Alta se multiplican los casos que aquí registramos en un pequeño recorrido de Tlatlauquitepec, municipio de Atlixtac hacia algunas comunidades de Zapotitlán Tablas. La resistencia de las familias es heroica, siempre han tenido que abrirse paso con sus propias fuerzas, pero todo tiene un límite. La devastación requiere la urgente intervención de los tres niveles de gobierno. Los presidentes municipales deben de involucrarse, lo mínimo que tienen que hacer es registrar los múltiples daños de las familias y conformar su comité de protección civil para solicitar formalmente a la gobernadora que incorpore los municipios de la Montaña en la declaratoria de desastres. De lo contrario seguiremos hundiéndonos en el fango del olvido.