22 julio,2023 9:07 am

Terminan la primaria siete niños na savi de Metlatónoc en medio de una extrema pobreza

Yu’u Timi, Metlatónoc, 21 de julio de 2023.-Entre las escarpadas montañas que rodean la comunidad de Yu’u Timi, municipio de Metlatónoc, siete niños y niñas na savi concluyeron sus estudios en la primaria Lucio Cabañas Barrientos, el pasado viernes 14 de julio. Una sonrisa se dibujaba en sus rostros. A pesar de los caminos sinuosos de la educación, la vida les ha mostrado las geografías del hambre.

Desde las seis de la mañana cuando el viento soplaba frío dos niños empezaron a caminar de los cerros sagrados más altos para llegar a tiempo a la escuela y no perderse ni un minuto los preparativos de su clausura. Esta vez sin las mochilas descendían de las nubes jugueteando con las piedras que se atravesaban a su paso. Se paraban de momentos para contemplar el horizonte, pero seguía neblinoso, no se podía ver más de 100 metros. El corazón empezó a palpitar cuando observaron las primeras casas todavía envueltas de niebla espesa y blanca. El camino cayó a la carretera y rápidamente tomaron la brecha que conduce a la escuela, donde las maestras colocaban los últimos detalles con globos blancos.

El niño Maximino siempre caminó 40 minutos para llegar a su escuela. Con pequeñas manchas blancas en la piel cargaba su mochila con algunos libros y su libreta. Con el estómago vacío llegaba a las clases. Lo mejor que podía pasar era tomar una taza de café y de vez en cuando un par de tortillas y frijoles. Sin embargo, es probable que su avidez por las matemáticas haya empezado contando los frijoles de su plato, las tortillas y en las noches las estrellas que brincan en el cielo.

Como todos los niños y niñas de la comunidad, Maximino después de clases se tenía que ocupar en alguna actividad del campo ayudando a cuidar chivos o la siembra de maíz, frijol y calabaza. El frío hace que la milpa tarde de siete a ocho meses en crecer y que la cosecha sea poca. Se agrava más porque en la comunidad no hay fuente de trabajo, sólo pobreza. La mayoría de las familias tienen que salir a trabajar a Tlapa, a los campos agrícolas y a Estados Unidos para salir adelante. El papá de Maximino tuvo que migrar a Nueva York para poder ganarse un dinerito para que sus hijos estudien.

Doña María acompañó a su hijo Maximino a la clausura, el más destacado del salón. Sus padres recibieron un reconocimiento, y  él mismo por ser el sobresaliente de la clase. Desea continuar sus estudios de secundaria, pero aún es incierto porque depende de los recursos económicos con los que cuentan sus padres. Además, tiene que salir a Metlatónoc porque en Yu’u Timi no hay secundaria, pero no tiene conocidos, ni el suficiente dinero para rentar un cuarto. La única opción es caminar cinco horas diarias de su localidad a la cabecera municipal. El escenario es gris porque si no hay oportunidades para él tendrá que enrolarse como jornalero en los campos agrícolas de Sinaloa o Chihuahua.

Los siete niños y niñas indígenas corren con la misma suerte si las autoridades locales, estatales y federales no dan las facilidades para una educación más accesible y de calidad. En su clausura fue evidente que no hubo apoyo de las autoridades educativas, sólo el esfuerzo de las maestras llenó de felicidad los corazones de estas infancias rotas.

Con una bocina organizaron el último pase de lista para entregar las boletas de calificación. Uno a uno se levantaba de las sillas que sus padres les habían arreglado con pedazos de madera para poner sus cuadernos. A pesar de que el comité de padres de familia y las maestras gestionaron butacas nunca les llegaron. Los dos salones de clases tuvieron que construirlos con más de 30 mil pesos que las familias de la comunidad pudieron recabar. Las autoridades simplemente se desentendieron.

La clausura de las niñas y niños fue por cuenta de las familias y las autoridades del pueblo. Se cooperaron para comprar adornos y una res para dar de almorzar y comer a todos los asistentes. La alegría de que los hijos de Yu’u Timi concluían sus estudios de la primaria era señal de esperanza y de que las nuevas generaciones cumplirán sus sueños.

La profesora Savi Francisco fue quien motivó a los niños a querer salir adelante y a organizar a los padres de familia para apoyar a sus hijos en sus estudios. Con la organización comunitaria lograron construir las aulas para la niñez.

La comunidad na savi de Yu’u Timi pertenece al municipio de Metlatónoc, uno de los más pobres de México. La mayoría de sus habitantes viven en extrema pobreza. El rezago social es muy alto y el analfabetismo está en las nubes. Las familias viven de la siembra de maíz y frijol principalmente. La migración de algunas familias hace que sorteen algunos gastos. El acceso a la salud es limitado porque las caravanas llegan cada 15 días. No se cuenta con médicos permanentes. Las familias están abandonadas por las autoridades estatales. La exigencia de aulas dignas y material didáctico no han tenido eco. Es tan grande la esperanza que tienen las familias para que sus hijos e hijas sigan estudiando que buscan la manera de trabajar para realizar las cooperaciones escolares.

Desde hace un año y medio los padres de familia y las profesoras han solicitado al presidente municipal de Metlatónoc, Idelfonso Montealegre Vazquez la construcción de sus aulas, pero no ha dado ninguna respuesta. En los últimos meses ni siquiera ha querido recibirlos. También han enviado junto con el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan una solicitud al gobierno del estado para la construcción de la escuela, pero tampoco hay respuestas.

La niñez resiste en las montañas contra el olvido de las autoridades, contra la discriminación y la violencia estructural que persiste y se agudiza en las poblaciones indígenas. Diariamente luchan contra la pobreza y abandono gubernamental. Saben que los programas son paliativos pasajeros que prolongan el sufrimiento, y a algunas familias ni les llega. Es una realidad pesada, donde los niños y niñas cargan la cruz en sus espaldas cuesta arriba para alcanzar sus sueños.

Texto y foto: Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan