2 mayo,2018 6:59 am

Trabajo y Kapit@l

Eduardo Pérez Haro
 
Para los trabajadores y sus aliados.
Trabajar y pensar en los trabajadores tiene sentido y perspectiva, es la mejor guía para no perder la razón y estar en movimiento, ser libre y con una posibilidad universal liberadora que, entre tanto, aproxima el abatimiento de las injusticias y amplía el espectro de los derechos posibles contra los derechos dominantes de los dueños del kapital.
Una lucha, un forcejeo, de todos los días, con avances y retrocesos, donde se ponen a prueba las capacidades de la conciencia y la organización en la defensa de los intereses individuales y colectivos que corresponden a cada quién según el lugar que ocupa en la organización social de la producción y, por ende, de la vida diaria en sus diferentes espacios de convivencia y despliegue.
En el centro del mundo glob@l prevalece la reunión creativa y contrapuesta entre el trabajo asalariado y los dueños del kapital. No hay otro eje ordenador que el valor y la ganancia aún en el mundo globalizado, terciariz@do, financiariz@do o hipertecnific@do y por consecuencia su explicación y el trazo de los cambios no puede apartarse del mercado del kapital donde confluyen el trabajo y los medios de producción sea en la esfera de la producción o de la comercialización donde se eslabona el ciclo de reproducción del kapital tras la producción y circulación de mercancías o servicios.
El fenómeno del sistema capitalista se complejiza, pero no pierde su esencia, su funcionamiento se complica y su destrabamiento también. En su significativo acontecer, particularmente notorio desde la revolución industrial de fines del siglo XVIII, ha sido escenario de una multiplicación de las áreas de desempeño como progresiva división del trabajo desde donde se multiplican los intercambios. El mercado se amplía, relumbran progresos materiales y a la par se libran embates de clase que abren espacio a los derechos de todas la personas y formas asociativas, a las diferentes prácticas sociales y de las naciones, etc. Nada viene por graciosa casualidad u otorgamiento benevolente, es, en cualquier caso, consecuencia de la correlación de fuerzas en contradicción y arreglo obligado ante el imperativo sistémico de funcionamiento entre el kapital y el trabajo.
Dos siglos después tenemos un sistema capitalista que por sus dimensiones y la evolución de sus formas de expansión se enfrenta a sus desproporciones y aberraciones por cuanto se extiende en aparente contranatura cuando suple la competencia por la acción del monopolio y el progreso técnico por la superexplotación, el dinero como medio de pago por el dinero como pagaré, la divisa monetaria del comercio internacional como exponente del poder político, y así también cuando los capitalistas prefieren la ganancia especulativa a la plusvalía emanada del proceso productivo, etc.
Mas el problema de fondo surge cuando estas tergiversaciones de la lógica de la reproducción del kapital palidecen con signos de agotamiento, los derechos retroceden y el trabajo se depaupera, cuando no desaparece, sea en la superpoblación desocupada, en la falta de preparación de sus capacidades, en la emigración o en la reversión de la pirámide de crecimiento demográfico. La sociedad se desespera, se estremece y el horizonte se difumina.
Los países otrora ejemplares del capitalismo se convulsionan y se contradicen, se desdicen de los preceptos canónicos con los que emprendieron la globalización como fase de consagración de su predominio y proponen retomar el proteccionismo que antes pregonaron como limitante del crecimiento económico. Y los trabajadores se diseminan en el trabajo flexible que les arrebata los derechos conquistados y se asumen con desempeños a destajo y sin compensaciones a la tasa de explotación dentro de la llamada economí@ del conocimiento, las poblaciones abiertas se dislocan en medio de la orfandad y el mito. Y sin embargo…
La crítica se filtra, la protesta se abre paso, la inconformidad se expande, los movimientos sociales emergen aquí y allá, nada que advierta una revolución, empero ya debilitan las bases de sustentación de los regímenes de gobierno que incumplen deliberada y reiteradamente, que contravienen la demanda implícita y explícita de las sociedades de base entre los pobres y las clases medias, empresarios pequeños y medianos, incluso aquellos grandes empresarios que no se corresponden en la componenda corruptocrática o al revés, el Estado sucumbe ante el activismo gubernativo de los hombres de negocios.
El capitalismo de nuestro tiempo se muerde la cola en una dinámica centralizadora que deja de ampliar la base de la reproducción del kapital como fundamento del crecimiento y eventual vehículo del desarrollo del trabajo bien remunerado. La normalidad que nos quieren vender es la de crecer menos, mientras las burbujas de la deuda y la sobrevaloración especulativa del mercado bursátil se inflan y se inflan, con riesgo permanente de estallar y lanzar a todo mundo a una crisis de grandes proporciones, por decirlo conservadoramente. Lo saben y lo expresan con inquietud desde las más altas esferas del sistema financiero y, no obstante, se aferran a las fórmulas que nos han acompañado en la historia del auge-crisis 1945-1973 y el auge-crisis 1974-2008 que una década después pervive ocultada por la ayuda monetaria, subyace y reacciona con la intentona proteccionista de Donald Trump contra el librecambismo.
Sin mayores alardes, los países emergentes, con China a la cabeza y elocuentes ejemplos en Asia, Europa, África y Oceanía, se distinguen por escapar a la dicotomía simple de esa controversia y se inscriben en el mundo globalizado con la procuración de un núcleo tecnoproductivo endógeno apoyado en la inscripción del trabajo asalariado cada vez mejor remunerado. En América, Brasil enfilaba esa posibilidad, pero ha retrocedido por una combinación de factores que por supuesto incluye el golpe de Estado legalizado contra Dilma Rousseff y Luis Inacio Lula da Silva.
La movilidad de las sociedades de base puede contribuir a compensar las insuficiencias de la lucha obrera, que en gran medida se explican por su disgregación en la recomposición del proceso de trabajo y la producción de la presente era cibernétic@ vis a vis la preponderancia de la ganancia financiera, mas ello no necesariamente corre a la izquierda en favor de un desarrollo provisto de la ruta dada por un sólido proceso industri@l y de servicios relacionados, y la correspondiente distribución del ingreso por la vía del trabajo bien remunerado, ni tampoco en favor implícito del fortalecimiento de la gestión democrática y la ampliación progresista de los derechos sociales y de los ciudadanos. Estados Unidos es un buen ejemplo, mas no es el único. La reivindicación de clase no corre su mejor suerte de mediano plazo con la demanda gremial aislada, tiene que apelar a su mejor inscripción en la orientación política de la diversidad de reivindicaciones sociales y viceversa conformada por los distintos sectores desplazados por el ansia y la desesperación de las élites del poder económico y político, hoy contrapunteadas en México, Estados Unidos y buena parte del mundo.
Este papel de ordenamiento y síntesis de las demandas de las sociedades de base encabezadas por los trabajadores así como la estrategia definida y contextual para el desarrollo lo deberían de cubrir los partidos políticos, mas no se aprestan, ni se preparan, ni se proyectan, nos proponen un frívolo y mezquino guión de la pastoral electoral sin ningún contenido ni discusión abierta, teniendo como trasfondo la precariedad del trabajo y la segregación social, con la triste desventaja de que esta obra teatral está puesta sobre el escenario de la realidad. Oferta pobre para los pobres, inconsistente y revuelta para los patrones, y muy desgraciada para honrar a los mártires de Chicago y su legado. Y sin embargo… habrá que no cejar. Los trabajadores siguen siendo el referente y el desarrollo capitalista el escenario del cambio progresista, por ahora.
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