29 octubre,2021 10:55 am

Un feminicidio en Xochistlahuaca, expuesto desde el tejido en el corto “Flores de la llanura”

“Se habla de lo que pasa en las ciudades grandes, pero no hay nada de las comunidades, de lo que está pasando ahí, un censo, una estadística, mucho menos historias concretas. Es desgarrador”, expresa la directora Mariana Rivera, quien ha trabajado durante años con mujeres bordadoras amuzgas

Especial para El Sur

El 19 Festival Internacional de Cine de Morelia, que tiene lugar del 27 de octubre al 1 de noviembre en esa ciudad capital de Michoacán, este jueves se estrenó el corto documental Flores de la llanura, un trabajo dirigido por Mariana Rivera y producido por Urdimbre Audiovisual en el cual el universo amuzgo de Xochistlahuaca aflora en una historia de fraternidad ante el dolor que provoca un feminicidio.

Yesenia López de Jesús, de 34 años y protagonista del filme, cuenta la historia del asesinato de su prima Silvia, pero no de un modo sensacionalista o lacrimógeno. La dirección de Rivera vuelve este relato una pieza que va más allá de lo evidente, de lo aparente.

En la cosmovisión amuzga o ñomdaa existe una metáfora de la vida y la muerte, y puede encontrarse en los tejidos que distinguen a esta cultura de las otras que conviven en Guerrero. Todo lo que tiene un inicio también tiene un final, como el hilo con el que tejen las mujeres bordadoras en Xochistlahuaca, y esa es la premisa que permite a Flores de la llanura abordar el tema sensible y complejo del feminicidio.

La relación entre el tejido y la cosmovisión no es nueva para Mariana Rivera, quien desde sus años de estudiante de doctorado se acercó a esta comunidad con el objetivo de aprender y entender cómo el tejido es un código para comprender la vida y las ausencias. “Me dijeron que había unas tejedoras extraordinarias y fue en la Flor de Xochistlahuaca donde conocí a muchas mujeres, siempre me abrieron la puerta de su casa y ahora son como mi familia”, comparte la directora en entrevista con El Sur.

“Hay una figura –prosigue– que se teje y que es un sinónimo de las letras, por eso se dice que se escribe sobre el telar, que es una escritura y que a través de ella se cuentan historias”.

Mariana y Yesenia se conocieron en ese momento formativo y la tejedora se convirtió en una mentora para la futura documentalista, con quien estableció un diálogo constante y permanente a lo largo de varios años en los cuales se plantearon inquietudes, preguntas y finalmente se estableció una confianza que permitió a la realizadora acercarse a la historia de Silvia, asesinada por su marido en 2018.

Ritual de sanación, de nombrar lo que sucede

“Hay una historia de violencia que permea a muchas generaciones de mujeres en las comunidades de pueblos originarios y de la cual no se habla nada o no se sabe mucho”, apunta Rivera, para quien era necesario abrir una puerta de comunicación y sensibilización a través del trabajo documental acerca de lo que acontece en Guerrero en materia de feminicidio y violencia de género.

“Se habla de lo que pasa en las ciudades grandes, pero no hay nada de las comunidades, de lo que está pasando ahí, un censo, una estadística, mucho menos historias concretas. Es desgarrador”.

Según datos del reporte de violencia contra las mujeres elaborado por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Salud Pública (SESNSP) de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), tan sólo uno de cada 10 asesinatos de mujeres en Guerrero es investigado como feminicidio. En el primer semestre de 2021 se registraron 71, sin embargo, la cifra podría ser mayor ya que no siempre se documenta correctamente este tipo de homicidios.

El caso de Silvia es excepcional ya que su madre –acompañada siempre por Yesenia– nunca desistió en la exigencia de justicia, a pesar de que recibió ofrecimientos de compensaciones económicas. Tras poco más de tres años, el asesino de ella fue sentenciado a 50 años de prisión.

“Que una película abra la posibilidad de que las mujeres en Xochistlahuaca y en otras comunidades similares se pregunten qué nos está pasando, cuántas hemos pasado violencia, qué tipo de violencia y qué vamos a hacer”, destaca Mariana, le da una dimensión positiva a este trabajo documental.

En contraste, a cuatro años de la activación de la Alerta de Género en Guerrero, la suma registrada por el Movimiento Amplio de Mujeres es de al menos mil mujeres asesinadas en los últimos cuatro años, muchos de ellos en la región de la Montaña y en la Costa Chica, de los cuales tan sólo 0.77 han sido clasificados como feminicidios.

“Con todo lo que pasa con la violencia contra las mujeres, es importante resaltar que la película es también un ritual de sanación y de escucha, de poderse abrazar, de tomarse las manos y nombrar lo que sucede. Su función es ritualizar el tema y sanar, y si eso tiene eco además, que repercuta en otras comunidades, mejor. Se habla mucho del feminicidio en el mundo mestizo, pero en el mundo indígena la muerte es otra”, puntualiza la directora de Flores de la llanura.

“No olvidamos, pero ya lo podemos hablar”

“Es bien complicado hablar de lo que nos sucedió en la familia –reconoce Yesenia, entrevistada para El Sur–. La mamá de mi prima Silvia me preguntó si algún día podríamos hablar abiertamente de este dolor y también me dijo que no sabía”.

Personaje central del cortometraje, Yesenia acompañó a su tía en el largo y doloroso camino burocrático para hacer validar su derecho a la justicia tras el feminicidio de Silvia. “Quería hablar de esto y junto con Mariana decidimos que fuera de esta manera, contar lo que pasó, lo que hicimos para encontrar justicia, cómo hemos logrado un poco remediar este dolor, no olvidamos, pero ya lo podemos hablar, en el documental está lo que nos nació contar y decir”.

En la cosmovisión ñomdaa la vida y la muerte semejan el inicio y el final de un hilo con el que se teje, con el que se dibuja un rastro en este mundo. Eso somos, una huella. En estos dos extremos también cabe la posibilidad de no morir del todo, de permanecer de alguna manera. Lo explica Yesenia: “las personas mueren completamente cuando nosotros nos olvidamos de ellas, pero mientras las recordamos y mientras están en nuestras vidas y en nuestros corazones sólo están ausentes”.

Un símil de esta ausencia, que no muerte, es el telar, porque los hilos se convierten en un textil, en una prenda que cobra vida, así como los descendientes de Silvia, que ahora son su legado en la Tierra.

“Cuando alguien se va o se muere nos deja dolor y sentimientos tristes, pero si hizo algo para no olvidarle, no se va del todo. A Silvia la vemos a través de sus hijos, que son sus retoños que ella dejo, debemos apoyarlos porque ella está ausente”.

“La idea es que las mujeres no nos quedemos calladas”

Flores de la llanura innova, tanto en la temática como en la producción de música original y en el trabajo en amuzgo, lo que representó un enorme reto, pues se requirió de una constante traducción.

Josué Vergara, productor y encargado del sonido y la posproducción, cuenta que su intención fue “reunir la musicalidad del telar, de la lengua y la propia música tradicional, así que generamos una base de percusión con el telar mismo y sobre eso fuimos mezclando lo demás, al final resultó un collage que montamos directamente”.

Feliciano, el violinista, continúa Josué, “se reía mucho de que lo acompañaba con la percusión del aplanado de algodón y tomamos un poema de Héctor Onofre, aunque modificado, para tener una letra que hablara del amor fraterno, un amor como de hermanas entre Yesenia y Silvia, que fueron muy cercanas y amigas”.

En la escuela del documental antropológico y etnográfico que heredó México del Instituto Nacional Indigenista, la música de fondo es un estereotipo repetido durante décadas. No es fácil romper con esa tradición de una forma propositiva y respetuosa en la que las comunidades no terminen siendo simple escenografía, pero Flor de la llanura lo logra.

La condición del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) de que la mitad del equipo de producción fuera originario de Xochistlahuaca tuvo como resultado este acierto musical, como fusión e innovación, además de propiciar que el documental se rodara en ñomdaa en su totalidad. “Decidimos que fuera todo en la lengua de la comunidad porque es también parte de la musicalidad del trabajo”, remarca Josué.

Yesenia cierra con una reflexión en torno a este proyecto: “No estamos buscando más violencia. Queremos contar esta historia desde otro punto de vista, de cómo hemos apoyado a la familia, de si estamos juntas y nos apoyamos. Esperamos que cuando la gente lo vea genere reflexión, la idea es que las mujeres no nos quedemos calladas”.

Texto: Heriberto Paredes