17 abril,2023 5:27 am

Un nuevo bosque en El Coacoyul

Silvestre Pacheco León

 

Realicé la segunda visita al grupo de “sembradores de vida” en el ejido del Coacoyul. A invitación del regidor de Desarrollo Rural, Jesús Espino, recorrimos las parcelas de Ramiro y Luis Espino que se localizan muy cerca del poblado, en la planicie costera conocida como Las Humedades, entre la carretera federal y el bulevar del aeropuerto internacional.

Las parcelas donde crece el nuevo bosque son de casi 3 hectáreas de superficie, rodeadas de huertas de palmeras de cocotero que ya pasaron su mejor época productiva cuya altura de más de 10 metros significa mayores dificultades para el provecho del producto porque cada vez son más escasos y caros los tumbadores de coco cuya mano de obra especializada eleva los costos de producción, pues al decir de los dueños de las huertas, aparte de caro cada vez le recortan el tiempo a la jornada de trabajo por lo extenuante y riesgoso, todo lo cual dificulta la parte de su comercialización aunque vendido como fruta el coco ahora ha subido su precio a 30 pesos, con una demanda creciente de consumidores que convencidos de las bondades nutricionales y alimenticias de esta fruta que abunda todo el año, están dispuestos a pagar por un coco más de lo que cuesta un litro de gasolina.

Por cierto que tratándose de un producto energético de primer orden, característico de la costa, sus vendedores callejeros siguen siendo tratados con la punta del pie por las autoridades que no pasan de verlos como estorbo o a lo sumo causantes de impuestos por el aprovechamiento de las áreas públicas, en vez de sacarle provecho a la cultura del coco dotándolos de vistosos puestos de venta móviles, uniformándolos capacitándolos en el manejo higiénico de su venta, sin el empleo de tanto envase desechable, prefieren maltratarlos.

Pero volviendo a la experiencia del recorrido, las parcelas cuyo cultivo tiene apenas una antigüedad de 3 años son un atractivo que atestigua la transformación del paisaje baldío y enmontado a otro limpio y sembrado de árboles forestales y frutales, aprovechando el residuo de tierra para la siembra de maíz de temporal que ahora está en plena cosecha.

Una de las parcelas visitadas fue antes un potrero de ganado bovino el cual llegó a su fin porque el dueño es una persona de la tercera edad que dice no sentirse competente ya para andar lidiando con los animales, habiendo criado a hijos que ven sin interés el trabajo del campo que para hacerlo producir requiere entrega, trabajo y constancia.

Ramiro Espino cuenta no sin nostalgia su época de ranchero y lo que implica el cuidado de las vacas, su provisión de agua todos los días, la ordeña en las madrugadas, sin descanso ni pausas porque el trabajo incluye revisión y reparación de cercas así como el cuidado permanente de la salud de los animales.

El campesino refiere que la decisión de liquidar sus vacas la aceleró una mal obra de algún vecino que por no querer caminar tanto prefirió cruzar la parcela cortando el alambre de la cerca, lo cual permitió la salida de las vacas y el semental, causando daños en las huertas vecinas y hasta accidentes en la carretera.

Eso fue lo que le ocurrió hace algunos años a Ramiro quien obligado a viajar a la Ciudad de México por problemas de salud no encontró a nadie de confianza para hacerse cargo del ganado y fue precisamente en su ausencia cuando los animales se escaparon y al deambular por el bulevar un tráiler le mató al semental y atropelló a dos vacas que en el acto fueron “carneados” como se dice en el ambiente de los ganaderos y comerciantes al hecho de aprovechar la carne del animal atropellado cortándole para robar las piezas salvables.

Ya liquidado el ganado, en esa parcela que se encontraba enmontada y baldía Ramiro Espino supo del proyecto presidencial de Sembrando Vida lo que él miró como un sueño que ahora se está convirtiendo en realidad al transformar ese terreno abandonado en un huerto de guayabos, guanábanos y naranjos alternados con cedros, robles, quebraches y caobas, los cuales están creciendo tan rápido que algunos como las caobas han alcanzado una altura de más de 6 metros, todos ellos reproducidos con semillas criollas colectadas por los mismos campesinos en un moderno vivero, los cuales para descanso de los antiguos ganaderos, tienen la ventaja de que no se mueven como las vacas y no necesitan de pastoreo.

De este nuevo bosque en formación está orgulloso Ramiro Espino quien dice que aunque no logre verlo crecido en toda su magnitud está contento porque sabe que está poniendo su grano de arena en el propósito del presidente de México para que todo sea mejor y para que la nueva fisonomía que tendrá el paisaje rural en su terreno lo vean y aprovechen las nuevas generaciones, por eso mientras caminamos por los surcos va mostrando orgulloso cada uno de los ejemplares como si se tratara de la historia de sus hijos pequeños.

De todos los árboles frutales los más avanzados son los guayabos de la variedad perulera porque tienen la forma de pera, algunos de los cuales ya están pariendo.

El vecino y sobrino de Ramiro, Luis Espino tiene una interesante barrera rompe viento de árboles forestales sembrados muy cerca uno del otro de manera que la competencia disputándose entre ellos el espacio para obtener los rayos del sol es más cerrada, lo cual los obliga a crecer casi de manera desmesurada. Esos árboles custodian una huerta sembrada de palmas de cocotero que han crecido tan rápido de que todos creen que para el próximo año ya se estarán estrenando en su producción.

La tierra de Ramiro es de una capa superficial rica, como son todos los bajiales, lamosa y arcillosa, pero en la profundidad es de un barro chicloso que dificulta el desarrollo de las raíces, eso es en parte la razón de que hasta dos surcos de árboles se hallan muerto, haciendo necesaria la resiembra con otro tipo de plantas que ahora van creciendo sanas.

La limpieza en que se mantienen las parcelas habla bien del compromiso que tienen los campesinos para lograr las metas que el grupo de sembradores se ha propuesto, y confían en que para el próximo año estarán cosechando los frutales y transformando la zona en un verdadero bosque que todo mundo podrá visitar y disfrutar porque con la cercanía y la facilidad para llegar a sus parcelas Ramiro ha decidido aprovechar la suya turísticamente y tiene en la mente construir una casa de campo como parte del concepto del turismo rural que el grupo de sembradores promueve, construyendo para muestra una casa de campo sustentable que sirva de posada, descanso y provea de alimentación a los visitantes que podrán disfrutar del nuevo bosque y los atractivos propios de los animales y aves que pueblan el ambiente.

El regidor Jesús Espino, más conocido como el arquitecto Chuy, fundador del grupo de sembradores en el ejido ha fortalecido su visión de vincular esta experiencia de crear un nuevo bosque vinculándolo al polo turístico de Zihuatanejo e Ixtapa que cada vez atrae a más visitantes quienes, entre otras cosas, demandan para vacacionar lugares que sean amables con el ambiente y valoran convivir con quienes además de cuidar su entorno buscan mejorarlo combatiendo el calentamiento global y creando un ambiente de clima placentero donde se produzcan alimentos naturales y orgánicos de origen local.