9 enero,2024 4:36 am

Una oportunidad de oro

Abelardo Martín M.

 

La recuperación de Acapulco y de Guerrero en general, después de la terrible devastación producida por el huracán Otis, a finales de octubre pasado, avanza y sorprende a propios y visitantes. Quienes se dieron la oportunidad de visitar el bello puerto, hoy destruido en su naturaleza y en buena parte de sus edificios, pudieron palpar la fortaleza de sus habitantes, cómo ante la adversidad han avanzado, porque al fin y al cabo, la vida sigue.

Para el gobierno de Guerrero, encabezado por la gobernadora Evelyn Salgado, hay enfrente una oportunidad única, gracias al apoyo federal promovido por el presidente López Obrador, con toda la ayuda humanitaria que se moviliza día tras día desde el 25 de octubre, de haber recuperado el control de la gobernabilidad, tan disminuida y debilitada por una sucesión de funcionarios públicos irresponsables, un sistema podrido y bandas del crimen organizado que se apoderaron del estado, incluido el puerto de Acapulco.

Hoy la destrucción permite corregir todas las fallas, vicios, corruptelas, desviaciones y problemas que se acumularon por décadas, tanto en el desarrollo urbano, como en la operación de giros comerciales y de servicios. La gobernadora Salgado adolece de un programa de comunicación suficiente y eficiente que informara y sumara a la población del gran esfuerzo federal, estatal y municipal con que cuenta el pueblo para la superación de esta enorme tragedia.

En efecto, como sucedió en la ciudad de México con el sismo de 1985 y luego con el de 2017, pasarán muchos meses y años en reconstruir o recuperar la cantidad de empresas que funcionaban, que sobrevivían a una crisis económica que ya llevaba también muchos años, paliada si acaso con los ingresos de las temporadas de semana santa, fin de año y los llamados puentes que permitían a Acapulco una ocupación hotelera significativa. De ahí en fuera, la caída del número de visitantes, junto al incremento de la violencia y la penetración de bandas del crimen organizado, habían ya ocasionado una gran devastación, peor aún que la de Otis, porque aquella carcomía, día tras día, la vida, la esperanza y las ilusiones de sus habitantes.

Acapulco vive hoy un virtual estado de sitio, de emergencia que debió haberse promovido por el gobierno para evitar saqueos e inseguridad en las noches.

Es el momento en el que las autoridades municipales y estatales podrían aplicar la ley y evitar que cada quien, como ocurrió hasta el pasado reciente, hiciera lo que le viniera en gana, sin gobierno alguno que obligara a su cumplimiento.

En fin que, bien visto, Acapulco tiene una oportunidad de oro para corregir sus fallas y reconstruirse con orden, disciplina, solidaridad con los que menos tienen, con los más afectados, que hoy sienten y reciben los apoyos tanto públicos como privados.

La vida sigue y en nuestro país terminó el año pasado entre tensiones y presiones del gobierno de Estados Unidos al mexicano, ante la recurrencia de caravanas de migrantes que se introducen por la frontera sur mexicana con el objetivo de llegar a territorio norteamericano e intentar el inicio de una nueva vida. Reuniones entre funcionarios de ambos gabinetes tuvieron lugar incluso después de Navidad, lo que permitió reabrir los puertos de cruce de personas y mercancías por vía terrestre que habían sido suspendidos semanas antes por la administración norteamericana.

En paralelo, el gobierno mexicano dio especial atención al grupo de migrantes que había ingresado desde Guatemala a Chiapas la víspera de Navidad, para invitarlos a disolver su marcha a cambio de gestionar su estancia legal en nuestro territorio. En los inicios de un año electoral en ambos países, la migración es uno de los temas más sensibles para los electores. En Estados Unidos, paradójicamente una nación fundada a partir de la migración, desde el siglo pasado existe la percepción colectiva de que la llegada de más extranjeros es fuente de problemas y no beneficios.

En México, con una larga tradición de acoger migrantes, el inusual volumen del fenómeno en los recientes años genera dolores de cabeza a las autoridades. Adicionalmente, la intervención del crimen organizado, que ha visto en estos ríos humanos una veta de extorsión e incluso de elementos con los cuales nutrir sus tropas, ha generado un nuevo flanco con crisis tan dramáticas como la del grupo de hombres y mujeres secuestrados el fin de año en una carretera de Tamaulipas, liberados prontamente ante el ruido mediático producido.

La preeminencia e impunidad de la delincuencia organizada en vastas zonas del territorio nacional es el otro tema sensible en la vida nacional y en la relación con Estados Unidos, y para algunos expertos su importancia crecerá a medida que se aproximen las elecciones presidenciales de junio próximo.

En este sentido, un caso notable es lo que ha estado ocurriendo en Guerrero en los pasados días. Los crímenes de las bandas de delincuentes se suceden uno a otro sin que las fuerzas de seguridad puedan evitarlo. En el primero de los casos recientes, una comunidad en Buenavista de los Hurtado fue atacada con drones, y los cadáveres calcinados fueron retirados por sus familiares, que se negaron a someterlos a los protocolos legales e incluso a levantar denuncias, en tanto los heridos huyeron y hay otros desaparecidos, hasta sumar una treintena de víctimas; por lo que se ve, nadie confía en las autoridades ni en estos casos extremos.

El fin de semana, un grupo armado atacó a los asistentes a un palenque en Petatlán, con un saldo de seis fallecidos y una veintena de lesionados. Simultáneamente, en Chilapa un trío de mujeres, al parecer hermanas, fueron acribilladas afuera de su domicilio. A más de dos años de la toma de posesión del actual gobierno estatal, los observadores advierten que se encuentra totalmente rebasado por la delincuencia. Sin embargo, resulta evidente que el tema no preocupa mucho en la administración local. Generalmente se le ignora, no se le menciona. De los hechos consignados líneas arriba, como ejemplo, sólo los muertos del palenque merecieron un boletín del gobierno estatal, de menos de media cuartilla, que da cuenta del inicio de una carpeta de investigación.

En ese panorama, la buena noticia local es la recuperación de Acapulco luego de la devastación de Otis, comentada al inicio de estas líneas. El puerto pudo ofrecer un poco más de una quinta parte de su oferta hotelera, la cual fue ocupada en su mayoría, y los visitantes pudieron disfrutar de una bahía no tan congestionada como es costumbre. Aún falta mucho, pero no es mal comienzo luego del desastre.

La mayoría coincide en desear que, a lo largo del año, el panorama estatal y nacional sean mejores, se inicien las campañas políticas partidistas y la jornada electoral transcurra sin contratiempos, y se exprese la voluntad mayoritaria de los ciudadanos.

La gobernabilidad, el ejercicio de la función pública para propiciar justicia y crecimiento económico, son buenos deseos para todos.

Por lo pronto, a los lectores les decimos ¡Feliz Año Nuevo!