10 agosto,2019 12:29 pm

Urgen cambiar dieta por cambio climático

 
Ginebra, Suiza, 10 de agosto de 2019. Cerca de una cuarta parte de las emisiones de gases invernadero proceden de la agricultura, la explotación forestal y la ganadería. Animales rumiantes como las vacas contribuyen a esas emisiones porque durante la digestión expulsan gases y generan metano, un gas que es mucho más perjudicial en términos de contaminación atmosférica que el dióxido de carbono (CO2).
Pero “no se pueden impedir las flatulencias de las vacas o que  eructen”, señala el presidente de la asociación suiza de agricultores y ganaderos, Markus Ritter. ¿Y qué se puede hacer en el mundo de la agricultura para contribuir a la protección del medio ambiente?
Existen muchas vías para hacer la agricultura sostenible y, con ello, menos dañina para el medio ambiente. En ese sentido también el consumidor es importante, según indicaron a la agencia dpa Almut Arneth y Alexander Popp, coautores del Informe Especial del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, según sus siglas en inglés).
Ese informe, que se presenta el próximo 8 de agosto en Ginebra, lleva por título “Cambio climático y tierra: Informe especial del IPCC sobre cambio climático, desertificación, degradación del suelo, gestión agrícola sostenible, seguridad alimentaria y las corrientes de gases de efecto invernadero en ecosistemas terrestres”.
La agricultura y la seguridad alimentaria son tan sólo uno de los muchos temas que aborda.
“El tema del uso que se le da a la tierra reclama una especial atención”, enfatiza Popp, miembro del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK), de Alemania. “Si todo evoluciona como hasta ahora, en el futuro se llega a 9 mil millones de personas sobre la Tierra y los países africanos y China emulan el consumo en los países occidentales, entonces se producirá un problema enorme”, agrega.
Areth, investigadora de ecosistemas en el Instituto Tecnológico de Karlsruhe, también en Alemania, advierte: “la superficie terrestre es limitada, la población crece, se dedica más terreno a la producción de alimentos y de fibras para confeccionar ropa”. Según explica, “cuando el bienestar aumenta, cambia el consumo. Se come más carne, por ejemplo. El hecho es que el uso que se hace de la tierra repercute en el cambio climático ya sea a través de la fertilización del suelo, las emisiones de gas metano de los rumiantes o la deforestación. La cuestión es cómo conseguimos poner orden en todo eso”.
Tan sólo con cambiar la forma de alimentarse y hacer una gestión diferente de los alimentos los seres humanos harían una gran contribución a la protección del medio ambiente, afirman los científicos alemanes. Pop indica lo sano que sería si se volviese a la costumbre de comer carne solo los domingos, pues así se reduciría el consumo de los productos de origen animal.
“Si se dependiera menos de los rumiantes, habría más terreno para cultivar alimentos y para la explotación forestal”, señala Arneth. El Ministerio de Medio Ambiente alemán indica que un total de 4 mil 580 millones de hectáreas, el 91,6 por ciento de la superficie agrícola en el mundo se destina al pasto o a la producción de alimentos para los animales.
Consumir menos carne supone menos animales y ello conlleva una menor emisión de metano. A su vez, se dedicaría menos superficie a los pastos y a la producción de forrajes. Además, para las personas sería más sano y se podría dedicar más superficie para cultivar alimentos, lo que contribuiría a la lucha contra el hambre. Sería una situación en la que todos salen ganando.
El Ministerio alemán de Medio Ambiente estima que la producción de un kilo de verdura fresca genera el equivalente a 153 gramos de CO2. Y si se trata de un cultivo ecológico, sólo 130 gramos. Sin embargo, un kilo de carne vacuna genera 12.311 gramos. Si se trata de una producción en un entorno ecológico, 11.374 gramos.
La Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos, una institución de Naciones Unidas, fustiga las subvenciones en la política agraria. La entidad estima que en el año 2015 se destinaron 100 mil millones de dólares para subvenciones agrarias potencialmente dañinas.
¿Y qué se podría hacer en Alemania? La científica Arneth indica que las subvenciones agrarias en el país no están contribuyendo realmente a un uso sostenible de la tierra. Además, en su opinión, el consumo de carne es demasiado alto y se destruyen demasiados alimentos ya sea en los hogares porque se ha comprado demasiado y los alimentos se han podrido, o en el campo o en los supermercados, sobre todo en regiones donde los productos se someten a largos trayectos de transporte.
“Los usuarios podrían preguntarse: ¿realmente necesito cinco camisetas nuevas o puedo seguir usando la de la temporada pasada?”, agrega Arneth.
En el cultivo del algodón, por ejemplo, se emplean pesticidas y se precisa mucha agua. ¿Pero no es verdad también que vestir y comer de forma más ecológica cuesta más, como mucha gente cree?
La científica Arneth no lo ve así: “No estoy convencida de que un consumo más responsable tenga que ser obligatoriamente más caro”.
Según Alexander Pop, en Alemania, además de un cambio en el comportamiento del consumidor, es importante sobre todo la protección de los pantanos.
Los pantanos constituyen una reserva de carbono y ese carbono se  libera al desecar esos terrenos para convertirlos en superficies agrícolas. “Impedirlo no sería costoso”, señaló Popp.
Para el año 2030, el ministerio germano de Medio Ambiente quiere reducir entre 11 y 14 millones de toneladas de emisiones anuales con respecto a las de 2014, del equivalente de CO2. Para ello se contempla un mejor aprovechamiento de los residuos agrícolas en las instalaciones de biogás, más terreno para los cultivos ecológicos y más protección de los suelos pantanosos.
Texto: Christiane Oelrich-DPA / Foto: DPA