19 agosto,2024 4:42 am

Viaje a la península del sureste

 

(Primera de dos partes)

Silvestre Pacheco León

Desde el aire se tiene mejor idea de las particularidades de la península de Yucatán, un territorio extenso, selvático, poco habitado y con escasa comunicación.
En la época de lluvia, conforme las nubes se dispersan, se descubre desde el aire el paisaje verde y plano con enorme cantidad de agua almacenada en lagos y marismas cerca del litoral. La selva originaria es atractiva en sí misma, no muy alta pero diversa y abigarrada, con plantas y árboles que crecen compitiendo por el espacio y los rayos de sol, en un terreno pobre, calizo y pedregoso en el que, sin embargo, se desarrolló la nación maya, una de las sociedades más portentosas frente al mundo.
Vuelvo a la península después de casi diez años. El viaje es un regalo de cumpleaños, y aunque no fue puebleando por carretera para conocer los caminos artesanales de Oaxaca, las obras del tren interoceánico que va de Salina Cruz a Coatzacoalcos y la refinería Olmeca en Tabasco, me doy por satisfecho llegar en avión, en una de esas modernas líneas aéreas puntuales pero incómodas y austeras porque viajamos apretujados, con el equipaje reducido al máximo para ahorrarse tiempo y dinero suprimiendo el servicio de los maleteros.
Volamos en la madrugada desde la Ciudad de México y en dos horas arribamos a Cancún. Gracias a que estaban por terminar las vacaciones escolares no vivimos aglomeraciones en el aeropuerto y en ningún otro sitio de los estados de Quintana Roo, Yucatán y Campeche.
El clima caluroso ha aumentado notablemente en los últimos años según el sentir de los lugareños, y en ese ambiente suceden cosas que resultan más visibles para un recién llegado que para los que viven el día a día local.
El turismo, por ejemplo, ya es la actividad económica principal en toda la península, subordinando y subsumiendo la vida de todos conforme a los intereses de las grandes empresas trasnacionales, pues bajo la vieja idea de que es la inversión de capital la solución a la falta de empleos, los gobiernos siguen ofreciendo todas las facilidades para que lleguen los capitales a radicarse en el territorio nacional sin mayor obstáculo legal, así sea pasando por encima de los derechos que tienen los pueblos originarios.
Con el aliento de la inversión pública en el Tren Maya toda la península es un hervidero de trabajadores venidos de todos lados que han dejado en el pasmo a la mayoría de los peninsulares quienes todavía no ven si les toca jugar algún papel con la llegada masiva de turistas.
En Mérida, a fuerza de preguntas, el chofer del Uber tuvo que reconocer un cambio que viene con el Tren. “Ahora hago más de tres viajes a la estación del tren cada día”, dice asombrado. En la capital de Campeche la llegada del tren creó la necesidad de abrir una nueva ruta de camiones urbanos para recoger, llevar y traer a los viajeros que arriban a la terminal San Francisco de Campeche mientras un restaurante en la esquina del hotel no se daba abasto para atender a tantos comensales que llegaron a desayunar.
El impacto de la inversión pública en las obras del Tren Maya se está viviendo cada día y pienso que quizá sea el nuevo paradigma de la 4T en materia de desarrollo frente al conocido modelo neoliberal que promovió los empréstitos impagables del BID y del FMI, conseguidos bajo estrictas cartas de “intención”.
Claro que para los cambios que vienen depende mucho la iniciativa que tengan los gobernantes de cada estado y aquí mi reconocimiento para Layda Sansores, la gobernadora de Campeche quien se ha esforzado no solamente en conseguir la extensión de la ruta del tren lo más cerca de la ciudad capital, sino que pronto inaugurará un nuevo servicio de transporte conocido localmente como tren ligero que servirá para conectar a la ciudad con la estación del ferrocarril de manera moderna y segura que será, además, una alternativa para agilizar la comunicación local.
El sello del turismo, sobre todo extranjero, está impreso en el extenso territorio peninsular, pero más en su litoral y la zona arqueológica. El atractivo de su clima, la selva y sus aguas caribeñas, mansas y tibias.
Nuestro paseo comenzó al sur de Cancún, bajamos hasta Bacalar para volver a ver al cenote sagrado y saciar nuestro deseo de bañar en la laguna Azul o de los siete colores. Después nos quedamos en Tulum para conocer su moderno aeropuerto construido con el sello de “Infraestructura a cargo de la Sedena” que se repite a lo largo de la recientemente terminada carretera.
Tulum es el puerto que desde mediados de los setenta del siglo pasado quise conocer. Un compañero de trabajo me habló de las únicas pirámides en el mundo construidas mirando el océano, levantadas sobre la blanca y fina arena de la playa en honor de Kukulkán, el dios del viento.
Ahora tuve el privilegio de caminar sus andadores y subir los montículos para admirar cada una de las edificaciones de piedra que formaron el centro de poder del pueblo maya quizá con la idea de ver aparecer en el océano al dios que había anunciado su regreso, ahora convertido en santuario de iguanas que se pasean asoleándose amigables entre los miles de visitantes.
Después pasamos todo un día en el parque Xcaret disfrutando de la selva y del río subterráneo que conecta cenotes con el mar y es el hábitat de mapaches, tejones, venados y monos. Un gran tapir que un paisano mío describió como un “anteburro” se asomaba detrás de un tecorral con su enorme cabeza alargada.
Más tarde volvimos a vivir el repaso artístico del origen del mundo según la visión de nuestros ancestros y el recorrido por la historia patria mediante las ceremonias religiosas, la danza, el baile, la música y el canto. El folclor cultivado en la provincia que nos define como nación y despierta nuestras emociones.
Esa manera tan eficaz de contar artísticamente la historia con el recurso de la tecnología es el mejor ejemplo de la alianza que se debe buscar entre la cultura y el turismo. No sé si en el caso de Xcaret es una compañía contratada para realizar cada día la representación que a todo mundo atrae, pero pienso que se trata de uno de los espectáculos que compite con los mejores del mundo, con artistas de primera, entregados a su arte. El modelo de ese grupo de artistas de Xcaret, independientemente de lo depredador que haya sido con su creación, creo que debería reproducirse por cientos con recursos del propio turismo. Así se crearía un semillero de artistas con suficientes recursos que encauzaría a tanto joven artista para desarrollarse y vivir de su arte reuniendo el folclor de las festividades y danzas de los pueblos en todos los lugares posibles.