15 noviembre,2021 5:32 am

Viaje a la raíz

Silvestre Pacheco León

 

Por razones que no vienen a cuento enumerar finalmente pude realizar la visita a los sembradores de vida en el ejido del Coacoyul municipio de Zihuatanejo, pospuesta varias veces a pesar de la cercana distancia que tiene de donde vivo.

La invitación provino del representante del grupo, Jesús Espino quien por su relación de amistad con el presidente Andrés Manuel López Obrador gestionó y consiguió la extensión del programa Sembrando Vida a esta región de la Costa Grande.

La visita se efectuó el 19 de octubre pasado en la parcela donde instalaron el vivero de plantas de árboles frutales y forestales que reproducen por cientos para reforestar casi 60 hectáreas que les corresponden.

Era casi el medio día cuando llegamos a la sede del grupo de campesinos ejidatarios quienes en un ambiente festivo terminaban su reunión semanal pasando lista de asistencia en presencia de su asesora Magdalena Martínez Mejía, cuando el representante me dio la palabra.

Ese martes ya se había producido la reunión de John Kerry, representante del presidente norteamericano Joe Biden para el cambio climático, en Chiapas, con el presidente de la República para conocer una experiencia similar a la que se desarrolla en esta región lo cual me permitió extenderme sobre la importancia que tiene el trabajo de todos ellos en el propósito de Andrés Manuel López Obrador para ayudar a revertir el calentamiento global que constituye una amenaza seria que se encuentra ya entre nosotros.

De manera que pude extender mi participación para referirme al programa insignia Sembrando Vida del presidente, el cual fue expuesto al mundo como alternativa radical a la pobreza y desigualdad el martes pasado en el Consejo de Seguridad de la ONU como Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar.

En el diálogo que sostuve con los campesinos fue notorio su compromiso con el proyecto de reforestación y su entusiasmo por el trabajo en común aprendiendo bajo el método de Campesino a Campesino que consiste en el intercambio de experiencias entre ellos y los diferentes grupos.

Cuentan que la asiduidad de las reuniones para el trabajo del grupo les ha servido para fortalecer las relaciones sociales porque la convivencia lo favorece. Por ejemplo, presumen que ya los festejos de cumpleaños se han hecho costumbre, todos cooperan según el número de invitados que cada quien lleva y no pasa un mes sin la fiesta respectiva.

Este grupo, igual que el resto de los que se han formado en los ejidos vecinos de El Zarco, Agua de Correa, Buena Vista La Unión y Petatlán trabaja en la recolección de semillas y la reproducción de plantas cuyo cuidado se comparte hasta que éstas alcanzan la edad y estatura para llevarlas cada quien a sus parcelas para ayudar a rehacer el bosque ya desaparecido.

En equipo preparan los nutrientes y insecticidas utilizando productos que antes no tenían ningún valor ni aprovechamiento como el rastrojo de cultivos y los desechos de animales y plantas.

En el propósito de trabajar para beneficio de la comunidad aceptaron como buena la idea de identificar las fuentes generadoras de desechos que pueden servir para producir abono como las fruterías, las pollerías, carnicerías y hasta las peluquerías, y de hacer la gestión para que una vez por semana el camión recolector de basura pueda dedicarlo a recoger los desechos orgánicos de la cabecera ejidal en las casas y negocios, lo cual podría redundar en la educación de las propias familias aprendiendo a separar los desechos orgánicos para su aprovechamiento en el centro de composteo del grupo o de los grupos porque en este ejido el beneficio del programa se duplicó.

“Hasta allá vamos a llegar”, me dijo uno de ellos en su modo de hablar peculiar, quien agregó que han planeado regalar tierra fértil y plantas a quien lo solicite y que eso puede significar un intercambio provechoso para todos. Al final mi amigo Anastacio Bailón y yo somos los primeros beneficiarios de su generosidad y nos llevamos algunas plantas de guayaba cuyos frutos podremos probar en el 2024 según sus cuentas.

El grupo de Los Dorados nos presumió el moderno sistema de riego que adquirieron e instalaron con la cooperación de todos, quedando pendiente para una visita posterior disfrutar del espectáculo del riego por aspersión rodeados de selva.

La infraestructura del grupo construida en común consta del vivero, el área de composteo y el taller de elaboración de insecticidas orgánicas y de la sala de juntas que sirve también para las clases de capacitación.

El vivero debidamente cercado y asegurado para evitar la incursión de los animales dañinos se construyó en mil metros cuadrados que cubre una malla especial para aminorar la fuerza del sol. En él ya han reproducido cientos de plantas  de guayaba, cacao, aguacate, y caoba, cedro, roble, cacahuananche y frijolillo.

Cada campesino atiende su parcela con el método y la técnica aprendidos en común y semanalmente reportan su avance. En esta ocasión la parcela que visitamos fue la más cercana al vivero donde el dueño se lamenta de no haber cultivado todo el terreno con caobas cuando nos muestra el ejemplar que sembró hace 30 años.

–Si hubiera sembrado unas cien ahora tendría aquí un valioso tesoro –decía Chuy Espino mientras me veía abrazar el robusto tronco del ejemplar de caoba cuyas ramas se extienden a más de 20 metros de altura.

Junto a una huerta de mangos ataulfo el ejidatario tenía recién plantados aguacates hass, guayabas tipo pera, y en seguida los forestales de caoba y cedro.

Los 23 ejidatarios del grupo están contentos de participar en el trabajo por el que reciben una recompensa mensual de 4 mil 500 pesos y 500  de ahorro en un fondo común que ya se les viene descontado del cual podrán disponer cuando Andrés Manuel deje la Presidencia y ellos puedan tener dinero mientras llega el tiempo de cosechar sus frutales.

Sé de las críticas que ha enfrentado el programa al que muchos acusan de simulador porque sostienen que los campesinos hacen como que siembran y los funcionarios como que no se dan cuenta, pero yo que he podido ver las instalaciones y las plantas reproducidas y sembradas además de platicar con los miembros del grupo, puedo afirmar que el resultado es tangible y sostengo que, en efecto, el programa tiene la virtud de ir a la raíz de tantos problemas sociales que vivimos como la desigualdad y la ruptura del entramado social porque con la supervisión y la evaluación constantes de  los grupos, y gracias al mecanismo para la entrega del apoyo sin intermediarios se cancela cualquier simulación.

Otros argumentan que tendría más peso un programa para evitar la deforestación castigando a los talamontes que gastar para reponer lo que saquean, aunque nadie negará que son los caciques quienes se benefician del saqueo y ante esa realidad nadie se apunta para cuidar lo que otros aprovechan, pues será hasta que llegue la democracia a los ejidos y comunidades cuando se acabe con los dirigentes corruptos tal y como está sucediendo en los sindicatos.

Creo que ni el más romántico de los ambientalistas imaginó que a la vuelta de casi 60 años del saqueo forestal que acabó con el último ejemplar de cedro rojo bajo el método de “descremar” el bosque, cientos de campesinos estarían dedicados a reponerlo.

El cambio social generado por el programa se nota en casos particulares como el de Juan Ayvar del grupo de Los Dorados quien desde niño aborreció el campo porque lo veía como símbolo de atraso. No quería repetir la historia de su papá, un campesino conocido por todos en el Coacoyul por su amor a la tierra a quien veían llegar a su casa todas las tardes montado en su burro cargando el manojo de rábanos rojos y largos que a la mayoría no les gustaban.

Lo más cercano al campo que Juan el hijo tuvo al crecer fue al campo de futbol porque se convirtió en excelente jugador siendo empleado del aeropuerto, de ahí nació el apodo de La Finta como todos lo conocen

Ya jubilado y huérfano volvió a recorrer los terrenos de su papá que ya ni reconocía, pero quizá por la edad y la nostalgia le fue naciendo el amor a la tierra al grado que se pasa los días enteros trabajando bajo los árboles que su padre sembró y ahora los cosecha y presume de la gran variedad de mangos y ciruelas que cada sábado lleva al ecotianguis de Zihuatanejo.

Juan es uno de los principales animadores del grupo de sembradores quien a todos convence de que Andrés Manuel tiene razón en su propuesta.

Por eso frente a los que sostienen que ante el bajo índice de los árboles que se logran en una campaña de reforestación resulta menos oneroso dejar que la naturaleza haga su trabajo y que los campesinos solamente se comprometan a cuidar que no se produzcan incendios, yo que llevo no menos de 30 años de experiencia sembrando árboles y apoyando a los defensores del bosque puedo decir que el futuro del bosque es más sólido si se deja al cuidado de quienes lo sembraron.

Por eso además de desearle larga vida al presidente en su cumpleaños 68 espero que se haga realidad su plan mundial para la Fraternidad y el Bienestar.