10 agosto,2021 5:21 am

Vicente Guerrero

Arturo Martínez

 

Vicente Guerrero, uno de los héroes que consumó la Independencia de México, nació en Tixtla el 10 de agosto de 1782. De familia humilde, con sangre africana en sus venas, desde muy joven se dedicó a la arriería, que le sirvió para conocer a profundidad la agreste sierra del Sur. Alto, fuerte y ágil a la vez, Vicente Guerrero constituía un bello tipo humano. Desde fines de 1810 se unió a la lucha insurgente bajo las órdenes de Morelos.

Se destacó por sus dotes de líder y su valor en los combates. Guerrero compartía las ideas políticas de Hidalgo y Morelos para luchar por la Independencia y por una sociedad más justa, sin distinción de razas, donde todos fueran iguales ante la ley. Su conocimiento del territorio del Sur y su valor, le ganó la confianza de Morelos, a quien acompañó en la toma de Tixtla, en mayo de 1811. Otro ilustre tixtleco, Ignacio Manuel Altamirano, narró así este encuentro con Morelos, en que le describió el paisaje de Tixtla, su querida tierra: 

Morelos llamó a Guerrero, que estaba también cubierto de sangre, pues fue de los asaltantes del fortín, y llevándolo a un lugar desde donde se descubría perfectamente el panorama entero del valle y de la población de Tixtla… comenzó a preguntarle acerca de los puntos que importaba conocer…

–¿Qué sembradíos son esos? – preguntó Morelos a Guerrero

–Son las huertas, señor, así las llamamos en Tixtla. Son huertas de sandías y de melones, muy sabrosos que se siembran en el terreno húmedo que deja la laguna cuando se seca en este tiempo; y sólo en este mes existen, porque después viene el tiempo de aguas, y la laguna cubre todo ese terreno.

–Ahora comeremos esos melones. –dijo Morelos– Y aquellos cerros, ¿cómo se llaman?

–El pequeñito, que está al norte a orillas de la laguna, se llama Texcaltzin; el cerro grande que se ve detrás de la Parroquia y arriba del lago, se llama Tapaxtla; la barranca roja que lo divide del otro se llama Xompito, y este cerro que está al Sur, Hueyantipan. Abajo queda el camino para Mochitlán, un pueblo muy fértil, que está a cuatro leguas, y más acá, junto al Santuario, está el camino que va a Acapulco.

–¡Qué hermosa es la tierra de usted, Guerrero, –dijo Morelos–, por donde quiera sembradíos, arroyos, colinas verdes y montañas magníficas!

Otro ilustre liberal, diputado constituyente en 1857 por Puebla, José María Lafragua, narró así la importancia de Guerrero en los años más difíciles de la lucha por la independencia nacional: 

La muerte de Morelos, Matamoros y Mina; la prisión de Bravo y Rayón, y el indulto de Terán y otros jefes, habían derramado el desaliento y el pavor en toda la Nueva España, que, aunque más cercana que nunca a la libertad, gemía más que nunca atada a la metrópoli.

Un hombre solo quedó en pie en medio de tantas ruinas: una voz sola se oyó en medio de aquel silencio: Vicente Guerrero, abandonado de la fortuna muchas veces, traicionado por alguno de los suyos, sin dinero, sin armas, sin elementos de ningún género, se presenta en aquel periodo de desolación, el único mantenedor de la santa causa de la independencia.

En este periodo es en el que más brillan las dotes del general Guerrero; su valor, su prudencia, su actividad, su profunda sagacidad, su consumada práctica en la especie de guerra que tenía que hacer; y, sobre todo, su heroica constancia y su inalterable decisión, tanto por la independencia cuanto por el sistema republicano. Solo, sin rival en esta época de luto, Guerrero, manteniendo entre las montañas aquella chispa del casi apagado incendio de Dolores, trabajaba sin tregua al poder colonial, cuyos sangrientos himnos de victoria eran frecuentemente interrumpidos por el eco amenazador de los cañones del Sur.

Guerrero mantuvo viva la llama de la insurgencia entre 1815 y 1821. Los realistas no pudieron derrotarlo, no aceptó el indulto y rechazó la súplica de su padre para que abandonara la lucha y se amnistiara.

Cuenta José Mancisidor citando a Lorenzo de Zavala:

Una nueva amargura cayó todavía sobre su corazón: ante él, hincado y abrazándole las rodillas, su padre le ofrecía, en nombre del virrey, “una fuerte cantidad”. Y como fuera inútil el ofrecimiento, recurrió a la pintura, con dramáticas palabras, de “la triste situación en que estaban su esposa e hija”.

Guerrero escuchó, conmovido, a su padre. Lo acompañó en su llanto y, llamando a sus soldados, les dijo: —Compañeros: ¿Veis a este anciano respetable? Es mi padre; viene a ofrecerme empleos y recompensas en nombre de los españoles. Yo he respetado siempre a mi padre; pero mi patria es primero…

Esa tenaz resistencia rindió fruto. En enero de 1821 se abrió la oportunidad de consumar la independencia, mediante un acuerdo político entre Guerrero, el principal líder insurgente, e Iturbide, el jefe del ejército realista. Guerrero escribió a Iturbide, en enero de 1821, las razones de su lucha:

“Todo el mundo sabe que los americanos, cansados de promesas ilusorias, agraviados hasta el extremo, y violentados por último de los diferentes gobiernos de España, (…) levantaron el grito de libertad bajo el nombre de Fernando VII, (…) se acercaron nuestros principales caudillos á la capital, para reclamar sus derechos ante el virey Venegas, y el resultado fue la guerra.

Esta nos la hicieron formidable desde sus principios, y las represalias nos precisaron á seguir la crueldad de los españoles.

Cuando llegó á nuestra noticia la reunión de las cortes de España, creíamos que calmarían nuestras desgracias en cuanto se nos hiciera justicia.

¡Pero, qué vanas fueron nuestras esperanzas!

¡Cuán dolorosos desengaños nos hicieron sentir efectos muy contrarios á los que nos prometíamos!

Pero ¿cuándo, y en qué tiempo? Cuando agonizaba España, cuando oprimida hasta el extremo por un enemigo poderoso, estaba próxima á perderse para siempre; cuando mas necesitaba de nuestros auxilios para su regeneración, entonces… entonces descubren todo el daño y oprobio con que siempre alimentan á los americanos; entonces declaran su desmesurado orgullo y tiranía; entonces reprochan con ultraje las humildes y justas representaciones de nuestros diputados; entonces se burlan de nosotros y echan el resto á su iniquidad: no se nos concede la igualdad de representación, ni se quiere dejar de conocernos con la infame nota de colonos, aun después de haber declarado á las Américas parte integral de la monarquía. Horroriza una conducta como esta, tan contraria al derecho natural, divino y de gentes. ¿Y qué remedio? Igual debe ser á tanto mal. Perdimos la esperanza del último recurso que nos quedaba, y estrechados entre la ignominia y la muerte, preferimos esta, y gritamos: ¡Independencia, y odio eterno a aquella gente dura!

(…)

Concluyamos con que usted equivocadamente ha sido nuestro enemigo, y que no ha perdonado medios para asegurar nuestra esclavitud; pero si entra en conferencia consigo mismo, conocerá que siendo americano, ha obrado mal, que su deber le exige lo contrario, que su honor le encamina a empresas más dignas de su reputación militar, que la patria espera de usted mejor acogida, que su estado le ha puesto en las manos fuerzas capaces de salvarla y que si nada de esto sucediere, Dios y los hombres castigarían su indolencia.

Soy de sentir que lo expuesto es bastante para que usted conozca mi resolución y la justicia en que me fundo, sin necesidad de mandar sujeto a discurrir sobre propuestas ningunas, porque nuestra única divisa es: libertad, independencia o muerte. Si este sistema fuese aceptado por usted confirmaremos nuestras relaciones; me explayaré algo más, combinaremos planes y protegeré de cuantos modos sea posible sus empresas; pero si no se separa del constitucional de España, no volveré a recibir contestación suya, ni verá más letra mía. (…) me será más glorioso morir en la campaña, que rendir la cerviz al tirano.

He satisfecho el contenido de la carta de usted, porque así lo exige mi crianza; y le repito que todo lo que no sea concerniente a la total independencia, lo demás lo disputaremos en el campo de batalla.

 

No se puede entender la independencia nacional sin Vicente Guerrero, lindero de dos edades, (…) era el recuerdo de la generación que acababa y la esperanza de la que iba a nacer (…).

Soldado valiente hasta 1817; general distinguido hasta 1821; héroe al hacerse la independencia; (…) clemente y generoso; ignorante de los usos del mundo; dotado de una inteligencia clara aunque sin ningún cultivo; buen padre de familia y patriota realmente acrisolado, tal fue el benemérito general Don Vicente Guerrero, Su nombre, oscuro al principio, enaltecido después con entusiasmo y vilipendiado con frenesí, será pronunciado por la posteridad con la gratitud que se debe á sus eminentes servicios, con el respeto que infunde su heroica constancia, con la compasión que inspira su inmenso infortunio.

¡Vida eterna a Vicente Guerrero!