22 julio,2022 4:49 am

Víctima de la guerra sucia espera que el gobierno de la 4-T repare el daño

Justino Fierro, vecino de El Quemado de 87 años, cuenta lo que sufrió desde que el Ejército entró al pueblo en 1972. Fue sentenciado a 30 años de cárcel pero a los 4 fue liberado. Apenas este año recibió una partecita de la indemnización, pero pide el complemento, que le paguen lo que es justo, que le urge el dinero para atender su salud

(Tercera parte)

Atoyac, Guerrero, 22 de julio de 2022. Ahora tiene 87 años, Justino Fierro Hernández, originario de esta comunidad, sobrevivió a la tortura del Ejército, es de los 90 detenidos de este pueblo en 1972; su padre murió de un paro cardiaco debido a su detención y a la de su hermano Enedino, quien en la cárcel de Acapulco se enfermó de tuberculosis y falleció.

En entrevista el miércoles 13 de julio, contó que su padre fue fundador de este pueblo, Antonio Fierro Pano, “murió cuando me detuvieron por un infarto, no nos dejaron ni que lo viéramos, sentí mucho que falleció, éramos dos hermanos que estábamos ahí, detenidos, se llamaba Enedino Fierro Hernández, era menor que yo”.

Informó que su hermano falleció en 2004 luego de que enfermó en la cárcel, “de tuberculosis a consecuencia de eso, lo tenían aparte, eran como dos o tres personas que se enfermaron, y luego murieron al regresar al pueblo”.

“Yo sufro enfermedades, precisamente antier (el lunes 11) ya mero me pegaba un infarto, iba yo precisamente a curarme con un médico y como los transportes de aquí a veces van llenísimos, iba yo parado en la puerta, y en Cacalutla me bajé para tomar una Combi para ir sentado y de allí me iba a caer, así que un compañero me detuvo, yo no me di cuenta, me contaron que se me voltearon los ojos”.

Cuando ocurrió la irrupción militar de 1972 en busca de la guerrilla de Lucio Cabañas Barrientos, Justino Fierro tenía 37 años, fue sentenciado a 30 años de cárcel y estuvo preso más de 4.

“Lo pasé muy mal allá detenido y mi familia sufriendo aquí, mi esposa se quedó con mis hijos, porque tengo muchos hijos, una familia numerosa, son 11 y todos viven, en ese tiempo eran siete, el mayor tenía 10 años y así hasta llegar a una de 4 meses, cuando me detuvieron sufrieron mucho, todos sufrimos mucho”.

Contó que antes de su proceso para llegar a la sentencia estuvo detenido de manera arbitraria por soldados y torturado, “éramos como unos 80, unos iban saliendo, en unos días, otros a los 6 meses, pero para nosotros al año nos sentencian a 30 años”.

–¿De qué lo acusaron?

–De matar soldados, eso andaban diciendo cuando ni siquiera teníamos conocimiento de lo que pasaba, pero mientras se nos perdió todo el trabajo en ese tiempo a todos. Teníamos milpa, teníamos una huertita de café, animales, todo, cuando regresamos no había nada, ya llegamos a comenzar de nuevo.

Informó que él, como otros, salió de prisión porque el gobernador Rubén Figueroa Figueroa otorgó una amnistía, de él recuerda que “era un señor mal hablado y nos decía ‘salieron de la cárcel nomás por mis… pantalones’, salimos pero con la consigna de que estábamos rodeados por militares, que no saliéramos del pueblo”.

“Nos estaban vigilando que no saliéramos, así es que no salíamos, nos amenazaban, salimos de la cárcel en noviembre de 1976 y en 1978 nos vinieron a traer en helicóptero, nos llevaron al penal de Chilpancingo para aparentar que íbamos a salir en esa fecha de ahí, hicieron un acto que el gobierno nos perdonaba todo lo que hicimos, después nos trajeron de regreso pero ya en camiones”, relató.

–¿Cómo era la vida antes de la irrupción militar?

–Vivíamos muy tranquilos, trabajando, vivíamos del café, ahora mira los cerros llenos de mango, pero luego de que nos llevaron se perdió el café, todos abandonamos las huertas, bajó de precio, y ahora dependemos del mango.

–¿Cómo le fue cuando salió?

–Quedamos con el temor de que nos fueran a detener, veíamos un soldado y le teníamos miedo, pero ahorita ya no tanto.

–¿Ahora cómo vive?

–Ahora vivo más tranquilo, ya no vienen los soldados y ahorita nos dan una pensión, sembramos maíz, tenemos unos arbolitos de mango con algunos de mis hijos, unos se fueron a Lázaro Cárdenas, hay dos hijas que están en Estados Unidos y aquí están tres varones y tres mujeres, ya están todos casados.

–¿Qué espera ahora del gobierno?

– Queremos que nos den el apoyo (el dinero de la indemnización), nosotros estamos inconformes porque fuimos sentenciados, estuvimos más de 4 años en prisión, y hay unos que estuvieron días, otros estuvieron meses detenidos por el Ejército, y les dieron casi el doble de lo que me dieron a mí.

“Yo creo que ese es otro agravio contra nosotros, porque fuimos los que sufrimos y no tomaron en cuenta nada de eso, por eso estamos reclamando”.

Contó que a 43 víctimas se les dio dinero como parte de la reparación del daño porque se ampararon ante la justicia federal, pero reprochó que no se tomaran en cuenta los estándares internacionales para las indemnizaciones, por eso exigió una revisión de los montos, “que nos completen lo que es justo para nosotros por el tiempo que nos quitaron, como que ya no creemos, han pasado 50 años, hace cuatro años nos hicieron sacar una cuenta porque ya iban a depositar, y fue hasta este año que se logró tener una partecita nomás”.

Dijo que confía en este gobierno de la Cuarta Transformación para que cumpla lo que los demás no hicieron, pero también dijo que le urge el dinero para atender su salud.

Durante la reunión del miércoles 13, la semana pasada, se tuvo acceso a los testimonios que las víctimas rindieron ante la Comisión de la Verdad y el de Justino Fierro Hernández expone que fue de los primeros detenidos, “me detuvieron en mi propia casa, ahí llegaron los militares tempranito, a las 7 de la mañana”.

A la pregunta de cuál es su intención de declarar, responde que es “porque hace mucho que estamos luchando por la reparación del daño porque lo merecemos, fue injusto lo que hicieron con nosotros, que el gobierno reconozca que lo que hicieron con nosotros fue un mal”, señaló.

Texto y foto: Rosendo Betancourt Radilla