1 octubre,2018 11:48 am

“¡Votamos, ganamos!”: recuerda Cataluña el referéndum en la calle 

Justo un año después del referéndum soberanista que el 1 de octubre de 2017 abrió la peor crisis institucional de las últimas décadas en Cataluña y España, centenares de personas se reunieron hoy en este punto para conmemorar esa jornada bajo un lema: “1-0, ni oblit ni perdó” (1-0, ni olvido ni perdón). 

Texto: Noelia Román / DPA / Foto: DPA
Barcelona, España, 1 de octubre de 2018. Es mediodía de un lunes aparentemente normal en Barcelona. Los autos circulan, la gente cumple sus quehaceres habituales y un anciano escala los peldaños del Obelisco de la avenida Diagonal. Con energía y una amplia sonrisa, pega un cartel sobre el monumento: “República en construcción. Disculpen las molestias”. El júbilo estalla a su alrededor.
Justo un año después del referéndum soberanista ilegal que el 1 de octubre de 2017 abrió la peor crisis institucional de las últimas décadas en Cataluña y España, centenares de personas se reunieron hoy en este punto para conmemorar esa jornada bajo un claro lema: “1-0, ni oblit ni perdó” (1-0, ni olvido ni perdón).
“Los catalanes necesitamos celebrar una victoria como la del 1 de octubre y no una derrota como la del 11 de septiembre de 1714”, dice a DPA Mario Cassi tras su acción en el Obelisco, contraponiendo el referéndum de hace un año al día en que Barcelona cayó en manos de las tropas borbónicas durante la Guerra de Sucesión Española y que sigue recordándose como fiesta oficial de la región.
Cassi tiene 94 años, viste bermudas, camina con sandalias de playa y en su camisa blanca luce un lazo amarillo. Hace 365 días, votaba ‘sí’ a la independencia de Cataluña en una jornada que, para él, fue, sobre todo, festiva. Hoy, marcha por el céntrico e icónico Paseo de Gracia, “por la república y por la libertad”.
“Cada catalán es un rey y por eso no queremos tener uno que nos gobierne a todos. Queremos ser una república como la alemana y poder vivir en libertad”, explica, mientras la policía local de la capital catalana corta parcialmente el tráfico para que los manifestantes avancen cantando consignas como “¡Votamos, ganamos!”, “¡Basta autonomismo, independentismo!” y “¡Ni un paso atrás!”
Entre quienes sueñan con la independencia -opción apoyada por una mitad de la sociedad catalana y rechazada por la otra mitad- marcha también Julia Molins. “Una república catalanista y feminista” pide la productora audiovisual.
“Esto, más allá del independentismo catalán, va de acabar con un sistema en el que no creemos, de saltarnos a los políticos y su manera de gobernar y de que el pueblo decida”, explica a dpa. “El 1-O fue, sobre todo, un acto de empoderamiento del pueblo, de abanderar un sentimiento y de movilizar unos ideales”.
Un encapuchado que avanza con el grupo se detiene para encaramarse a una vitrina del banco Caixabank y pegar un cartel: “Libertad presos políticos”. Muy cerca, una dependienta de una lujosa boutique de Paseo de Gracia espera a que los manifestantes se alejen un poco para arrancar los afiches que ahora rodean su escaparate. “Tumbemos el régimen. Votamos independencia”, rezan algunos.
En la vereda de enfrente, el trabajador de un parking restriega una pared para borrar el lazo amarillo que alguien pintó en la puerta de entrada del negocio. Se ven por todas partes y simbolizan el reclamo de libertad para los nueve políticos independentistas en prisión preventiva por supuestos delitos relacionados con el “procés”.
“Los ciudadanos están desorientados porque, el 1-O, los políticos les hicieron creer que hoy estaríamos viviendo en una república y eso no sucedió. Y ellos no entienden si fue por la represión del Estado español, por la falta de determinación de los políticos o porque los políticos no saben cuál es el camino que hay que seguir”, cuenta a dpa Rubén Wagensberg, diputado de Esquerra Republicana de 32 años.
Integra la marcha en calidad de ciudadano y habla de los políticos en tercera persona, como si su partido no fuera uno de los principales actores de un proceso que, en su opinión, responde a “un movimiento y no a una ideología”.
“Aquí se trata de buscar los denominadores comunes que pueden compartir incluso los no independentistas”, expone Wagensberg, al tiempo que apunta “la desobediencia civil no violenta como única vía” para que el movimiento logre su objetivo.
El de Miquel Ferrer, que enarbola una pancarta con una cita del lingüista catalán Pompeu i Fabra (“Nunca hay que abandonar la lucha ni la esperanza”), se encuentra en un estadio anterior: “Quiero un referéndum legal para ver si hay una mayoría independentista, porque yo no lo sé y quiero estar seguro”.
A punto de cumplir 18 años -lo hará en apenas tres días-, este estudiante de arqueología fue una de las miles de personas que, en la noche anterior al referéndum, se parapetaron en los colegios electorales “para hacer guardia”. Por edad, no podía votar y hoy, que hace huelga, recuerda el 1-O como “una victoria amarga”.
“Yo”, dice, en cambio, María, “no sé por qué el 1-O estuve desde las 4 de la madrugada hasta las 21:40 en mi colegio electoral. Sólo sé que quería votar y que pasé mucho miedo”. Esta mujer tiene 57 años, dirige un centro científico internacional y, en realidad, no se llama María. Pero no quiere que su identidad trascienda por “miedo a las represalias”.
Un año después de esa jornada, aprovechó la pausa de comida en su trabajo “para reclamar, indignada pero al tiempo esperanzada, un país diferente” para sus dos hijas.
“Yo no quiero que ellas vivan en un Estado putrefacto como éste y estoy convencida de que no lo harán. Más pronto que tarde, esto cambiará y ojalá sea de manera consensuada. Tengo grandes amigos en España y una federación me parecería una buena solución”, concluye, emocionada por el recuerdo del 1-0, mientras un grupo de manifestantes decide hacer una larga parada en la Bolsa de Barcelona, lanzar consignas anticapitalistas, petardos y gases de color.