10 agosto,2024 9:11 am

Ximena Vargas Estrada, de otaku acapulqueña a becaria Fulbright e investigadora del cáncer

Tras estudiar en la NYU (Universidad de Nueva York) una Maestría en Biología, ahora cursará en la Universidad de Wisconsin-Madison a partir de septiembre el doctorado en Biología Celular y Molecular

 

Acapulco, Guerrero,10 de agosto de 2024.- La joven científica acapulqueña Ximena Vargas Estrada fue en algún momento de su adolescencia una otaku (persona que centra sus intereses en el manga y anime japonés) pero eso no se contrapuso nunca con su interés por la ciencia.

De ello se dio cuenta uno de sus maestros de secundaria, quien le alertó de las posibilidades de hacer algo verdaderamente grande con su vida.

Así, decidió fraguar su camino lejos de casa: primero en la Universidad Estatal de Arkansas Campus Querétaro para estudiar Biotecnología, luego en la Uni-versidad de Nueva York (NYU por sus siglas en inglés) para una Maestría en Biología y ahora en la Universidad de Wisconsin en Madison, también en Estados Unidos, donde estudiará a partir de septiembre el doctorado en Biología Celular y Molecular, enfocado a la biología del cáncer.

Dicha universidad es una de las cinco más importantes de aquel país del norte en cuanto a investigación se refiere y que además ocupa el puesto 39 en el ranking de reputación mundial del Times Higher Education 2023.

En 2021, Ximena obtuvo la Beca Fulbright–García Robles, uno de los programas más reconocidos y prestigiosos a nivel mundial que permite las colaboraciones internacionales para el desarrollo de proyectos científicos multiculturales.

Dicha beca, coordinada por la Comisión México-Estados Unidos para el Intercambio Educativo y Cultural (Comexus), escoge a sus beneficiarios –mexicanos y estadunidenses– mediante un riguroso proceso de selección entre todos los sectores sociales, grupos étnicos y grupos minoritarios que sobresalen por su excelencia académica.

Ximena es la primera y única guerrerense desde que se instauró en 1990 que lo ha logrado.

Magna Cum Laude honor, Certificado de logro académico por alto promedio, Finalista de los Clubes de Ciencia CdeCMx, Premio al Mejor Estudiante en Biotecnología, Premio Pionero de la Universidad Estatal de Arkan-sas Campus Querétaro o Premio a la Excelencia Académica–UNAM, son algunos de sus otros reconocimientos previos.

No obstante, para ella y con sus apenas 26 años, todos estos logros le parecen de lo más normal.

“El tener en casa la posibilidad de conocer, leer, aprender, ver que mis padres (Alba Luz Estrada y Fernando Vargas, ambos comunicólogos) hacían cosas y que mis hermanas también (su hermana Nadia estudió cine en Estados Unidos), me hizo pensar que las cosas no son imposibles como parecen”, nos dice en entrevista en la comodidad de la casa materna y acompañada precisamente de su madre.

A unos días de regresar a Estados Unidos para emprender su siguiente aventura, relata a El Sur un poco de su experiencia de vida.

 

El esbozo que dio principio

 

“A mí de chiquita me encantaba pintar, dibujar, ir a la playa, jugar con mis hermanas (Nadia y Katia)  y siento que durante la primaria y parte de la secundaria nos la pasábamos juntas por todas partes haciendo fiestas y pijamadas”, platica con una sonrisa mientras evoca los recuerdos.

Y añade, que no podía faltar el tiempo con la computadora y la televisión, siendo ella una de las que disfrutó el boom de Cartoon Network y sus series de animación para niños y adolescentes por cable.

En algún momento, incluso, tuvo una inclinación hacia el diseño de modas “y hasta tuve una máquina de coser que por ahí está tirada”, dice entre risas.

“Fue cuando yo estaba en secundaria, hice la secundaria Montessori, cuando el maestro Luis Trani, se dio cuenta de que tenía facilidad con las matemáticas y la ciencia; iba yo en primero y tomaba clases con los de segundo y si bien mi puntaje era alto lo importante es que aprendía”.

Ya en la preparatoria, en la Universidad Americana, fue que “le agarré amor a la ciencia” y fue una ingeniería biomédica lo que más le llamó la atención, por lo que aplicó para ingresar en varias universidades fuera del estado como del país.

De esa manera fue como llegó la Arkansas State University, Campus Querétaro, aunque de hecho, reveló que antes de irse a Querétaro tuvo la oportunidad de ir a la Universidad De Las Américas (UDLA) en Puebla y mejor, al Instituto Tecnológico de Illinois para estudiar una ingeniería aeroespacial.

“En Querétaro, en la licenciatura, no sabía dónde establecerme, la carrera es súper amplia pero ya en la maestría empecé a ver con más detenimiento a la oncología; una de mis abuelas, Pita, tuvo cáncer de colón y aunque sobrevivió (vivió alrededor de treinta años con un estoma) desde entonces empecé a pensar en cómo la tecnología puede cambiar el estilo (de vida de) la gente”.

Ello, sumado a su interés también por la salud de las personas –participó en un voluntariado dentro del sistema Teletón–, hizo que se decantara por la investigación en torno a la salud, lo que la llevaría a trabajar en diversos proyectos, principalmente con la leucemia y el sistema inmune realizando experimentos con macrófagos, un tipo de glóbulo blanco que rodea a los microorganismos que atacan al cuerpo humano y los destruye, durante sus estudios de maestría en la New York University en Estados Unidos.

Tal fue su dedicación durante esos experimentos que terminó enseñando a compañeros y maestros cómo realizarlos para, por ejemplo, replicar precisamente los macrófagos a los que consideró en ese entonces sus “bebés” y por los que, recuerda con cariño, se desvivió por temporadas.

Ahora, y ya para el doctorado, las ideas se le aclaran aún más.

Y es que aceptó, el cáncer es un nombre genérico que se le da a este mal que trasforma a las células humanas de manera anormal e incontrolada.

“El cuerpo humano tiene tantos órganos, tiene otro tanto de tipos de tejido y por cada uno de ellos existe un tipo de cáncer, por eso es que no existe una cura tal cual para él”, por lo que aseguró, que es todo un reto investigar en torno al mismo.

De hecho, actualmente se habla de genética a la hora de hacer un diagnóstico de cáncer, por ejemplo, y por ello es que ahora se estudia y se experimenta con genes y fármacos a la vez.

 

Los sueños

 

El poeta, periodista y novelista francés Anatole France dijo alguna vez que para conseguir grandes cosas debemos no sólo actuar, sino también soñar; no sólo planear, sino también creer y Ximena acepta que sus sueños se renuevan con cada aventura.

“Ando ya buscando qué laboratorio me interesa para iniciar alguna investigación, de cajón quiero un laboratorio donde se investigue la leucemia pero por qué no, algún otro tipo de cáncer”, asegura para agregar que ahora, el nuevo sueño es encontrar el trabajo perfecto.

“Mi trabajo perfecto sería estar en el área de investigación de un hospital, me gustaría ya en el doctorado trabajar y hacer investigaciones en torno a la oncología pero ya cerca de los pacientes”, recordando que su experiencia con el sistema inmune puede darle una ventaja.

“Mi día a día favorito sería llegar al hospital, hacer estudios trabajar con los cultivos e incluso acercarme a ver cómo están los pacientes”, situación que ocurriría precisamente en un hospital con laboratorios anexos.

“Eso me encantaría a mí, probar algo que ya sé y luego conocer cosas nuevas”.

 

Los otakus, la felicidad, el futuro

 

Ximena se ríe y señala abiertamente que le da igual si la llaman otaku o frikis como también se les dice, explicando que todo empezó hace unos diez años, en el inter entre la secundaria y la preparatoria, cuando llegaron al puerto las convenciones de cómics, animé y cosplay al centro de convenciones.

“Sería por ahí de 2014, 15 ó 16 y mis papás nos llevaban a mí y a mis amigas disfrazadas” acudiendo lo mismo de Vocaloid –una estrella del pop inexistente–, de Matrioska, Gumi y otros.

Ahora, y si bien ya no suele disfrazarse o pasearse por las exposiciones de cómics aún disfruta de la lectura de animé, de manga, como cuando era niña.

Hay una serie, destaca, “que siento que ha ido creciendo conmigo, Kuroshitsuji (Black Butler, en español), que empecé a ver desde la secundaría y recién me entero que está por terminar”.

La historia es la de un joven huérfano que busca a los asesinos de sus padres con la ayuda de un mayordomo diabólico, una historia bastante lejana a su vida, a su realidad, admite entre más risas pues si hay algo presente en su vida son sus padres.

“Mis papas siempre han sido de decir: ellas lo que quieran, siempre y cuando sean felices, eso es lo que les importa y si ser feliz significa que va a ser repostera, pues que lo haga, si se trata de pintar murales que haga murales, y si ser feliz es dedicarse a la ciencia, que haga ciencia”.

–¿Y eres feliz con la ciencia?

“Sí, la verdad que sí, me encanta el área de investigación en donde estoy y tengo que señalar que la beca me ayudó muchísimo a conocer otros lugares, otras personas… el mundo”.

“Genuinamente te comento, todo lo que tengo en mi currículum lo he hecho por gusto, porque quiero”.

A días de regresar a Estados Unidos –inicia clases el 26 de agosto– concluye diciendo que su sueño, puede ser el de cualquiera siempre y cuando se trabaje con dedicación y constancia.

“La Beca Fulbright–García Robles va a cerrar en septiembre y cualquier acapulqueño, cualquier guerrerense, puede aplicar a ella y si bien no puede ser ahorita se puede ir uno preparando para la siguiente, hay talento para ello; muchas veces nos quedamos con la idea de que una beca de éstas es complicada pero no, hay oportunidades y todas las personas tenemos que hacer por aprovecharlas”.

Así, y a sabiendas de las consecuencias que conlleva tomar este tipo de decisiones, que van desde la soledad en un país ajeno, la distancia y la melancolía por la familia, concluye: “si bien no estoy en México, siempre me llevo una parte del país conmigo, no dejo de ser acapulqueña, no dejo de ser guerrerense y todo lo que hago espero que sea de orgullo para todos”.

 

 

Texto: Óscar Ricardo Muñoz Cano / Foto: Cortesía de la entrevistada