2 junio,2024 8:50 am

Y a los médicos ¿quién los cuida del agotamiento?

 

Ciudad de México, 2 de junio de 2024. Durante sus agotadores días como médicos residentes, Diana Guízar y una amiga alguna vez comentaron: “Es que tengo ganas de llorar del estrés”.

“Pero no, si lloro me va a quitar tiempo. Mejor me pongo a trabajar”, recuerda, entre risas, la hoy doctora y académica de la Facultad de Medicina de la UNAM.

Sin haber llegado a algo más grave como un cuadro de depresión, en su caso, el cansancio a causa de las guardias hospitalarias de 24 horas o más, exámenes, reportes y preparación de su tesis para graduarse como especialista, sí la llevó a cuestionarse: “¿Hice bien al escoger esto?”.

“De repente era raro que te sintieras totalmente satisfecho porque no tenías ni tiempo”, remarca Guízar en entrevista telefónica.

Todo ello, agotamiento, despersonalización y disminución del sentido de realización, son las manifestaciones del llamado síndrome de burnout, que aflige a un porcentaje considerable de los profesionales médicos dada la sobrecarga de trabajo en un ambiente laboral demandante y emocionalmente intenso, donde las expectativas e ideales juveniles se contrastan con la realidad.

“En algún punto, la mayoría lo hemos llegado a vivir”, considera Guízar, quien en el boletín de información clínica “Burnout, abandono y suicidio: pérdida de médicos en medicina de urgencias” refiere una prevalencia por agotamiento de entre el 37.9 y el 52.8 por ciento en todos los niveles de capacitación médica, situación que comienza desde los primeros años de estudio de medicina.

Que aquellos que se encargan de velar por la salud de las personas estén exhaustos e insatisfechos no es ninguna trivialidad; “puede llegar a ser tan grave que hasta intentos de suicidio puede haber”, subraya Guízar, que ya desde antes de la pandemia de Covid-19, periodo en que el burnout se hizo ampliamente evidente, coordinaba el curso “El arte de sanar y cuidar sin enfermar”.

“Es algo que ya se conocía, pero la pandemia lo hizo más visible, más notorio. Desgraciadamente, sí aumentaron los intentos de suicidio o las deserciones de especialistas, que eso también es grave”, añade la experta.

“Si lo vemos desde el punto de vista económico, es muy costoso formar a un médico, más un médico especialista, para que deserte en etapas tempranas. O sea, que diga: ‘Ya me voy a dedicar a otra cosa’, también por lo mismo del desgaste”.

Origen doble

Para Guízar, las causas de este síndrome radican por igual en lo organizacional que en lo individual.

Por un lado, está la excesiva carga de trabajo e indefinición de las labores -a veces teniendo los médicos que realizar actividades administrativas- dentro de un sistema sumamente jerárquico, similar al de la milicia.

“Hay un jefe de servicio, un médico de base, el residente de cuarto año, de tercero, de segundo, de primero, y el médico interno de pregrado. Cada uno está arriba del otro, le tiene que ir reportando al otro, y en ocasiones sí se dan fenómenos tanto de violencia psicológica como violencia laboral”, apunta Guízar sin obviar, además, las cuestiones de género.

“Durante el Covid, esas asimetrías de género fueron mucho más importantes porque también hay mujeres que tienen incluso este doble rol de cuidar a los adultos mayores porque sus padres siguen vivos. Entonces, cuidan al adulto mayor, cuidan a sus pacientes y cuidan a los hijos”.

En lo individual, por otra parte, tiende a pesar mucho el idealismo con que llegan las nuevas generaciones de profesionales médicos, pensando “voy a salir a curar a todo el mundo”, cuando en ciertas ocasiones esto no va a ser posible, independientemente de su pericia.

De la mano de la frustración por lo que a su parecer será un “mal resultado”, vienen severos cuestionamientos hacia sí mismos; “es ese shock de ‘no puedo’ o ‘no soy un buen médico'”, expone Guízar.

De ahí que en México el síndrome de burnout sea más frecuente en el personal médico menor de 40 años, principalmente en quienes brindan atención de primer contacto, como los urgenciólogos.

Y lo más grave es que quienes se ven afectados no suelen a buscar ayuda, en parte por esa falsa idea de infalibilidad que se adopta desde la formación; “se trabaja mucho en la parte humana del médico, o sea que el médico sea humano con el paciente, pero no se trabaja mucho que el médico sea humano con él mismo”, lamenta Guízar, aunque percibe que esto ha empezado a cambiar.

Pero, sobre todo, influye aún el estigma negativo hacia quienes reciben atención por temas de salud mental, considerándoles infundadamente menos aptos. Incluso hay temor a perder la licencia médica.

Si bien Guízar destaca esfuerzos como el del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz para atender gratuitamente al personal de la Secretaría de Salud (Ssa), la especialista subraya que velar por el bienestar de los médicos es algo que atañe a todos. En especial al estar de por medio la calidad de la atención.

“Si yo estoy desgastado, si estoy cansado, si no me siento satisfecho en el trabajo, claro que eso va a afectar mi desempeño con el paciente. Y todo mundo espera que, cuando vas a atención médica, el médico esté capacitado, en las mejores condiciones laborales, etcétera”.

¿Qué podemos hacer como pacientes para no contribuir a ese desgaste?

La anticipación. Si yo fuera regularmente a mis citas como persona con diabetes, con hipertensión o con cualquier enfermedad crónica, van a detectar a tiempo algo y entonces no llegamos a una urgencia. Eso puede ir aminorando la carga, pues digamos que el médico tiene citados a 18 pacientes, pero, además, de esos 18 llegaron 10 de urgencia, y al final fueron 28.

Siempre va a haber urgencias, pero que sean nada más esa que realmente sí fue un apéndice que nadie tenía en la mente, u otras cosas. No, por ejemplo, una gripa que se fue complicando y se hizo neumonía porque ya pasaron tres semanas (sin atención médica).

 

Texto y foto de archivo: Agencia Reforma