1 noviembre,2017 8:29 am

Brasil a un año de las elecciones de 2018

Gaspard Estrada*

 

El pasado domingo, el periódico carioca O Globo publicó, de manera muy discreta (a través de uno de sus blogueros, Lauro Jardim), su primera encuesta de intención de voto de cara a las elecciones presidenciales de 2018. Para la sorpresa de los comentaristas de la prensa, el ex presidente Luis Inácio Lula da Silva, a pesar de la brutal campaña en su contra, continúa su ascenso, al colocarse ahora con 35% de los votos, frente al diputado de derecha ultraconservadora Jair Bolsonaro con 13%, y a la ex ministra del medio ambiente Marina Silva, con 8%. El resultado sorprende no sólo por la acumulación de noticias negativas en contra del principal líder del Partido de los Trabajadores (PT) durante los últimos meses, sino porque se lleva a cabo después de la condena a nueve años de cárcel que le impuso el juez Sergio Moro. Para la comentocracia brasileña, después de esta sentencia, la candidatura de Lula –y por ende, del PT– estaba condenada al fracaso.

Sin embargo, contrariamente a lo que pensaban sus adversarios, el ex presidente Lula no se quedó con los brazos cruzados durante estos meses. Desde julio, cuando la sentencia  fue impartida por Moro, Lula anunció su precandidatura a la Presidencia de la República, como una manera de dar una respuesta política a sus acusadores en la justicia y en la prensa. A partir de esa fecha, emprendió una serie de giras por el país para promover su proyecto y tejer acuerdos políticos a nivel local y regional que le permitan más adelante darle peso a su candidatura. Durante agosto, Lula y su equipo viajaron en autobús por nueve estados del Nordeste, incluyendo su estado natal, Pernambuco, en el cual hizo una serie de actos de campaña junto a políticos que, en algunos casos, apoyaron la destitución de Dilma Rousseff en 2016, pero que hoy en día no apoyan las políticas del presidente Michel Temer, como el ex presidente del Senado Renan Calheiros. En efecto, Brasil vive hoy en día una profunda y estructural crisis política, económica y social, que se traduce en los índices de popularidad de Michel Temer, que se ha convertido en el jefe del Ejecutivo más impopular del mundo, con apenas 3% de aprobación, que usualmente es el margen de error estadístico de cualquier encuesta.

A pesar de esto, su gobierno ha conseguido votar medidas no sólo impopulares, sino que van en contra del legado mismo de la Constitución votada en 1988, que le da base a la democracia de ese país, como la flexibilización del “trabajo esclavo”, la legalización de la deforestación del Amazonas, así como del intento de desaparición de las reservas naturales para entregarlas a empresas explotadores de recursos minerales. Cada una de estas medidas ha tenido como objetivo principal agradar a los financiadores de las campañas electorales de los diputados y senadores que votaron a favor de la destitución de Dilma Rousseff en 2016, y que desde entonces han tenido que pronunciarse a favor de Michel Temer, a pesar de que este último ha estado involucrado en múltiples escándalos de corrupción. Para Temer y su equipo, la diferencia entre los gobiernos del PT (en particular del gobierno de Dilma Rousseff) y el suyo se encontraría en la economía. Gracias a las políticas de ajuste estructural promovidas por el ministro de Finanzas, Henrique Meirelles, la confianza de los inversionistas internacionales regresaría, y de la misma manera el crecimiento económico. Sin embargo, ha sucedido todo lo contrario: hoy hay más pobreza, más inseguridad, más desempleo y menos oportunidades. Claramente, las decisiones políticas tomadas por el gobierno de Temer han beneficiado a los más ricos, y en particular al sector financiero, que respalda la acción del ministro que mejor defiende sus intereses: Henrique Meirelles. Por ende, no es una sorpresa que ante el avance en las encuestas del ex presidente Lula, que ha anunciado su voluntad de someter a referéndum las medidas de congelamiento de los gastos públicos y de las demás medidas de austeridad, los operadores financieros de la ciudad de São Paulo comiencen a hacer propaganda negativa contra el presidente que paradójicamente los enriqueció más.

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.

Twitter: @Gaspard_Estrada