Texto: DPA / Foto: EFE
Barcelona, España, 11 de septiembre de 2018. Hubo un momento de confusión, un instante en el que nadie supo si la coreografía de la manifestación se había cumplido tal y como estaba prevista o si las acciones de la gente se habían avanzado a los simbólicos tiempos. Pero eso no impidió que centenares de miles de ciudadanos reclamaran hoy con entusiasmo la independencia de Cataluña en una colorida y reivindicativa marcha por la Diagonal, una de las principales avenidas de Barcelona.
Con silencios, aplausos, pitidos y proclamas varias, gente de todo tipo y condición, muchos grupos de amigos y familias, se extendieron a lo largo de seis kilómetros para celebrar una “Diada”, la principal fiesta de la región nororiental de España, que este año sumó, a las habituales proclamas, un nuevo pedido: la libertad de los políticos presos y procesados por delitos vinculados al plan independentista.
“La Diada siempre es la Diada, pero este año hay gente que no puede estar aquí y también por eso estamos nosotros aquí, para demostrar que, incluso sin ellos, podemos tirar hacia adelante”, señaló a DPA, Ana María, una comerciante de 54 años, llegada desde un pueblo cercano a Barcelona.
“En años anteriores, pedíamos un referéndum. Éste, que ya lo celebramos y lo ganamos recibiendo palos y con todo un Estado en contra, pedimos al Gobierno catalán que se ponga las pilas y que no pida tanto perdón porque la libertad no se pide, se ejerce”, añadió Georgina Blanc, profesora de danza y voluntaria de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), una de las dos poderosas organizaciones independentistas que convocaron todas las grandes manifestaciones de los últimos años.
En la primera “Diada” después del referéndum celebrado el 1 de octubre de 2017, los resultados y las consecuencias de aquella votación que fue considerada ilegal por el Constitucional español y que supuso la destitución del Gobierno catalán entonces presidido por Carles Puigdemont se dejaron notar en las pancartas, los comentarios y la simbología.
“Votamos, ganamos. ¡Hagamos república!”, rezaban muchas de las telas que rodearon monumentos y mobiliario urbano de la capital catalana. “Libertad presos políticos”, decían otras, en alusión a los nueve políticos que permanecen en prisión preventiva por supuestos delitos vinculados al proceso independentista. “La democracia española es una mentira”, señalaba, en inglés, el cartón pintado que portaban algunos manifestantes.
El día ya había amanecido en Barcelona teñido del color coral, el elegido por la ANC para las camisetas con las que este año reclamaron la construcción de la república catalana. Miles de ciudadanos se las enfundaron a primera hora de la mañana y, durante todo el día, exhibieron su reclamo en sus paseos o actividades habituales. “¡Hagamos la república!” y “Directos a la cima”, se podía leer en las prendas presididas por una montaña que marca las diferentes etapas para llegar a la cumbre.
Y es que la llegada al Gobierno español de Pedro Sánchez, el socialista que apartó del poder al conservador Mariano Rajoy y que se mostró abierto a mantener un diálogo con los soberanistas de Cataluña, no modificó en apenas nada la perspectiva de los independentistas catalanes.
“No cambió nada. El Estado español es monolítico y no hay forma humana de que se mueva de donde está. Tendría que cambiar mucho todo y no lo veo”, apuntó a dpa Fernando, un jubilado de 76 años de Sabadell.
“La posición del Gobierno español es siempre la misma: obviar el problema. Y no creo que este nuevo Gobierno sea diferente”, agregó Anabel, de 48 años. “Soy una persona optimista, pero veo muy complicada cualquier solución si no nos apoyan desde fuera de España”, continuó la mujer, una técnica deportiva de la provincia de Tarragona.
“Son la misma gente que puso [el dictador Francisco] Franco, unos de un color, otros de otro, pero el mismo sistema. Y si me apuras, estos aún son peores porque con el PP ya sabes lo que te espera, pero estos hacen lo mismo por detrás”, sostuvo Georgina, la voluntaria, minutos después de que toda la coreografía preparada para el acto central hubiese dejado a muchos manifestantes un tanto despistados.
Los dos minutos de silencio que se había pedido hubiera antes de las 17:14, una alusión al 11 de septiembre de 1714, cuando Barcelona cayó en manos de las tropas borbónicas durante la Guerra de Sucesión Española, se iniciaron antes de lo previsto y luego fueron interrumpidos por pitos a los helicópteros de la Policía que sobrevolaron la concentración. También, por gritos de “¡Independencia, independencia!” y “¡Libertad, libertad” y muchas manos al aire para acompañar los reclamos.
Después, regresó de nuevo el silencio para que la “ola de sonido” que arrancó del inicio de la manifestación fuera cobrando brío a lo largo de los 38 tramos en los que se dividió la concentración para, finalmente, derribar de manera simbólica el muro que cerraba el recorrido con el dibujo de un rey boca abajo. Algunos manifestantes gritaron espontáneamente libertad. Pero la mayoría optó por pedir primero la independencia.
“Yo lo que espero es que el próximo año no tenga que venir acá de esta manera, sino que pueda irme a la playa o a festejar porque lo normal es que se pudiera votar. No es normal que la gente no pueda expresarse y que haya gente en prisión por sus ideas políticas”, dijo a dpa Adriano Pereira, un portugués de 37 años y 12 de residencia en Barcelona.
“El único horizonte que yo veo es la independencia. Pero, sobre todo, que la gente pueda votar y expresarse, salga lo que salga”, concluyó este hombre, ataviado con una bandera independentista a su espalda y una pancarta que advertía: “España, no perdonaré lo que hiciste el 1 de octubre de 2017”.
“La Diada siempre es la Diada, pero este año hay gente que no puede estar aquí y también por eso estamos nosotros aquí, para demostrar que, incluso sin ellos, podemos tirar hacia adelante”, señaló a DPA, Ana María, una comerciante de 54 años, llegada desde un pueblo cercano a Barcelona.
“En años anteriores, pedíamos un referéndum. Éste, que ya lo celebramos y lo ganamos recibiendo palos y con todo un Estado en contra, pedimos al Gobierno catalán que se ponga las pilas y que no pida tanto perdón porque la libertad no se pide, se ejerce”, añadió Georgina Blanc, profesora de danza y voluntaria de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), una de las dos poderosas organizaciones independentistas que convocaron todas las grandes manifestaciones de los últimos años.
En la primera “Diada” después del referéndum celebrado el 1 de octubre de 2017, los resultados y las consecuencias de aquella votación que fue considerada ilegal por el Constitucional español y que supuso la destitución del Gobierno catalán entonces presidido por Carles Puigdemont se dejaron notar en las pancartas, los comentarios y la simbología.
“Votamos, ganamos. ¡Hagamos república!”, rezaban muchas de las telas que rodearon monumentos y mobiliario urbano de la capital catalana. “Libertad presos políticos”, decían otras, en alusión a los nueve políticos que permanecen en prisión preventiva por supuestos delitos vinculados al proceso independentista. “La democracia española es una mentira”, señalaba, en inglés, el cartón pintado que portaban algunos manifestantes.
El día ya había amanecido en Barcelona teñido del color coral, el elegido por la ANC para las camisetas con las que este año reclamaron la construcción de la república catalana. Miles de ciudadanos se las enfundaron a primera hora de la mañana y, durante todo el día, exhibieron su reclamo en sus paseos o actividades habituales. “¡Hagamos la república!” y “Directos a la cima”, se podía leer en las prendas presididas por una montaña que marca las diferentes etapas para llegar a la cumbre.
Y es que la llegada al Gobierno español de Pedro Sánchez, el socialista que apartó del poder al conservador Mariano Rajoy y que se mostró abierto a mantener un diálogo con los soberanistas de Cataluña, no modificó en apenas nada la perspectiva de los independentistas catalanes.
“No cambió nada. El Estado español es monolítico y no hay forma humana de que se mueva de donde está. Tendría que cambiar mucho todo y no lo veo”, apuntó a dpa Fernando, un jubilado de 76 años de Sabadell.
“La posición del Gobierno español es siempre la misma: obviar el problema. Y no creo que este nuevo Gobierno sea diferente”, agregó Anabel, de 48 años. “Soy una persona optimista, pero veo muy complicada cualquier solución si no nos apoyan desde fuera de España”, continuó la mujer, una técnica deportiva de la provincia de Tarragona.
“Son la misma gente que puso [el dictador Francisco] Franco, unos de un color, otros de otro, pero el mismo sistema. Y si me apuras, estos aún son peores porque con el PP ya sabes lo que te espera, pero estos hacen lo mismo por detrás”, sostuvo Georgina, la voluntaria, minutos después de que toda la coreografía preparada para el acto central hubiese dejado a muchos manifestantes un tanto despistados.
Los dos minutos de silencio que se había pedido hubiera antes de las 17:14, una alusión al 11 de septiembre de 1714, cuando Barcelona cayó en manos de las tropas borbónicas durante la Guerra de Sucesión Española, se iniciaron antes de lo previsto y luego fueron interrumpidos por pitos a los helicópteros de la Policía que sobrevolaron la concentración. También, por gritos de “¡Independencia, independencia!” y “¡Libertad, libertad” y muchas manos al aire para acompañar los reclamos.
Después, regresó de nuevo el silencio para que la “ola de sonido” que arrancó del inicio de la manifestación fuera cobrando brío a lo largo de los 38 tramos en los que se dividió la concentración para, finalmente, derribar de manera simbólica el muro que cerraba el recorrido con el dibujo de un rey boca abajo. Algunos manifestantes gritaron espontáneamente libertad. Pero la mayoría optó por pedir primero la independencia.
“Yo lo que espero es que el próximo año no tenga que venir acá de esta manera, sino que pueda irme a la playa o a festejar porque lo normal es que se pudiera votar. No es normal que la gente no pueda expresarse y que haya gente en prisión por sus ideas políticas”, dijo a dpa Adriano Pereira, un portugués de 37 años y 12 de residencia en Barcelona.
“El único horizonte que yo veo es la independencia. Pero, sobre todo, que la gente pueda votar y expresarse, salga lo que salga”, concluyó este hombre, ataviado con una bandera independentista a su espalda y una pancarta que advertía: “España, no perdonaré lo que hiciste el 1 de octubre de 2017”.