9 julio,2023 8:30 am

Rompen el silencio del abuso sexual

 

Ciudad de México, 9 de julio 2023. Daniela Guerra Leal tiene 26 años y llega con un rostro limpio, sin maquillaje, se toca las mejillas con sus manos y dice que le gusta mostrarse natural, y así con una transparencia y fortaleza que impactan empieza a contar cómo ha sido su vida tras ser abusada sexualmente cuando era niña.

“Es un infierno, no se lo deseo a nadie, ni a la persona que me dañó”, dice en la sala de su casa junto con su mamá Alicia Leal Robles y tres perritas que rescató de la calle.

“Es horrible, es una cárcel y la sentencia es larga, entonces lo que pueda ayudar a quien sea, porque es demasiado feo. No quiero que haya otras ‘Danielas’ que estén viviendo eso”.

Con la sincera sonrisa de alguien que ha transformado un profundo dolor, la joven acepta compartir por primera vez su testimonio en entrevista para ayudar a mujeres y hombres víctimas de abuso sexual infantil.

No mencionará a quien la dañó: dice que en este proceso de sanar trabaja en ver a esa persona desde la compasión.

Alicia, de 54 años, se une a la voz de su hija: quiere alertar que estas situaciones están más cerca de lo que se cree.

“En mi caso, con el elefante blanco en la sala, no lo volteé a ver”, recalca, reviviendo ese gran pesar.

Hace una pausa al tiempo que sus ojos se humedecen al intentar entender, una vez más, cómo no se dio cuenta de que algo más le pasaba a su hija cuando en secundaria, siendo de las mejores en el soccer, de pronto batallaba para correr, como si le hubieran drenado la energía.

“Cuando Daniela tenía 14 años ya empezaba a notar cosas, pero la opción de abuso sexual no estaba en mi lista”, expresa, “por eso hago tanto hincapié en esto de mi ignorancia, mi ignorancia, para que empecemos a tener esto en la agenda, en que es una posibilidad”.

De aquel entonces pasaron 10 años para que aquel “elefante blanco” comenzara a tomar forma: Dany tuvo la certeza hasta los 24 años de haber sido abusada de niña y, cuando Alicia lo supo no lo dudó, porque ahora todo tenía sentido.

El silencio de ambas ha terminado y esta es su historia.

 

I

 

El pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, Daniela salió a marchar sosteniendo una cartulina con cuatro fotos de ella siendo una niña pequeña y un mensaje que hace estremecer a cualquiera: “Ésta era yo cuando decidiste violarme”.

 

Dany es amante de la naturaleza, cuida su alimentación, porque sabe que la comida es medicina para el cuerpo y toma terapia. Ahora viste ropa fresca, está descalza y sin problema se sienta con sus piernas dobladas y entrecruzadas.

 

Sufrió abuso cuando era una niña entre los 6 y los 13 años, pero su cerebro bloqueó estos recuerdos desarrollando un estrés postraumático complejo no diagnosticado por las diversas terapeutas y psiquiatras que recorrió durante 10 largos años.

 

Su diagnóstico era ansiedad y depresión. Y de ahí no pasaba.

 

Las memorias del abuso sexual llegaron apenas hace dos años, en el 2021, por medio de la terapia EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing) un método terapéutico que ayuda a procesar recuerdos traumáticos mediante movimientos oculares.

 

Tomó estas sesiones en línea con una psicoterapeuta estadounidense.

 

La terapia EMDR, avalada por la Organización Mundial de la Salud, es conocida por ser utilizada con veteranos de guerra y víctimas de abuso sexual.

 

De acuerdo con el Instituto Español EMDR, en la terapia el paciente habla del incidente y mientras hace movimientos oculares o cualquier otra estimulación bilateral le vienen a la mente otras partes del recuerdo traumático.

 

Estos movimientos facilitan la conexión entre los dos hemisferios del cerebro logrando el procesamiento de información y la disminución de la carga emocional.

 

“Me acuerdo que en la sesión cuando por primera vez salieron las memorias lo primero que vi era yo de chiquita escondida abajo de mi lavabo”, recuerda Daniela.

 

Era como una película, explica, en la que iban apareciendo fragmentos aleatorios que luego fue hilando.

 

“Fue un shock, le hablé a mi mamá y le empecé a hacer puras preguntas”, continúa.

 

Necesitaba saber ciertas características de su casa y cuándo fueron modificadas algunas áreas para tener claridad en las fechas.

“¿Cuándo tenía un edredón de flores así como de muchos colores?”, le cuestionó.

 

Fueron meses de sesiones semanales para que Dany supiera con certeza lo sucedido.

 

“Empecé a sentir todo el pánico, el shock que sentía, la ansiedad”, relata. “Yo sentía verdaderamente que me iban a matar, parte del abuso sexual son las amenazas: creo que eso es lo que más me afectó, porque un infante no puede procesar que lo amenacen, que sienta que se va a morir.

 

“Eso es de lo más difícil, porque qué hace ese cuerpo cuando siente que se va a morir, se paraliza. Es lo que siento que he vivido: como un estado de parálisis, esa hipervigilancia de qué me van a hacer ahora”.

Algo clave para que se abriera y pudiera destapar este abuso: la confianza y seguridad que sintió con esa terapeuta.

“Yo no sé cómo estoy viva, la verdad”, admite Dany.

 

II

 

Creció siendo una niña con primeros lugares en la escuela y en el deporte, porque sentía que no podía equivocarse en nada. Su mundo, sin embargo, se derrumbó a sus 15 años al fallecer su abuelo materno, su protector. Entonces desapareció, dice, esa máscara “de adolescente perfecta”.

 

El cuerpo comenzó a hablar lo que su boca callaba y se percibía como una persona sucia, “monstruosa” ante los demás: buscaba ocultarse con ropa oscura y holgada y tapaba su rostro con el cabello.

 

“El abuso sexual infantil te crea como una guerra con uno mismo al creer que mi cuerpo me está generando que me ataquen”, narra, “entonces yo lo castigué comía muy poco, no me cuidaba”.

 

Inició su prepa en un colegio de Estados Unidos con posibilidades de destacar como una gran jugadora de soccer, pero para su segundo año la punta del iceberg no pudo ocultarse más. Dejó de ser funcional. Ya eran incontables visitas a la enfermería.

 

Inició terapia con una psiquiatra y tratamiento farmacológico para ansiedad y depresión. Apenas pudo terminar prepa y la universidad se puso en pausa.

 

Para diciembre del 2017 llegaron ideaciones suicidas y su casa, ya en Monterrey, se convirtió en una clínica con enfermeras para cuidarla, visitas con terapeutas y médicos cada semana.

 

Nada penetraba su caparazón.

 

III

 

El caminar de Alicia, la madre, tampoco ha sido nada fácil y su fuerza también impacta.

 

Es sobreviviente de cáncer de mama y, en diciembre del 2021, sufrió la muerte de su hijo mayor, Arturo, a quien de cariño llamaban Chaps. Tenía 27 años y falleció en un accidente aéreo.

 

Remarca la importancia de que las mamás, papás o cualquier cuidador sepa qué es el estrés postraumático complejo, algo que ella desconocía y que desencadenó la ansiedad y depresión en Dany.

 

Carolina Moreno, psicóloga especializada en psicoterapia Gestalt, explica que una persona desarrolla este trastorno cuando está en una constante retraumatización.

 

Es decir, repetidamente por un largo periodo de tiempo enfrenta situaciones difíciles como violencia familiar o abuso sexual.

 

“El infante vive en una situación donde está en una hipervigilancia porque siente su mundo amenazante”, indica la especialista. “Y así va a percibir el mundo porque todo el tiempo se está sintiendo en amenaza”.

 

Estas personas somatizan mucho, agrega, que es cuando malestares psicológicos afectan el cuerpo.

 

“Pueden tener problemas intestinales, dolores de cabeza, padecer insomnio, hay mucha ansiedad; lo pueden manifestar en las piernas, en sus manos, ya sea que le suden o se pongan temblorosas”, apunta la psicóloga.

 

“Dentro de la sintomatología está la depresión, viven mucha tristeza”.

 

Daniela ha buscado empaparse de conocimientos psicológicos y de tratamientos que le ayuden en su proceso.

 

Para ella la terapia somática, técnica que analiza la conexión cuerpo-mente para ayudar a liberar traumas o sentimientos negativos ha sido una gran aliada.

 

Actualmente estudia en línea la carrera de Psicología en la Universidad Latinoamericana.

 

IV

 

Lo que madre e hija han vivido lo están canalizado para ayudar y demostrar que, por más oscuro que sea el túnel, siempre hay esperanza y un rayo de luz tiene el poder de volver a iluminar el camino.

 

“Creo que esto es lo que me mantuvo”, confiesa Dany, “porque yo decía: ‘A alguien le va a servir lo que he vivido, necesito aguantar y sé que voy a sanar de alguna manera u otra’. Ese sentido de propósito es lo que me mantuvo a toda costa”.

 

Hace cuatro meses decidió no esconderse más.

 

El pasado 20 de marzo, en su cumpleaños 26, le pidió de regalo a su mamá que escribiera sus vivencias y las compartiera. Así fue como Alicia publicó en Facebook su primera crónica “Acompañamiento a una víctima de abuso sexual infantil”. Van siete escritos estrujantes.

 

Ambas crearon la cuenta “El silencio de las voces” en Facebook, Instagram, TikTok y un canal en YouTube, donde han grabado episodios de una serie llamada “Atravesando el miedo” en la que conversan sobre lo vivido para crear conciencia del abuso sexual infantil y la importancia de la salud psicoemocional.

 

Buscan enviar mensajes desde el amor y la compasión, y cortar con el odio.

 

Iniciaron también un grupo de WhatsApp para ayudar a sobrevivientes y un proyecto en puerta es crear un “Espacio Seguro” en su casa con zonas para que mujeres y hombres puedan escuchar a su cuerpo mediante diversas dinámicas y soltar emociones.

 

Dany sueña con ayudar a todas las personas posibles y quiere hacer una asociación llamada A million dreams, título de una canción de la película The Greatest Showman (El Gran Showman).

 

“Esa canción me mueve mucho porque yo me sentía así. Eso es lo que yo decía: ‘Un día, un día voy a salir y voy a hacer todo'”.

 

Ese día llegó. Hoy, Dany ya lo está haciendo.

 

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Texto y fotos: Agencia Reforma