Gaspard Estrada
El pasado domingo, tres países (Brasil, Chile y Uruguay) fueron a las urnas para elegir a alcaldes (Chile y Brasil), gobernadores (Chile), congresistas (Uruguay), y a un presidente de la Republica (Uruguay). No se trata de una cita electoral menor, teniendo en cuenta el peso político de estos países en el cono sur. En el caso de Brasil, se trata de una cita electoral de medio mandato para el Presidente Luiz Inacio Lula da Silva.
Tras dos años de gobierno, Lula ha logrado restablecer un orden democrático e institucional mínimo en el país, después de la década de crisis política y social que vivió Brasil a partir de las manifestaciones de junio de 2013 y de la presidencia de Jair Bolsonaro. Gracias al regreso de los programas sociales exitosos de los dos primeros mandatos del Presidente del Partido de los Trabajadores (PT) y a los aumentos reales del salario mínimo, los indicadores sociales –en particular, las estadísticas de desnutrición– han vuelto a mejorar (el gobierno brasileño espera que de aquí al final del tercer mandato de Lula, Brasil vuelva a salir del mapa del hambre realizado cada ano por la FAO). En el plano económico, por segundo año consecutivo, los resultados del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) sorprendieron a sirios y troyanos, llegando al casi 3 por ciento de crecimiento en 2023 y seguramente mas del 3.5 por ciento en 2024. Y si bien la mayoría de los analistas del sector financiero de Sao Paulo anticipan un crecimiento mas austero para 2025, no es el punto de vista de las principales agencias de riesgo del mundo, como Standard and Poor’s, Fitch y sobre todo Moody’s, que acaba de aumentar la calificación de riesgo de la deuda soberana de este país, dejándolo solo a un punto de volverse grado de inversión (el famoso “investment grade”). Si esto llegara a suceder antes del final del tercer mandato, una serie de fondos de inversión y de empresas podrían multiplicar sus activos en Brasil, contribuyendo a aumentar la creación de empleos y por ende la mejora de los indicadores económicos y sociales.
Sin embargo, a pesar de todos estos buenos resultados, el saldo electoral para la izquierda en general, y para el Partido de los Trabajadores en particular, no es particularmente alentador. A pesar del apoyo del Presidente Lula, y del hecho de dirigir la administración publica federal, el PT solo obtuvo la victoria en una capital, en el nordeste del país (Fortaleza), y si bien consiguió aumentar el número de alcaldías gobernadas (más de 200 en total), sigue estando muy por debajo del récord histórico del partido, en 2012 (poco mas de 450 presidencias municipales).
Frente al PT, el Partido Social Demócrata (PSD) y el Movimiento Democrático Brasileño (MDB) obtuvieron el mayor número de alcaldías en Brasil, así como el mayor número de capitales estatales. Tras los resultados de la segunda vuelta del pasado domingo, los dos partidos eligieron cinco alcaldes cada uno. A pesar del empate con los MDBistas en número de capitales, el PSD se impuso como la primera fuerza política local a nivel nacional a partir de 2025. En conjunto, las 887 ciudades que estarán bajo el mando del partido concentran una población de 37 millones de personas. El MDB le sigue de cerca, con 36,5 millones de habitantes en sus 853 municipios –el mayor de los cuales es São Paulo, la mayor ciudad del país, con 11 millones de habitantes.
El resultado de la segunda vuelta también consolidó el dominio de los partidos del Centrão en las elecciones municipales de este año. Con las victorias en Goiânia y Natal, União Brasil liderará cuatro capitales a partir del próximo año. El PP, que ganó en Campo Grande y João Pessoa, mantuvo las dos capitales que tenía. El Partido Liberal (PL) fue el partido que más creció, con cuatro capitales ganadas: Rio Branco, Maceió, Aracaju y Cuiabá (el partido no elegía una capital desde el año 2000). No obstante, esto no quiere decir que el ex presidente Jair Bolsonaro, que está afiliado a este partido, pueda ser considerado como el vencedor de esta elección. Por el contrario. La gran mayoría de los candidatos respaldados por Bolsonaro perdieron, de manera que el liderazgo del expresidente, que perdió el ano pasado sus derechos políticos hasta 2030, en el campo conservador, perece bastante mermado. Todo apunta a que el Presidente Lula tendrá dos anos de mucho trabajo para construir una candidatura competitiva para la elección presidencial de 2026, que será, sin duda, su última elección presidencial.
* Miembro del comité asesor de la unidad del sur global de la London School of Economics (LSE)
X: @Gaspard_Estrada