30 junio,2020 5:29 am

A dos años del triunfo

Arturo Martínez

 

Mañana se cumplen dos años de la gesta histórico electoral que llevara al triunfo a Andrés Manuel López Obrador y al movimiento que lo acompaña. Ni en nuestros mejores sueños llegamos a pensar que alcanzaríamos el 53 por cierto de la votación, más de 30 millones de votos, lo que se convirtió en un triunfo contundente y en un mandato claro, que se extendió a ambas cámaras del Congreso de la Unión. El mandato fue muy claro, transformar radicalmente, esto es de raíz, al estado mexicano y a las viejas formas de hacer política.

Hoy muchos se llaman a sorpresa porque Andrés Manuel, coherente como lo ha sido toda su vida, obstinado y recto, sus detractores dirán terco, está realizando todo lo que prometió en campaña, y es precisamente a eso a lo que no estábamos acostumbrados, ni la clase dirigente, ni la clase política, ni los medios de comunicación. Estábamos acostumbrados a que en campaña se decía una cosa y en el gobierno se hacía otra. López Obrador no es así, López Obrador siempre hace lo que dice que va a hacer, nos guste o no nos guste, y siempre va al fondo de los compromisos que realiza.

Hoy la oposición que permanece extraviada sin encontrar un tono, ni una narrativa, ni un liderazgo y ni siquiera puntos de unión, lo único que hace es atacarlo de manera personal sin darse cuenta que al hacer esto, lejos de debilitarlo, lo fortalecen porque lo siguen convirtiendo en la víctima del sistema político y económico que convirtió a México en una de las naciones más desiguales del mundo entero.

Andrés Manuel López Obrador sabe perfectamente a quien le habla cuando habla a la gente, Andrés Manuel le habla a la base de la pirámide, a las decenas de millones de mexicanos que siempre estuvieron olvidados por el Estado, que siempre fueron carne de cañón político electoral, a los que nunca tuvieron voz, a los más marginados, a los pobres entre los pobres. Ese es el objetivo y es a quien dirige sobre todo su mensaje el presidente de la República. No es de extrañarse, siempre lo dijo “Por el bien de todos, primero los pobres”.

Andrés Manuel es un hombres de raíces populares y rurales, sabe y reconoce el valor de la palabra, jamás dice algo que no pueda cumplir, jamás incumple los acuerdos a los que llega, difícilmente dice cosas solamente para quedar bien y en ese proceso es probable que muchos miembros de la élite se sientan confundidos, estando acostumbrados durante años a manipular al poder, a confundir el poder político con el poder económico, a creer que podrían presionar a través de sus centrales patronales al titular del ejecutivo. Eso se terminó. El titular del ejecutivo le responde al pueblo de México, no a grupos de interés en particular.

Es mucho lo que hace falta de consolidar en el proceso de la cuarta transformación. Es mucha la autocrítica que tenemos que hacer los que acompañamos a Andrés Manuel en el proceso, muchas veces en vez de ayudarlo parece que le estorbamos, con reyertas internas, pleitos partidistas, la disputa por los puestos y por las candidaturas, en vez de dimensionar el momento histórico que es único y que es importantísimo. En estos años se definirá el rumbo del país: o lo transformamos hacia una nación más igualitaria, más libre, más justa y más democrática, o el retorno al autoritarismo, al mercantilismo y a la corrupción será inevitable.

Andrés Manuel López obrador tiene claro su plan, tiene clara su estrategia, tiene rumbo, y tiene viento a favor. Si alguna crítica merece, desde mi punto de vista, es no ser lo suficientemente contundente en ejercer su liderazgo al interior de los partidos que lo acompañaron, particularmente de su partido, de Morena. Hoy, sin embargo, debemos de pensar no solo en Morena y no solo en los partidos con los que nos aliamos para alcanzar el triunfo, hoy debemos pensar en los 140 millones de mexicanos que seguramente dirá el Inegi que somos y no nada más en los 30 millones que votaron por nosotros. Hoy es importante el llamado a la concordia, la búsqueda de la unidad, la búsqueda de los consensos, pero no hay que confundir la unidad, el acuerdo y los consensos, con la impunidad, con el perdón a los delincuentes, ni con el borrón y cuenta nueva. El que la hizo, la debe de pagar.

Es momento de cerrar filas en torno al proyecto, es momento de dejar a un lado la disputa interna, estéril, burócrata, inservible y anacrónica. La gente espera de Morena, de su partido, de su movimiento y de su gobierno, nuevas formas de hacer política, no las viejas formas que llevaron al PRD, al PAN y al PRI a convertirse en esos espacios de venta de candidaturas en lo que se convirtieron. Los morenistas, los integrantes de la 4T, debemos de asumir nuestro papel con responsabilidad, con valor, con generosidad y con solidaridad. No tenemos derecho a fallarle a la gente que con tanta esperanza y con tanto valor, acudió hace dos años a darnos el mandato de transformar al país de forma radical.