9 diciembre,2021 4:49 am

¡Acapulqueña linda!

Anituy Rebolledo Ayerdi

(Segunda de cinco partes)

 

La Güera Leandra

Con desconcertante sangre fría –escribe el cronista José Manuel López Victoria– Leandra Oliver, popular vendedora de “pan mujer,” logró penetrar al voraz incendio del Teatro Flores (14 de febrero de 1909), para salvar a varios espectadores, niños entre ellos. Como pudo rompió la tela de alambre de la galería para que pudieran salir. El saldo final de la tragedia será de 300 defunciones. La Guera Leandra, como era conocida popularmente, alcanzará entonces el estatus de heroína acapulqueña.

 El Instituto Wallace

 El Instituto Wallace de Chilpancingo, internado operado por la iglesia protestante de Estados Unidos, representaba entonces para muchos acapulqueños la oportunidad única de estudiar la instrucción secundaria. Lo será hasta 1939 cuando se funde aquí la primera escuela de segunda enseñanza, la Federal número 22. Las familias adineradas del puerto nunca tuvieron ese problema porque enviaban a su hijos a estudiar al país vecino, particularmente a California.

El grupo acapulqueño con destino al Instituto Wallace no lo integrarán únicamente varones, como pudiera pensarse en la tercera década del siglo XX. Hubo niñas valientes que, sobre los “díceres de la gente”, tuvieron la voluntad de separarse de la familia para cultivarse y ser libres. El grupo lo integraron, entre otras, Teresa Argudín, Carmen Vidales, Consuelo Orbe, Esperanza Morlet y Mirtila Beltrán. Allá mismo estudiará la calentana Macrina Rabadán Santana, primera mujer legisladora federal y fundadora del Instituto de Bellas Artes de Acapulco.

El Club de Brujas

El Club de Brujas de Acapulco contaba paradójicamente con la membresía de las muchachas más hermosas del puerto. Y era que tal denominación respondía únicamente a la solemne “brujez” de la organización (pobreza extrema) pues todas eran lindas. Tan aguda que en sus fiestas sólo ofrecían los ponches preparados por ellas mismas, nunca refrescos o licores. Un club, pues, sin cuotas ni reglamentos y una sola consigna: divertirse.

Mientras que las fiestas de la “crema y nata” de la dominante sociedad hispana tenían lugar en fechas determinadas como el Día de la Raza y las celebraciones religiosas, el Club de Brujas tenía las suyas a la menor provocación. Sus escenarios eran las residencias de don Chamón Funes y de Juanita Galeana de Stephens, aunque también La Quebrada. Bailes amenizadas por las orquestas de don Isauro Polanco y don Alberto Escobar, pagadas con el peso de admisión cobrado a los caballeros.

Las lindas “brujitas” que formaron el pie veterano del club fueron, según relación de los cronistas Carlos E. Adame y Jorge Joseph: María y Thema Estrada, Rosita Flores, Elean Uruñuela, María Athié, María y Natividad Campos, Fredesvinda Vélez, Colacha Sutter, Esther Stephens, Chuchita Ramírez, Camila Benítez, Romanita Loranca, Chalía Funes, Sara Aguirre, Victoria Casís, Lucila Gómez.

También Irene, Concha y Paula Álvarez, Aura Emma del Río, Irene y Consuelo Curd, Tere Castañón, Aurelia Balboa, Tere, Sara y Lila Apac; Eloísa y Margarita Aguilar; María Tabares, Angelita y Chevita López Victoria; Nacha Guesso, Altagracia Tabares, Genara Camplis, Leova y Nora Mazzini, Lucrecia y María Luisa Villalvazo, Carmen Carvajal, Solfina Martínez, Juana Díaz, Carmen y Cristina Vidales; Las Sutter, Las Tellechea, Las Olivar, Las Lacunza, Las Uruñuela, Las Funes, Las Sosa, Las Berdeja, Las Muñúzuri, Las Adame y Las Hudson.

La orquesta de Señoritas

La insularidad de Acapulco será dramática incluso ya entrada la segunda década del siglo XX, siendo por ello el mar su única comunicación con el exterior. Ello imposibilitará la llegada de muchas expresiones foráneas y entre ellas las artísticas y culturales obligando a los porteños a generar y cultivar las propias.

La Sociedad de Thalía fue una de ellas. Fundada en 1892 por don Gumersindo Gume Lobato, de oficio orfebre (“plateros”, se les llamaba entonces) con la presentación de obras del teatro español interpretado por actrices y actores locales. La aportación más importante de Thalía fue sin duda la Orquesta de Señoritas, ofreciendo conciertos de gala en el Palacio Municipal y serenatas dominicales en el kiosco de la plaza Álvarez. Orgullosos de su agrupación musical, los acapulqueños la tenían como única en México y seguramente tenían razón. Las ejecutantes: violinistas: Clementina Torres, Julia Payne e Isabel Lacunza; pianistas: Otilia Liquidano, María Bello, Sofía Dickman y Angela Lobato. Flautista: Emilia Billings. Clarinetista: Benita H. Luz , chelista, Clementina Carranza, y contrabajistas Emilia, Elisa y Eloína Batani.

 Diódoro Batalla

 Diódoro Batalla, abogado veracruzano que había llegado al puerto como juez de Distrito, era un entusiasta colaborador de los empeños culturales de don Gume. Cesado de su encargo por censurar al presidente Díaz, Batalla tendrá al puerto como su particular “isla del Diablo”, o sea, desterrado en su propia tierra. Y vaya que había lastimado al dictador con su tesis profesional titulada Reformas al Poder Ejecutivo, en la que proponía suprimir el poder ejecutivo federal y elegir en su lugar un Consejo Popular. Aquél lo llamará “loco peligroso”.

La relación cercana del veracruzano con la Orquesta Femenil lo llevará a enamorarse de una de sus violinistas: Clementina Torres. Pronto la hará su esposa estableciendo su nido de amor su en la calle de San Juan (hoy 5 de Mayo) destinada a las carreras parejeras de caballos, imprescindibles en las fiestas locales. La cigüeña será puntual depositando en aquel hogar una linda acapulqueñita a la que llaman Clementina, como la mamá.

Clementina Batalla

Clementina Batalla dará mil batallas a su madre y educadoras destacando por sus habilidades con los números y la lectura. Vendrá luego la inminente mudanza a la Ciudad de México y más tarde la muerte de sus padres. Huérfana, la acapulqueña trabaja y estudia siempre becada hasta lograr, a los 21, el título de maestra de matemáticas y cuatro años más tarde el de licenciada en Derecho por la UNAM. Es históricamente la segunda mujer abogada de México. El trabajo de las mujeres, su tesis. También estudia en la escuela de Filosofía y Letras llegando a dominar los idiomas inglés, francés y alemán.

Casada con Narciso Bassols, una de las más altas cumbres de la inteligencia mexicana (secretario de Hacienda con el presidente Lázaro Cárdenas y de Educación Pública con los mandatarios Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez, además de embajador de México ante la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, durante 10 años), Clementina será la compañera fiel y discreta sin nunca pretender protagonismos odiosos frente al compañero.

Viuda a los 70, Clementina reemprenderá sus luchas aplazadas con la fundación la Unión de Mujeres Mexicanas, cuya demanda central será la igualdad de género en política. Viajará a la URSS para recibir reconocimientos por su sólido liderazgo femenil y en Chile será aclamada como dirigente del Comité de Auxilio Latinoamericano de Mujeres. Un organismo declarado non grato por las dictaduras del Cono Sur “por su filiación comunista”. La acapulqueña muere en Guadalajara el 8 de noviembre de 1987, a los 83 años.

 El Colegio Acapulco

 Procedente de Colima llega al puerto en 1923 el profesor Felipe Valle, ex gobernador de aquella entidad, para hacerse cargo de la administración de la Aduana Marítima de Acapulco. Su implicación en la revuelta Delahuertista contra el presidente Álvaro Obregón, encabezada aquí por el periodista Carlos E. Adame, lo colocará físicamente ante el pelotón de fusilamiento Se salva con seis conjurados más gracias a que el cabecillas se entrega y se declara único culpable, salvado también por su valor. Perdidos sus derechos políticos, Valle optará por la enseñanza ya ejercida con éxito en su tierra.

Sabedor de que en el puerto sólo era posible la instrucción elemental y que por ello muchos jóvenes veían frustradas sus aspiraciones educativas, Valle decide darles una oportunidad de vida. Establece para ellos las “pasantías” cuyo programa académico era el equivalente a la secundaria oficial. Dos acapulqueñas obtendrán las más altas calificaciones del experimento: Nachita Torres Gastélum y Conchita Campos, optando esta última hacerse cargo de un grupo escolar. Sus alumnos la calificarán como maestra ejemplar .

El ex alcalde Joseph Piedra (1960) no se anduvo por las ramas al afirmar que el Colegio Acapulco gozó de dos famas bien merecidas, la académica y la tener en su matrícula a las acapulqueñas más lindas.

Una de ellas fue, por cierto, Minerva Anderson Espino, inspiradora más tarde de la canción Acapulqueña, compuesta por José Agustín Ramírez a pedido del esposo, su compadre Policarpo Sosa. Un regalo de cumpleaños. Será el propio compositor quien la lleve de gallo acompañado por su guitarra: Acapulqueña linda, linda acapulqueña/ playera esbelta pálida y sensual/ en tu mirada ardiente y soñadora/ hay un reflejo del inmenso mar/…

Lo fueron también: Leonila Stephens, Petra y Manuela Rojas; las Escudero (Tita, Tere y Amparito), Sara Liquidano, Lila Apac; las García Mier (Alicia, Orfelina y Etelvina); las Olivar (Raquel, Leonor y Rebeca); las Vargas (Concha, Luz y Engracia); Conchita y Lila Hudson, Elvira Galeana, Nicolasa y la Marre Hudson.

Raquel Sánchez Morales, Las Argudín (Tina y Tere); Las Campos (Tive y María); Rosa Flores, Crisantema Estrada, Las Medina (Celia, Josefina y Malicha); Las Jiménez (Luz Amelia, Gloria y Aurora); Hortencia Caballero, Las Tellechea (Pelancha y Olga); María Beltrán, Hilda Gómez Maganda, Conchita Campos, Solfina Martínez, Las López Victoria (Angelita y Chevita); Eli Montano, Las Lobato (Adelina y Alicia); Luchi H. Luz, Carmen Tapia, Las Muñúzuri (María Luisa, Berta y Consuelo).

María Huerta, Teresa Valencia, Elo y Benita Pangburn; Cornelia Aguirre, Noemí Caballero, Irene López, Amelia Bello, María Luisa Morales, Perla Basterra, Las Pintos Mazzini (Eugenia, Elena y Angelita); Catania Adame, Julia Valle, Ignacia G. Torres, María Sotelo, Felicidad de los Santos, María Valverde, Las Batani y Josefina Medina.

Otras aplicadas “pasantes” fueron: Concha Hudson, Stella Acosta, Hilda Gómez, Irene Leyva, Justa y Teresa Escudero.

El paseo costero

La participación entusiasta de lindas acapulqueñas fue determinante para la cristalización de un proyecto social que tenía como objetivo abrir un paseo costero entre Tlacopanocha y las playas de Manzanillo y La Langosta. Para llegar a ellas se debía entonces cruzar el empinado cerro de La Candelaria implicando ello serios riesgos de seguridad, sanitarios y morales. Y era que en aquel cerro operaba La Gloria, un congal de mala muerte operado por Florindo Flores de la Floresta, un voluminoso gioto (así llamado por la gente decente) y sus pupilas pintarrajeadas como él mismo apodadas La Pata de oso, la Niña Verde, La manos de oro y Estrellita. Lancheros locales y marinos extranjeros, la violenta clientela habitual.

La idea de aquel trazo había nacido del médico avecindado José García de Léon, a través de su periodiquito Acción Social, cuya respuesta será entusiasta por parte de un grupo de damitas que de inmediato se pusieron a trabajar. El tajo del cerro fue proyectado por don Pedro Gutiérrez, contratista de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, y ejecutado por trabajadores al mando de un sobrestante. Las rayas sabatinas saldrán de las rifas, bailes, “jamaicas” (kermeses) y otras actividades recaudatorias a cargo del equipo femenil que había adoptado el proyecto.

Cinco meses más tarde la obra quedará felizmente terminada. Fue un día de fiesta para los porteños, recuerda el cronista Joseph Piedra, cuando el promotor de la obra, García de León, corte el listón simbólico para inaugurar el Paseo de las Brisas, como él mismo lo bautizó. Las empeñosas adolescentes recibieron entonces los honores y el agradecimiento de los acapulqueños. Lindas y felices:

Tey Sthepens, Tina Argudín, Solfina Martínez, Elisa, Emilia y Elo Batani, Fela Valle, Stela Acosta, Elvira Galeana, Flavia Mariscal, Etelvina y Alicia García Mier, Noemí Caballero, Valeria Escobar, Pelancha y Olga Tellechea, Hortencia Caballero, Tive Campos, Carmelita Carvajal, Rosa Flores, Adelina y Licha Lobato, Conchita Campos, María Beltrán , Sara Liquidano, Celia, Josefina y Malicha Medina.