3 octubre,2023 4:52 am

Admiración furtiva y desconfianza por la intimidad

 

 

Federico Vite

 

 

Uno de los novelistas vivos más importantes de la lengua inglesa es Ian McEwan, narrador británico, quien publicó recientemente la novela Lessons (2022), un libro muy esperado por los lectores del también autor de Atonement (2001). El periodista Stuart Miller publicó en Los Ángeles Times –justo hace un año, cuando este libro que muchos especialistas consideran una memoria estaba por salir a la venta– una entrevista reveladora sobre la nueva apuesta estética de McEwan. “He sentido una admiración furtiva y una desconfianza al mismo tiempo por los autores que saquean sus vidas. Me dediqué a la invención, aunque se colaran pequeños fragmentos de mi vida. Pero esta vez pensé que iba a tomar toda mi existencia y convertirla en una ficción”, señaló el escritor con una inusitada aceptación de todo eso que había negado. ¿Por qué?

McEwan descubrió que ya era tiempo de hablar de un tabú familiar. “Sabía que quería escribir sobre mi hermano perdido. (McEwan descubrió tarde en su vida que tenía un hermano a quien sus padres dieron en adopción antes de casarse). Lessons aborda la intrusión de acontecimientos públicos (la Segunda Guerra Mundial) en la vida de la gente común y corriente. Yo quería escribir sobre el incidente del Canal de Suez (incidente ocurrido en 1956, cuando Egipto decidió nacionalizar el Canal y Gran Bretaña, Francia e Israel se opusieron, lo que derivó en una gran tensión bélica que se conoció como la Guerra de Sinaí), esos eventos tuvieron un gran impacto en mi vida: me encontré en este campamento militar como lo hace Roland; mi padre estaba ocupado, mi madre estaba fuera y yo corrí libre durante 10 días con un par de amigos. Mientras escribía esas escenas me di cuenta de que una de las razones por las que me convertí en escritor era para estar dispuesto a vivir aventuras. Fue a raíz de esta idea que toqué el cielo y la libertad”.

La forma en la que McEwan describe este proceso es interesante; no porque sea un narrador famoso que de pronto acepta que la vida personal posee el contenido adecuado e ideal para llenar una novela. No. El asunto es que la sustancia de la narración revela un carácter de misterio que sólo mediante la escritura, codificada en hechos y personajes, hace presente un mensaje. Mejor dicho, exhibe la esencia que subyace en todo autor honesto: comunicar algo importante para quien lo enuncia implica un saqueo de intimidad. “Aún, gran parte de Lessons es ficción. Las tres mujeres más importantes en la vida de Roland (personaje principal de la novela) son totalmente ficticias. Pero realmente quería habitar este personaje, así que para ciertas escenas dejé de tomar notas sobre cómo podrían desarrollarse las escenas y las hice con las manos vacías. Fue una experiencia de escritura muy diferente”, aseveró McEwan, quien a pesar de que lleva una vida escribiendo aún descubre nuevas formas de encarar el procesos creativo (trama, personajes y contexto) de sus libros.

De acuerdo con lo expuesto, a veces no se trata simplemente de escribir una novela sino de vaciar información en un libro, que dicho sea de paso, se transforma en un continente que no siempre es literatura. Convertir la novela en recipiente no transforma una dolencia, un secreto o una obsesión en literatura. No. Eso es otra cosa. Lo que postula McEwan es el ejercicio sostenido de la imaginación, pero él prefiere, en el caso de Lessons, depositar un tabú familiar y revestirlo de ficción. Recubrirlo para no sentir tanto la carencia de la ingeniería imaginativa.

McEwan no deja la información íntima como única capa de la trama. Intuye que la novela no es el vehículo ideal para delatarse, pero sí para exponer ciertos temas que ayudan a comprender toda una época. “Yo pienso en personajes. Es un proceso interesante cómo pasamos de personas reales a símbolos en una página y eso genera en la mente una sensación de realidad. Creo que hemos heredado una tradición extraordinaria del siglo XIX de delinear el personaje en la página: desde Jane Austen hasta Gustave Flaubert, George Eliot, Anthony Trollope, Dickens, etcétera”, refirió McEwan durante su presentación en el festival de Autores de Toronto justamente en octubre de 2022, ahí conversó con Eleanor Watchel sobre Lessons y expuso un poco más a fondo ese clamor de escribir en pos de la ficción: “Yo creo que si nosotros pudiéramos seguir y realmente vivir dentro de un personaje durante una vida completa, entonces podríamos desvelar todo y, en especial, entenderíamos el sentido de existencia, ese sentido de sí mismo que cambia con el paso del tiempo”.

Tal vez McEwan sea sumamente valorado porque se niega a creer que las experiencias de un autor son determinantes para escribir una buena historia, sabe pues que eso no basta para ser un buen narrador; siempre es conveniente fortificar la realidad con la ficción. No basta haber vivido tanto y mucho, sino apoyarse en esos hechos para lograr que la narración fluya con verosimilitud. “Para todos nosotros hay ciertos momentos oscuros que inevitablemente nos perseguirán. Lo que me interesa es la forma en que los escribimos o reescribimos en nuestras mentes. No te parecen iguales cuando tienes 30 años que cuando tienes 60; por ejemplo, si te conviertes en padre, es posible que te vuelvas un poco más indulgente con tus propios padres y que haya ciertos episodios en tu vida que arrojen largas sombras, al igual que hay eventos que arrojan mucha luz. Pero se ven diferentes con el tiempo, y creo que uno nunca ordena tu vida. Seguirá siendo un trabajo en curso, un trabajo en progreso”, expone McEwan. Dicho de otra manera, Ian no espera resolver algo con la exploración de un tabú familiar, ni mucho menos tener paz, sólo utiliza ese hecho para comprender una época. Es un ejercicio interesante, porque la intimidad puesta en manos de un autor usualmente implica reajustes y reacomodos, eso forzosamente termina en una pregunta: ¿uno está del lado correcto de la historia? Pero agregando un poco de picante a esa inquietud, me gustaría agrandar la interrogante: ¿un autor escribe para ficcionar que él y su familia están del lado correcto de la historia? Yo creo que sí, pero no es el caso de McEwan. Leo montones de autores nacionales haciendo eso con regocijo y “eso” los blinda, los convierte en ciudadanos con una moral renovada, a prueba de ignominias. Siempre están del lado correcto de la historia y la verdad, no lo creo, pero esa es otra historia.

 

*Como es habitual en este espacio, la traducción de las entrevistas es mía.