31 enero,2022 9:07 am

Ahora hay más reporteras, pero son violentadas por ejercer la libertad de expresión, señalan ONG

A las primeras, que eran pocas, les tocó abrirse paso en un mundo dominado por hombres; aunque ahora son muchas más, enfrentan una doble violencia, por ejercer su profesión y por su condición de mujeres. Para Sara Lovera, el camino del periodismo ha estado lleno de resistencias, aunque también de oportunidades

Celia Guerrero

Hace 53 años, Sara Lovera comenzó su carrera como periodista en el diario El Día y fue a partir de una conversación con Adelina Zendejas, profesora, periodista y militante por los derechos de las mujeres, que inclinó su labor informativa a reportar la condición de las mujeres en cualquier ámbito. Lo que hoy se identifica como periodismo con perspectiva de género.

En la década de los setenta, las pocas reporteras que había en México se encontraban en lo que Lovera llama “la cocina del periodismo”; es decir, en fuentes como salud, educación y sociales, y la gran mayoría eran autodidactas. Más adelante, una vez que las mujeres comenzaron a estudiar la carrera de comunicación, pasaron a la sección de información general y las condiciones dentro de los medios cambiaron.

“Muy rápidamente en la década setenta, ochenta, las redacciones de este país se llenaron de mujeres”, recuerda Lovera. Y desde entonces a la fecha los medios se modificaron “brutalmente”. Pero esto no sucedió de un día para otro, sino que fue un proceso.

También hay que decir que la narrativa informativa sobre las mujeres estaba casi invisibilizada. “A nadie se le ocurría que había que cubrir el movimiento feminista ni los derechos de las mujeres –continúa–. Incluso los periodistas, a inicios de los ochenta, suponían que no había de dónde tomar información que hablara de las mujeres”.

Fue en este contexto en el que Sara Lovera fundó en 1987 Doble Jornada, suplemento del periódico La Jornada, pionero en el análisis y la información en torno a la condición social de las mujeres, el cual dirigió durante 11 años.

“Había que crear la fuente de las mujeres, ya había suficiente información, ya había suficiente investigación sobre la condición de las mujeres, ya empezaban las primeras estadísticas por sexo. El director le tuvo miedo a eso y prefirió hacer un suplemento”, menciona Lovera sobre las resistencias, pero también las oportunidades que existían.

Hoy, varias décadas después, en el año 2020 las mujeres como sujetos de las noticias en América Latina representan sólo 26 por ciento, de acuerdo con el Proyecto de Monitoreo Mundial de Medios. En relación con el promedio regional de 2015, hubo una disminución de tres puntos.

Por otro lado, las mujeres son 35 por ciento de quienes anuncian, presentan o reportan en medios y es la televisión donde mantienen mayor presencia (43 por ciento) en comparación con los hombres (37 por ciento).

En cuanto a las mujeres presentadoras en televisión y a las reporteras, 85 y 59 por ciento, respectivamente, se encuentran en el rango de edad de los 19 a 49 años.

Entre los agresores, colegas y fuentes de información

Con la inclusión de las mujeres en los medios, surgieron también las violencias o represalias por ejercer la libertad de expresión.

En 2019, el informe del Comité de Protección para Periodistas (CPJ, en inglés) posicionó a México y a Siria como los dos países más peligrosos para ejercer la profesión. La organización registró siete asesinatos de mujeres periodistas en México de 2005 a la fecha, cometidos en represalia directa o sucedidos mientras realizaban su labor, y otros seis en los que no está confirmado el vínculo entre el asesinato de la periodista y su trabajo.

Cuando se analizan las agresiones a mujeres periodistas existe un doble riesgo a considerar, explica Noemí Pineda, investigadora del área de Protección y Defensa de Artículo 19 para México y Centro América.

“Esta situación de doble riesgo, por ejercer el periodismo y por su condición de género, hace que las mujeres periodistas se encuentren en mucho mayor riesgo en comparación con los hombres al ejercer y desempeñar labores periodísticas. Significa enfrentar ataques tanto como comunicadoras y al mismo tiempo resistir el impacto de la violencia estructural”, señala Pineda.

De las 692 agresiones que Artículo 19 registró en México en 2020 –menciona–, 30 por ciento (207) fueron contra mujeres. En Ciudad de México, donde sucedieron 35, hubo: 10 casos de intimidación u hostigamiento, siete ataques físicos o a bienes materiales, seis bloqueos informativos o de alteración de contenidos, tres amenazas, dos casos de uso ilegítimo del poder público, una privación de la libertad.

Las agresiones a mujeres periodistas en el ambiente digital son las que más se han incrementado, según ha documentado la organización y destaca que la mayoría son en razón del género. “En el caso de las amenazas, el blanco es directamente a la persona, su cuerpo, mediante intimidaciones que aluden a asesinatos, violaciones sexuales, violencia sexual”, puntualiza Pineda. El acoso o las campañas de desprestigio de redes sociales son “no por la labor, sino por ser mujer”.

En 2021, la Alianza Global de Medios y Género (GAMAG, en inglés) realizó una encuesta a cerca de 150 periodistas mexicanas en la que obtuvo resultados similares respecto a la violencia digital contra mujeres periodistas por sus actividades profesionales. Aimeé Vega, coordinadora del análisis, dice que se detectó el acoso a través de mensajes privados como la forma de ataque más constante (19 por ciento), seguida por el lenguaje de odio (17 por ciento) y las amenazas de afectar la reputación (11 por ciento) o la situación profesional (11 por ciento).

Otro de sus hallazgos es que los principales agresores identificados por las periodistas son representantes de los propios medios: colegas, jefes, directores, propietarios. Esto resulta de particular importancia y muestra que “no están seguras ni siquiera en el espacio de trabajo”, enfatiza Vega, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) especializada en derechos humanos de las mujeres, medios de comunicación y tecnologías de la información.

Un aspecto muy importante “que nos parece desafortunado, pero destacable, es el de las propias fuentes de información que también son identificadas por las mujeres periodistas como uno de los sectores de los cuales ellas son víctimas”, añade Vega.

Los resultados de este ejercicio serán publicados en un diagnóstico que también tiene como objetivo hacer recomendaciones para incorporar la perspectiva de género en los mecanismos de protección a periodistas de Afganistán, Irak y México, “tres países que encabezan los índices más elevados de violencia contra periodistas, en particular mujeres periodistas”, expone Vega.

Falta protección con perspectiva de género

Alberto Xicoténcatl, miembro del Consejo Consultivo del Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas en México considera que, a pesar de que en 2018 se aprobó una nueva metodología para hacer análisis de riesgo que contemplen un enfoque diferenciado entre grupos poblacionales, con énfasis especial en las mujeres, aún hay “serías deficiencias” en su aplicación.

“No es un problema de metodología, es un problema de falta de conocimientos y de técnica de parte del personal del mecanismo y de parte de los miembros de la junta de gobierno”, opina Xicoténcatl.

Esto sucede en un 80 por ciento de los casos donde hay mujeres periodistas agredidas, según calcula Xicoténcatl, y son las mismas periodistas las que señalan la falta de perspectiva de género en los análisis de riesgo y planes de protección que se derivan.

La consecuencia es una revictimización, alerta Xicoténcatl, y son ellas quienes terminan solventando las carencias en la protección. “Ellas han perdido confianza en el propio Mecanismo. Cuando se protege de forma incompleta, hay una afectación también en términos de salud mental, las mujeres se sienten naturalmente incomprendidas por parte de las políticas públicas”, admite Xicoténcatl.

El Mecanismo además se enfrenta, apunta Aimeé Vega, “a la falta de recursos económicos, que tiene un impacto en el déficit de mecanismos institucionales, de recursos humanos, de la incorporación de personal con formación y enfoque feminista”.