15 noviembre,2022 4:52 am

Algunos sueñan con los sonidos frenéticos de la modernidad

Federico Vite 

(Segunda de dos partes)

 

“The Underground Railroad”, de acuerdo con el historiador Eric Foner, era una red de personas, tanto afroamericanas como blancas, que ofrecían refugio y ayuda a los esclavos fugitivos de Estados Unidos. No se conocen las fechas exactas de su existencia, pero operó desde finales del siglo XVIII hasta la Guerra Civil. Se tiene información de que gracias a estos grupos de apoyo la Confederación tuvo varias bajas.

Los abolicionistas ayudaron a los esclavos a escapar. A principios de 1800, Isaac T. Hopper estableció una célula en Filadelfia. Más o menos por las mismas fechas, en Carolina del Norte se organizaron los refugios y las rutas que debían seguir los fugitivos. También la Iglesia Episcopal Metodista Africana, creada en 1816, ayudó a los esclavos a obtener su libertad. Así que “El ferrocarril subterráneo” real eran personas con casas, tiendas y establecimientos dispuestos a facilitar la liberación de los esclavos.

En el libro de Colson Whitehead, The underground railroad (Estados Unidos, Doubleday, 2016, 320 páginas), se configura un ferrocarril que traslada a los esclavos fugitivos hacia el norte de Estados Unidos. Ese tren posee vagones, una maquinaria adecuada y estaciones clandestinas, pero cada estación está unida a una casa o alguna otra estructura que disfraza todo el proyecto.

La personaje principal, Cora, es reclutada por otro esclavo, Caesar, para escapar hacia el norte. Cora nació y creció en una plantación de Georgia, mientras que Caesar es relativamente nuevo en la región. Él notó que ella poseía determinación y voluntad.

Cora es una personaje al estilo de las viejas historias: lucha contra su destino, es solidaria con los débiles y hace lo correcto sin temor a las represalias. Ayuda a los desvalidos. Era conocida en la plantación porque provenía de mujeres fuertes. Su abuela, Ajarry, llegó a Estados Unidos en un barco de esclavos cuando era niña. Su madre, Mabel, fue la primera persona de su linaje que “nació esclava” en Estados Unidos. Mabel se escapó de la plantación. Fue la única esclava fugitiva que no fue capturada. Estas dos mujeres precedieron a Cora. Ella, por tanto, era proclive a las hazañas.

The underground railroad describe de manera general los usos y costumbres de los esclavos. Organizados en familias, en parejas y solteros, cuya vida estaba signada por la tristeza. Se describe literalmente la situación terrible de los afroamericanos cautivos y oprimidos. El aspecto emocional de los hombres y de las mujeres es complejo; ellas no temen mostrar el anhelo sentimental de la libertad; ellos, durante las noches, lloran evidenciando el ansia que atiza el yugo opresor de los amos.

No es la primera vez que Colson elige una mujer como protagonista. De hecho, su primera novela, The intuitionist (1999, La intuicionista, en español), fue protagonizada por Lila Mae Watson, una inspectora de ascensores. El libro aborda de manera sui generis un trasunto policial con argumentos cercanos a la filosofía. Lia se encarga de reparar elevadores, es infalible en su labor, pero el ascensor de un rascacielos nuevo cae y la culpan. Ella, para fortuna de los lectores, desvela el misterio del incidente. Es un libro interesante. Nada más. Es mejor novela El tren subterráneo y está ambientada en el sur de Estados Unidos antes de la Guerra Civil. Los empresarios sureños de Estados Unidos invirtieron mucho dinero en alimentar, mantener y cuidar esclavos. Obviamente eran parte de un activo y si escapaban había pérdidas cuantiosas para los patrones. Si eran aprehendidos padecían tortura y humillación, además de una muerte horrible. Los esclavos no tenían valor como seres humanos, se les consideraba una propiedad.

Whitehead pinta un sombrío panorama. La Plantación Randall, en la que Cora fue esclavizada, tenía un poder casi irresistible sobre muchas personas. Los caprichos de James Randall, y el supervisor, Connelly, determinaron muchas vidas.

James, un hombre temperamental, se dedica a visitar prostitutas en Nueva Orleans. Muere y su hermano vicioso, Terrance, se hace cargo de los esclavos. Entonces cambian las cosas. Ilustro esa frase con una escena: La gente del pueblo llega a la plantación en carruajes, disfrutan una sopa de tortuga que les acerca la servidumbre. Beben ron especiado mientras un esclavo fugitivo, y recapturado, Big Anthony, está en la hoguera gritando. El fuego lo devora de manera atroz. El olor a carne quemada hunde la esperanza de la liberación.

Cora huye con Caesar. Tras una violenta travesía abordan un tren subterráneo y se asientan en otra región. La mayoría de la gente es benévola y paternalista con los afroamericanos libres. Otros usan a los esclavos fugitivos para experimentos médicos. Cora, por ejemplo, labora en un museo mostrando cómo es la vida en las plantaciones. Tiempo después la capturan. Durante el regreso a Georgia, encadenada, un grupo de personas le da un giro a la historia y eso libera todo el suspenso y la tensión del relato.

La trama funciona gracias a un detective que rastrea esclavos fugitivos: Ridgeway. Ese actante le permite al autor generar tensión entre la fuga y el anhelo de libertad de Cora. Aunque el resultado final no es malo, obviamente estamos ante un proyecto literario que nos recuerda el tono de las películas de Steven Spielberg. Es decir, este tipo de literatura ofrece una muestra de lo políticamente correcto. Una novela encaminada a “elevar ideales” y a “mostrar bajezas”. ¿Quién en su sano juicio criticaría a un libro como éste? No se puede destazar un documento que pone énfasis en la solidaridad de los ciudadanos de una nación para evitar el abuso a las minorías. Pero en lo estrictamente literario, hay cuestiones edulcoradas, soluciones fáciles a una trama que podría ser un poco más compacta. Hay buena manufactura. Todo puesto al servicio de una ilustración histórica.

En manos de Denis Johnson, Train dreams, el ferrocarril era el sueño atroz de la modernidad; con Whitehead, el ferrocarril adquiere las dimensiones de la libertad. Colson cuida muchos aspectos para resaltar la importancia de historias como la de Cora. Por ejemplo, retoma algunos de los carteles reales de aquella época para ilustrar, desde el lenguaje, el abuso y la violencia en contra de los afroamericanos. Al reconstruir la vida de los esclavos, Whitehead ofrece una nueva manera de pensar la historia estadunidense y la posibilidad de “ilustrar” ese periodo tan cruento. Queda la imagen del tren como un rasgo de humanidad imantado, en The underground railroad, por una causa social y, en Train dreams, por la inexpugnable violencia que implica el progreso. Uno de estos libros obtuvo el premio Pulitzer. Uno de ellos encontró la utilidad de la novela en las causas sociales. El otro se interesó únicamente por la literatura. Esa es la virtud insoslayable de un autor consumado en el oficio narrativo. Cuando un libro posee ese temple, la recompensa para el lector es atemporal. No se puede decir lo mismo de una novela que recrea la barbarie y gracias a un artefacto, el tren subterráneo en este caso, enuncia el mal con una ligera variante.