27 abril,2021 5:27 am

Así somos

Florencio Salazar

Sin salir de la Isla, sin necesidad de salir de su casa y de sus ojos.

Fernando del Paso.

Así somos es un cartel que llega a sus primeros 200 ejemplares. Publicación peculiar, su contenido mezcla reseñas, crónicas, cultura y tradiciones populares; también perfiles humanos. Resultado de un trabajo acucioso de investigación de Juan Sánchez Andraca, el mismo Juan, pero sin la firma como escritor guerrerense –Andraka– nacido en Chilapa, en 1939.

El gobierno del estado, a través de la Secretaría de Educación Guerrero, dispuso la publicación de Así somos, en un volumen desde su origen en 1990 hasta este año 2021. Este decoroso cuaderno es una obligada fuente de consulta para todos aquellos interesados en conocer la micro historia de nuestra entidad guerrerense. Sánchez Andraca reconoce que Así somos es herencia de la revista Catedral, fundada en 1937 por el doctor Lidio Sánchez Vázquez, su papá.

Tuve oportunidad de tener en mis manos ejemplares de la revista Catedral. Cuando se fundó Catedral, el obispado de Chilapa regía en toda nuestra entidad federativa. Don Lidio, que fue destacado médico homeópata y hermano de los integrantes del trío Los Cancioneros del Sur –todos ellos nacidos en Teloloapan– a través de los párrocos obtenía información y con sus propias investigaciones, daba contenido a la señalada revista. Así somos es hijo legítimo de Catedral.

Con Juan tenemos añeja amistad. Hemos compartido muchos momentos formativos, no obstante los 10 años de diferencia de nuestras edades; diferencia significativa cuando se transita por la primera juventud. Sánchez Andraca fue presidente del Subcomité de Huelga de la naciente Universidad de Guerrero, que concluyó trágicamente en 1960, provocando la caída del gobernador Raúl Caballero Aburto. Orador elocuente, articulaba discursos claros y emotivos destacando entre ese grupo de jóvenes rebeldes, como Imperio Rebolledo Ayerdi, Eulalio Alfaro Castro, Jorge Vielma Heras y Jesús Araujo Hernández.

Con una sólida cultura humanística, proveniente de sus años de seminarista, el idioma para él es una materia maleable con la cual ha podido escribir novelas, estudios antropológicos como Zitlala y sus memorias En el surco, en las cuales ofreció decir la verdad y sólo la verdad, pero siendo tan atrevido el compromiso nos quedó a deber en su texto.

Sánchez Andraka –ahora con K–, es un escritor prolífico. De su libro Un mexicano más se han impreso más de 70 ediciones que hacen suponer al menos 300 mil ejemplares vendidos, llegando a manos de lectores de diferentes partes del país y de América Latina. Se dice fácil, pero es muy difícil que aún escritores sobresalientes alcancen tirajes de esa magnitud.

La generación de escritores a la que pertenece Juan, es la de un grupo de jóvenes que irrumpió en las letras mexicanas con protagonismo desenfadado y cuyas novelas ya forman parte de la literatura mexicana contemporánea. Brotan, por supuesto, los nombres de José Agustín, Gustavo Sainz, Gerardo de la Torre y Carlos Monsiváis, entre otros. Pero él, igual que Armando Ramírez, autor de Chin chin el teporocho, no formó parte de la cofradía, ya que se mantuvo atrincherado mirándose el ombligo y a la Luna en la tierra suriana.

Qué bueno que Juan haya logrado mantener la publicación de Así somos y qué mejor que se recojan todos los ejemplares en una edición pulcra y atractiva, gracias al apoyo del gobernador Héctor Astudillo, de Heriberto Huicochea y de la profesora Beatriz Alarcón. Sánchez Andraca –ahora con C–, alejado de oropeles y protocolos, vive su vida cotidiana igual a la de cualquier otra persona que respire el aire comunitario. Él demuestra que el talento es una estrella que brilla por sí misma, independientemente del lugar que ocupe en el espacio.

Habrá otra oportunidad de volver a hablar sobre Así somos y la prolífica vida de su autor, que merece la gratitud de todos nosotros. Sus palabras son por demás precisas en la orientación de Así somos: rescata la vida de las comunidades, muestra a sus habitantes un legado que recupera orgullo y con ese orgullo “al conocer su historia honrarla con su conducta”.

Sánchez Andraca afirma: “Los guerrerenses no conocemos Guerrero. La mayoría habla de amarlo, pero no se puede amar lo que no se conoce”. Si Sánchez Andraca tiene razón –y la tiene– los surianos vivimos de destellos, de efímeros deslumbramientos, “de un lenguaje voluminoso que hace crecer a las figuras al nombrarlas de manera artificial”.

Así somos.