6 febrero,2018 8:48 am

“Hay belleza en la creencia de que las cosas son posibles”, propone Tania Candiani

Ciudad de México, 6 de febrero de 2018. A lo largo de su trayectoria artística, Tania Candiani (Ciudad de México, 1974) ha explorado el vínculo que unifica la tecnología y el trabajo artesanal con el sonido y el lenguaje. Así, ha llegado a intervenir, por ejemplo, el órgano del ex convento de San Diego –hoy, X-Teresa–, en el Centro Histórico de la capital, para transformarlo en una máquina parlante en la que cada tecla se programó para que, al ser tocada de manera individual o en acorde, el sonido fuera el de una sílaba fónica, lo que al final resultó en poco más de mil 200 sílabas sonorizadas.

También ideó Bordadora, una máquina que borda secretos: un instrumento adaptado con micrófonos donde la gente se acercaba a confesarse. El sonido de la voz era decodificado y transmitido a una máquina de bordado que hilaba el secreto, con la forma de tags –símbolos de grafiti– de forma que, a pesar de que la confesión era revelada en el bordado, el secreto se mantenía encriptado.

Pero antes de la instalación, el arte sonoro y el desarrollo de piezas mecánicas, estuvo la escritura. Candiani estudió Letras Hispánicas en la UNAM y en la Sociedad General de Escritores de México (Sogem); no fue sino hasta que dejó la Ciudad de México para residir en Tijuana en 2002, que el trabajo de Candiani derivó en las artes plásticas.

Luego de un tiempo en el norte, la artista se regresó al ex Distrito Federal, donde retomó su trabajo y este martes inaugura en el Museo del Chopo Ascensión cautiva, una pieza que rescata elementos previos de su obra, como el interés por el bordado y la técnica manual o los experimentos sonoros, aunque en esta ocasión su interés se enfoca en los inventos que el ser humano ha imaginado y construido para alzarse por encima del suelo y volar.

Para ello, durante tres semanas de enero dos costureras bordaron un globo aerostático en un taller de costura instalado dentro del museo. El globo se elevará dentro del recinto, como una evocación de las ascensiones cautivas de globos que se realizaban en las ferias mundiales del siglo XIX: aquellos espacios dedicados a exhibir los últimos avances científicos y tecnológicos de la época.

Hacer funcionar el sueño de volar

“Desde hace tres años comencé a investigar las tecnologías obsoletas del vuelo –cuenta Candiani a El Sur–. Yo prefiero referirme a ellas como los primeros intentos para volar, pues no creo que las tecnologías se vuelvan obsoletas sino que permanecen como una especie de memoria. Mi trabajo se ha enfocado en reinterpretar este tipo de inventos, a partir de la documentación que he encontrado sobre ellos”.

En efecto, Ascensión cautiva no es la primera pieza de la artista que explora los inventos aeronáuticos de otros tiempos. En 2015, Candiani y su equipo construyeron una máquina voladora similar a la que fabricara en 1678 un cerrajero francés de nombre Jacob Besnier. Después, llegó a Rusia con todo y artefacto para utilizarlo dentro de un avión durante un vuelo en gravedad cero. La acción fue documentada en video.

“Hace unos años encontré en Lyon, Francia, varios archivos originales con instrucciones técnicas para fabricar todo tipo de aparatos de vuelo. Muchos eran insólitos, casi risibles. Pero es justo lo que me interesa: no sólo evidenciar el proceso de construcción, sino mostrar el ensayo y el error, así como la búsqueda incesante de los seres humanos para que las cosas funcionen. Y la mayoría de las veces las cosas no funcionan, pero eso no significa que el error no abra un camino hacia el entendimiento. Eso es lo que me parece maravilloso. Hay belleza en la creencia de que las cosas son posibles”.

Las reflexiones sobre el vuelo que se presentan en Ascensión cautiva tocan tres puntos. El primero tiene que ver con la historia de la aerostática en México. Candiani explica que conoció en Cuernavaca a un inventor de mochilas propulsoras (jetpacks), a quien se acercó para solicitarle algún tipo de entrenamiento para utilizarlas. “No lo conseguí, pero charlando con él supe que era bisnieto de Joaquín de la Cantolla, quien no sólo inventó los globos de cantoya sino que fue la primera persona en volar un globo en la Ciudad de México”.

El segundo, tiene que ver con la historia del Museo del Chopo, cuya estructura metálica y de amplios ventanales fue construida en 1902 para ser utilizada como pabellón de una edición de la Feria Mundial de la Industria Textil en Düsseldorf, Alemania. Posteriormente la pieza fue desmontada y enviada a México para que sirviera como sala de exhibición de productos industriales; hasta 1909 se le empezó a dar uso de museo.

El tercero, tiene que ver con los intereses de la misma artista. “Esta pieza se conecta con otras obras en las que he abordado la relevancia del trabajo manual que existe en la tecnología, sin importar qué tan avanzada sea. Me entusiasma entender y retomar los procesos de la gente que inventa e imagina, y que en el camino puede encontrarse con algo inesperado que cambia el rumbo de su investigación y lo conduce hacia otros caminos y resultados no previstos. Esa es la poética y la belleza de la invención”.

 A las seis de la tarde de este martes, el globo aerostático que fue confeccionado dentro del museo ascenderá y descenderá dentro de su espacio, para rememorar su pasado como pabellón de feria mundial y para dar continuidad a las piezas y acciones que ha desarrollado Candiani en torno a la historia de la aeronavegación. Como el sonido es también parte fundamental de sus piezas, se hará además el registro sonoro de la acción.

“Existe una relación entre el trabajo y el sonido que también me interesa explorar. Por ejemplo, ¿qué sonido generan dos costureras que confeccionan un globo? Pienso que el ruido y los movimientos que hacen estas mujeres al trabajar derivan en algo que podría definirse como una coreografía de la labor. Y el ruido de un globo que asciende en un espacio cerrado también puede generar todo tipo de relaciones, ideas y significados. Eso es fundamental para el arte”.

Texto: Tatiana Maillard/ Foto: Cortesía de Tania Candiani