22 septiembre,2018 8:47 am

Busca Jorge Pérez Solano, director de “La negrada”, visibilizar a los afromexicanos

Texto: Tatiana Maillard/ Foto: Cuartoscuro
Ciudad de México, 22 de septiembre de 2018. Hace un mes se estrenó en salas comerciales la primera película de ficción protagonizada por personas afromexicanas de la Costa Chica de Oaxaca. El retrato de la relación de “queridato” entre un hombre y dos mujeres le valió a su director, Jorge Pérez Solano, la aceptación de la crítica cinematográfica y, a la vez, el reclamo de una treintena de asociaciones civiles que consideraron que la cinta reproduce estereotipos y adjetivos –“salvajes” o “raza negra”– que afectan a sus comunidades. Durante la promoción de la cinta Pérez Solano respondió con una disculpa pública y zanjó el asunto.
Quizá por eso, en entrevista con El Sur, cuida sus palabras.
Pero tuvo otra razón para realizar esta película: el director se enfrenta a la erosión de su propia idea de la familia.
–¿Cuál es el origen de esa historia?
–Hace ya varios años me encontré un libro llamado Cuijla: esbozo etnográfico de un pueblo negro, que es una investigación de Gonzalo Aguirre Beltrán donde menciona el “queridato” y a la “negrada”. Me comentaron que lo escribió en los años cincuenta del siglo pasado, pero las prácticas que menciona aún existen. Yo escribo mis historias tratando de darles un contexto nacional, y el “queridato” es cuando un hombre casado puede tener dos, tres o las “queridas” –amantes– que desee o que pueda mantener, no sé la medida. Pero no es una práctica solamente de una comunidad. En todo el país, de manera velada, abundan casos donde un hombre casado tiene relaciones sentimentales fuera de su matrimonio. Se dice coloquialmente que tiene a su “catedral” y sus “capillitas”. Lo que me parece llamativo, en el caso específico que retrato en la película, es que la relación entre un hombre, la esposa y la “querida” no se oculta. Todo el mundo la conoce, incluyendo a la esposa.
Hablé con algunas mujeres casadas que me confirmaron que eso está aceptado en su comunidad y que así han vivido. La pregunta obligada, para mí, era: ¿ustedes qué sienten? No me sabían decir. Las mujeres sí lo consideran normal. No creo que lo quieran. Tampoco sé si creen que hay una manera de detenerlo. Estoy planteando un tipo de relación que no es fuera de lo común para el país en general, donde un hombre puede tener dos mujeres, pero ¿por qué se juzga a las mujeres que tienen dos hombres?
Trato de visibilizar los problemas que tenemos en todos lados. No sólo en la costa sino en la mixteca, donde sea. Es un tema fundamental en la vida comunitaria, social y familiar.
Por ejemplo, la anécdota principal de La negrada es la de una mujer que está muriendo, necesita un trasplante y quien se presenta como donadora, es la querida. Para mí, la esposa que agoniza representa la institución del matrimonio y la familia. Lo que planteo es una digresión sobre lo que nos espera con este comportamiento que tenemos. Si ya no vamos a seguir con el concepto de familia, ¿con qué otro concepto lo vamos a cambiar?
A través de los personajes de Madalena, Juanita y Neri, reflexiono sobre la situación social y familiar que he visto y percibido.
Familia, machismo, queridato
–¿Desde cuándo le interesa el tema de la familia?
–Desde mi primera película (La espiral). Cuando los hombres se van y dejan a las mujeres solas, al cuidado de los niños… ¿hacia dónde nos lleva esa migración selectiva?, ¿qué pasa con los que se quedan? Con La tirisia seguí dando vueltas a esta idea: un hombre se va y, sólo porque no lo ve, ¿su esposa cree que se va a portar como un santo?
–¿Su interés era visibilizar a la comunidad afroamericana o externar su reflexión sobre la naturaleza de las relaciones humanas?
–Las dos. Se trataba de darle voz a ellos, pero sin perder el hilo de los temas que me interesan. Lo pude haber hecho de manera más cómoda. Mi primera intención era hacer una película más complicada cinematográficamente, trabajando con actores, locaciones controladas y un entorno conocido. Pero decidí irme hacia el otro extremo: filmar con personas que no son actores, que no me conocían y que empezaban de cero. Sabía que iba a ser difícil, aunque no esperaba que lo fuera tanto. Cada vez que elijo un tema, me propongo: le voy a dedicar cinco años de mi vida y voy a tratar de hacer que ese tiempo valga la pena. Independientemente de las complicaciones, cuando veo los resultados, pienso que valió la pena.
–¿Qué conocía de la comunidad afromexicana?
–Solamente que eran los descendientes de los primeros negros que trajeron, que eran esclavos, que llegaron después de la Conquista a petición de fray Bartolomé de las Casas, para evitar que se siguiera maltratando a los indígenas. Después el fraile se arrepiente de esa petición. Hace tiempo tenía intenciones de hacer una película de las castas en la época de la Colonia y había leído algunos edictos virreinales que se dictaron para que la relación entre indígenas y negros no fuera tan profunda. Conocía los antecedentes. Lo que no conocía era la relación que tienen ahora.
Un filme no es un estudio antropológico. Yo no estoy analizando a la comunidad, estoy haciendo una representación de personajes. Es lo que hace una película: así como manejas metáforas y analogías en las situaciones, también lo haces con los personajes. No estoy hablando de un conflicto que ocurre en una comunidad en particular, porque la problemática situación de la familia es nacional. La del machismo, es nacional. La del queridato, aunque le llamemos de otra forma, se da en todo el país.
Yo simplemente las represento a través de un grupo que no era tomado en cuenta dentro de la cinematografía mexicana. Obviamente uso elementos de la comunidad: su hablar, su forma de comer, sus actividades, sus paisajes, la música que escuchan. No quería meter un soundtrack súper elaborado, ni música tradicional. Quería escuchar lo que ellos escuchan, que es la cumbia tropical. Yo trataba de ser el vecino que estaba contando su historia. Pasaba por esos lugares, vacacionaba, me parecía padre estar ahí, comiendo camarón o pescado, pero nunca me detenía a pensar cómo viven estas personas. Con la película, dejé de ser el turista Y no puedo evadirme de lo que conté, la película habla de mí y de mi postura ante la vida.
–¿Más suya que de la gente a la que retrata?
–Intento que sea de los dos. No hice un documental y aun así, de haberlo hecho, tendría la visión parcial de quien lo cuenta. No tengo una verdad. Lo bonito de este mundo es la subjetividad.
“No sé si el pasado que recuerdo lo inventé”
En las tres películas doy un punto de vista muy conservador. A mí me gustaría que el núcleo familiar siguiera funcionando como mis padres y mis abuelos lo tenían planteado. Simplemente expongo que el cambio no se puede detener. Lo que tenemos que hacer, es pensar cómo nos vamos a relacionar después de que la institución familiar, como la teníamos concebida, se acabe.
–¿Cuál es su idea de familia?
Vivir con una mujer, tener dos o tres hijos. Generar un patrimonio y heredarlo a los hijos. Trabajar, convivir, cocinar los domingos, platicar con los hijos. Recuerdo que mi mamá nos llevaba cada 15 o 20 días a cortar flores al monte. O nos llevaba a comer al pueblo. Sus abuelos pasaban por mí y me llevaban en caballo. Y me la pasaba dos o tres días con ellos. Para mí, era una situación de armonía. Pero a lo mejor es el mundo de un niño. Ya como adulto digo: ¿dónde está todo eso que me hizo feliz? ¿Por qué no podemos trasladar esos valores a la época adulta? ¿Por qué perdimos ese rumbo?
–Lo mueve la nostalgia por…
–…Un pasado que ya no existe.
–¿Ha pensado que esa imagen idílica seguramente tenía fracturas?
–No, no, no. Mira: lo que pienso es que a veces ya no sé si el pasado que recuerdo lo inventé. Obviamente existieron situaciones difíciles en la familia. Estamos hablando de un idilio y ese es mi sentir en este momento. Será que me estoy acercando a la vejez y observo la vida de una manera distinta. Sin querer compararme con Orson Welles ni nada por el estilo, me pregunto: ¿por qué me gusta tanto Ciudadano Kane? Por cómo termina. Es una nostalgia de la infancia. ¿Qué estaba buscando Kane? Volver a la infancia que lo hacía feliz. En la etapa adulta, ¿por qué necesito hacer daño a otros para seguir viviendo? Eso no me gusta, no lo absorbo.
El tono rutinario de las películas que hago, se debe precisamente a que creo que, en los tiempos que vivimos, existen pequeños actos de violencia que no necesariamente identificamos. No son tan visibles como podría serlo, en cine, un monstruo invasor. En La negrada un hombre daña a las mujeres que están con él, sin golpes. Basta con que sea como es.
Vivir la discriminación
–¿Cómo fue su acercamiento con los actores?
–Un poco difícil. Ellos, con el tiempo, me explicaron por qué: hay mucha gente que llega, les toma fotos, los entrevista y les promete cosas que luego no cumplen. Mi aspecto me ayudó a acercarme. Soy oaxaqueño y no manejo un auto último modelo, porque tampoco tengo para eso. Me transporto como ellos, voy a comer donde ellos y asisto a sus tiendas. Aun así, empiezan a creer en ti cuando empieza a fluir el dinero, cuando llega la gente a trabajar en la película. Para entonces ya ha pasado mucho tiempo y ellos me ven como una persona más cercana. Cuando ven al equipo y nos ponemos a trabajar, prácticamente ya somos amigos. Requiere de su tiempo y su paciencia.
–Hay dos escenas de La negrada que retratan otros problemas: una tiene que ver con la discriminación a la población afromexicana; la otra, con su exigencia por ser reconocidos constitucionalmente. ¿Por qué no profundizó en ellas?
–No me quiero meter todavía en un tema tan difícil como lo es esta discriminación y la falta de inclusión. Sería particularizar más el tema y aún no estoy preparado. Si decido hacer una película sobre eso, profundizaré mucho más.
A mí me hubiera encantado que el director de La negrada hubiera sido un afromexicano. ¿Cuándo se va a dar eso? No lo sé. Por eso me atreví a hacerla. De otra forma, pues me regresaba a mi mixteca baja, a seguir haciendo películas de mestizos, y ya no me metía en ningún problema. Pero uno como creador tiene que asumir ciertos compromisos.
Yo vengo de una comunidad en la mixteca donde, si mi mamá no se hubiera atrevido a sacarnos, yo seguiría allá. ¿Qué sentido tendría que me hubiera traído a aprender y yo pudiera desarrollar este oficio, si no voy a contar historias que me afectan y me atañen? A lo mejor viví la discriminación de manera distinta, pero fue discriminación al fin. Todavía escucho que me dicen “oaxaco”, “pinche indio”.
–¿Pega mucho la crítica?
–Pega mucho la discriminación, pega que te desprecien sin siquiera tomarse la molestia de conocerte un poco. En la escuela, los maestros nos decían: cuando haces una película o escribes, es como si estuvieras desnudo ante el mundo. No hay situación más incómoda que esa. La gente se burla en vez de preguntarte por qué estás desnudo, cómo se siente estar así, si te pueden ayudar en algo. No. Lo primero es atacar, no analizar. Así es este proceso. Yo hago una película, la expongo y no tengo control sobre lo que el público piensa o dice. A lo mejor ellos tienen otro punto de vista. Pero, por favor, deténganse a ver primero qué es lo que estoy contando.