19 diciembre,2023 4:49 am

Cambiar para subsistir

Arturo Martínez Núñez

 

En unos días más se cumplirán dos meses de que el huracán Otis cambiara nuestras vidas para siempre. Nada volverá a ser igual. Probablemente será peor, idealmente será mejor, esto dependerá de lo que hagamos o dejemos de hacer. Hay semanas en que los trabajos de rehabilitación parecen acelerarse y otras en las que entramos en un marasmo y pareciera que no pasa nada. Vamos avanzando, paso a paso estamos construyendo nuestro futuro, no dependemos de ningún orden de gobierno ni de ningún programa de apoyo. Lo que hace el Estado mexicano es recibido de muy buena gana y se agradece pero será insuficiente para paliar el daño que es colosal. La rehabilitación y reinvención de un pueblo, depende, sobre todo, de lo que hacen sus habitantes.

Otis nos sorprendió y nos recordó que nunca se puede estar lo suficientemente preparado para enfrentar los embates de la naturaleza. Otis nos mostró nuestro verdadero e insignificante tamaño. Otis enterró o más bien, mandó a volar por los aires, cualquier ínfula o ego. Otis fue una tragedia democrática al arrasar lo mismo a los ricos de Las Brisas que a los más pobres de las colonias irregulares. Otis no respetó credo, grados académicos, nivel cultural ni edad. Otis nos arrastró y ahora paradójicamente nos ofrece la posibilidad de transformarnos.

Cuando las ONG que llegaron al principio comienzan a irse; cuando la atención mediática disminuye; cuando la normalidad se abre paso a golpe de costumbre, es momento de preguntarnos ¿hacia dónde vamos? ¿Queremos volver a la tarde del 24 de octubre? ¿Acapulco estaba bien en los indicadores de ingreso, seguridad, inversión, servicios públicos y combate a la pobreza? ¿El turismo que nos visitaba es el turismo que necesitamos? ¿Los servicios que prestamos y los productos que ofrecemos son los adecuados? ¿Cuál es nuestra perspectiva, pensamos que el turismo volverá masivamente por un golpe de magia o de nostalgia únicamente porque “Acapulco es Acapulco”?

Acapulco debe de reinventarse. Tenemos que pensar en grandes proyectos de transformación. Tenemos que dejar de hacer lo mismo que hacemos cada año esperando resultados diferentes. Necesitamos convertirnos en un destino de moda no de nostalgia. Acapulco tiene lo más importante para un destino turístico: un sistema de bahías, lagunas, ríos y playas único en el mundo y un clima privilegiado a una distancia relativamente corta del mayor mercado del mundo. Lo tenemos casi todo y no tenemos casi nada. Nuestra infraestructura turística ha quedado absolutamente rebasada y obsoleta. Prácticamente no tenemos productos complementarios más allá del sol y el agua. Nuestros restaurantes y centros nocturnos, salvo honrosas y contadas excepciones, dejaron de estar entre los mejores del mundo. Nuestro transporte público es caro, deficiente, agresivo y peligroso. Nuestros servicios públicos son deficientes. Tenemos graves problemas de inseguridad, tanto pública como jurídica. La delincuencia organizada se ha hecho con el control de importantes sectores de la vida económica y productiva. No tenemos centros educativos importantes y la sociedad civil está desarticulada y la poca que existe organizada, sirve únicamente para aplaudir al gobierno en turno. En resumen, Acapulco estaba ya en ruinas, aun antes de que Otis nos dejara encuerados e hiciera evidente lo que subyacía oculto debajo de los luminosos trajes navideños y de fin de año.

Acapulco tiene una magnífica oportunidad de cambiar para poder subsistir. Podemos transformarnos para ser mejores; renovarnos para no morir; metamorfosearnos para competir en el mundo. Si únicamente hacemos como el Gatopardo y cambiamos todo para que todo siga igual, estaremos condenados a desaparecer del mapa turístico y económico. Si en cambio cambiamos de raíz, de fondo, de manera profunda, podemos ser mejores que antes y convertirnos nuevamente en el destino turístico más importante del Pacífico y volver a ser la ciudad en donde se inventó la industria turística mundial. No es una tarea sencilla ni es una tarea rápida, pero podemos lograrla si todas y todos pensamos en el Acapulco del futuro y dejamos de añorar el Acapulco del pasado.