18 junio,2019 5:31 am

Cambio de régimen

Arturo Martínez Núñez
Próximos a cumplir un año del histórico triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones del 1 de julio, diversos actores políticos dentro y fuera de la Cuarta Transformación siguen sin entender las claves de este cambio de régimen.
Lo primero que debemos de entender es que la 4T no es un cambio de gobierno, no es el cambio de un equipo por otro, de un estilo por otro o de un partido por otro. La 4T es un cambio de régimen, es una revolución sin armas, es una transformación del poder para devolvérselo a su legítimo dueño que es el pueblo soberano.
Esta es una de las razones por las que los críticos acérrimos, dirigentes políticos, comentócratas y periodistas a sueldo, no alcanzan a medir el fenómeno de la 4T. Comparan peras con manzanas. Comparan los sexenios de Peña, Calderón, Fox o Zedillo con el gobierno popular de López Obrador. Buscan referencias en escalas distintas. Quieren leer un USB en un lector de diskettes.
El presidente López Obrador se ha referido en diversas ocasiones a la administración pública federal como un elefante reumático, lento, pesado y difícil de echar a andar en la dirección deseada. Si el objetivo hubiese sido desde el principio, simplemente continuar con las inercias y convertirse en un administrador mas del sistema tradicional, probablemente hoy los críticos estarían hablando maravillas del presidente. Pero hacer los cambios verdaderos y profundos significa afectar intereses largamente enquistados en el andamiaje político mexicano. López Obrador no quiere ser el mejor gerente de la empresa, lo que quiere es transformar la empresa por completo.
Para entender al gobierno de la 4T hay que buscar las claves en el gobierno de Lázaro Cárdenas y no en los del priismo y panismo de cambio de siglo. El presidente Cárdenas dividió su sexenio en tercios. En el primero, consolidó su poder terminando con el Maximato y dejando claro quién mandaba. En el segundo, organizó a las fuerzas productivas alrededor de grandes centrales obreras, campesinas y populares. En el tercero, recuperó el patrimonio nacional con la expropiación petrolera y la reforma agraria.
El tema de la austeridad en el gobierno federal va en serio para sorpresa de propios y extraños que pensaban que sería una simple simulación. López Obrador es coherente entre lo que piensa, lo que dice y lo que hace y, sobre todo, con su manera de vivir. Se acabaron los excesos. Se acabó el dispendio. Se acabó el gobierno elefantiásico que costaba mucho y valía muy poco.
Desde la 4T se impulsará la democratización del poder público. El gran gobierno se va a descentralizar y a delegar en 8 mil Centros Integradores donde se atenderá a la gente de manera directa y cercana. La idea es que el gran elefante reumático implosione y se convierta en 8 mil colibríes dinámicos en donde se concentrarán los servicios públicos, bancarios, sociales, culturales y comerciales. Los Centros Integradores tienen su inspiración en un exitoso experimento que realizara Enrique González Pedrero en Tabasco en los años ochenta. No se trata solo de pulverizar el gobierno sino, sobre todo, de utilizar la gran riqueza que existe dentro de la pobreza. Se trata de que México logre salir de la pobreza utilizando la gran reserva económica, cultural y de valores que radican en nuestras comunidades mas pobres y menos atendidas.
Mientras arriba la oposición errática y extraviada piensa que va a debilitar a AMLO a tuitazos o a punta de periodicazos, abajo, el pueblo y el gobierno de la 4T se organizan discretamente para cambiar de raíz al poder público.
 
@ArturoMN