14 septiembre,2022 3:22 pm

Chile: consternados y rabiosos

Hugo González García

 

Un frío pero emotivo y significativo 4 de septiembre de 1970, la población chilena se encuentra reunida para recibir a su nuevo presidente, Salvador Allende G; ese mismo día, pero 52 años después, Chile se vuelve a unir a través de un plebiscito para aprobar o rechazar una nueva Constitución, propuesta por una Asamblea Constituyente elegida democráticamente.

Recuerdo ese año, 1970, cuando tenía 16 años, y hoy a mis 68 viajé de México a Chile para votar por primera vez, pleno de esperanza y júbilo de ver a mi país pronunciarse por una nueva Constitución acorde a los nuevos tiempos con un reconocimiento nacional e internacional.

Sin embargo los resultados impactan… fuimos derrotados con un aplastante resultado: 60 por ciento rechazó la nueva Constitución.

¿Qué pasó? Los conocedores y profesionales en la materia nos harán saber qué ocurrió, entonces, un simple espectador cómo muchos, nos quedamos mirando y recordando que la derecha jugó a la perfección sus cartas: incorporó a sectores populares tocados en su esencia más elemental en sus aspiraciones que no están en el cambio, ni en la solidaridad y menos tener en su imaginario colectivo a sus semejantes explotados y humillados al igual que ellos, que negaron la validez de una Constitución y de su proceso constructivo impecable, reconocido en el mundo como un documento oportuno y con visión de futuro.

Tristemente, en un contundente rechazo, los chilenos ricos y pobres se manifestaron por rechazar la propuesta constitucional en la que no se identifican y redactar otra en la que se sientan incluidos, alejados de la multinacionalidad que incorpora a los pueblos indígenas, al mapuche, al indio siempre marginado, despreciado y avasallado por siglos. El chileno medio, pobre, de la población del campo, alejado de los súper millonarios, de los paraísos fiscales, comulgó lamentable con ellos, porque aspira y busca otra cosa, producto de casi 50 años de neoliberalismo; necesita sentirse grande, microempresario, emprendedor, negando su pasado de pobre, su clase, pero escaló y subió de nivel. Tiene lo que la nueva jerarquía social le exige, auto nuevo, casa nueva, tarjetas de crédito, está lejos del derecho al aborto, de un Estado social y democrático de derechos, del respeto a la igualdad de géneros y a la naturaleza, el derecho al agua, la regionalización, etc.

Las cifras son abrumadoras para constatar que los sectores de más bajos ingresos votaron por el rechazo:

–El quintil de ingreso bajo rechazó en 75 por ciento.

–El quintil de ingreso medio bajo rechazó en un 71 por ciento.

–El quintil de ingreso medio rechazó en 65 por ciento.

–El quintil de ingreso medio alto rechazó en un 64 por ciento.

–El quintil de ingreso alto rechazó en un 61 por ciento.

No fue posible aceptar una Constitución de particular significación hacia los pueblos originarios, sean yaganes, aymara, diaguitas, rapa nui y mapuches, entre otros. Por cierto, y que impresión para la historia, en la Araucanía el 75 por ciento votó por el rechazo.

El caso de los palteros –aguacateros– de Petorca, en donde el rechazo paradójicamente ganó con un 56 por ciento y así, en todas las zonas rurales con una importante producción de este valioso y cuantioso producto de alto consumo nacional e internacional que se han visto afectados por el uso privado del agua, la ley chilena así lo permite y seguirán recibiendo agua en pipas.

En la mentalidad citadina, individualista, consumista y arribista donde sólo se aspira a cambiar de domicilio, para borrar su pasado de pobres y comprar autos de modelo reciente –que se importan, Chile no arma, mucho menos produce–, para lograr ese status, se endeudan para todo, el sistema financiero les oferta tarjetas de crédito, y así, luchan, compiten por una mejor posición en la jerarquía social que motiva al chileno.

El malestar social que desembocó en el estallido social del 2019 no logró levantar la bandera de una transformación social.

La izquierda perdió y el malestar ganó.

El presidente Gabriel Boric no tiene una propuesta clara, y ahora tendrá que hacerla con la derecha, en su cancha, en sus términos. Tienen el poder legislativo, lo dominan, saben jugar, cobrarán la factura de pretender eliminar el Senado. A Boric lo vemos sumando fuerzas y auxiliándose con el centro izquierda, principalmente con el PPD –Partido por la Democracia– relegado al principio de su gestión, participante y principal protagonista en los últimos 30 años; prueba de ello son los cambios realizados en el gabinete con que el comenzó a gobernar el presidente hace prácticamente seis meses, a partir del 11 de marzo de 2022. El Partido Socialista se fortalecerá y aportará, esperemos que a Boric y no a la derecha siguiendo los pasos vergonzosos del ex presidente Ricardo Lagos.

De la Democracia Cristiana qué se puede esperar, lo de siempre, acomodarse y traicionar.

Pero insistimos, Allende como presidente electo tuvo que firmar en 1970 un estatuto de garantías constitucionales para poder asumir el gobierno y a Boric le harán firmar algún documento para una nueva Constitución acotada.

El presidente Boric acaba de realizar su primer cambio de gabinete; incorpora a la vicepresidencia a Carolina Tohá –hija de un ilustre amigo del presidente Allende y en la misma posición de su padre– militante del PPD con una destacada carrera política, cuyo partido es incorporado a gobernar para fortalecer alianzas y sumar experiencias. Sacrifica a su amigo Giorgio Jackson, al que pasa de una posición clave a otra de menor relevancia. La derecha juega a lo que sabe hacer, presionar e imponer su voluntad; por eso condicionó su asistencia convocada por el presidente con un veto al nombramiento de un subsecretario militante del Partido Comunista por sus “dichos” en las redes sociales contra la actuación de la policía uniformada, los carabineros.

Podría decirse, a modo de conclusión, que la renovación constitucional en Chile enseña y demuestra que es factible propiciar un cambio de paradigma. Los chilenos lo hicieron y lo siguen profundizando, en un marco de pandemia y de protesta social. Debemos analizarlo y verlo así en América Latina, al modo de una respuesta de cómo sí es posible abordar el justo reclamo social en un marco democrático, que al mismo tiempo permita renovar al Estado.

Lo anterior fue, en esencia, lo que se expresó con malestar, rabia y valentía en el estallido social del 18 de octubre del 2019, que recorrió toda la geografía del país y la estructura generacional chilena.

El papel de ayer y hoy de los jóvenes, es y ha sido histórico en Chile. Igual que en el pasado, una vez más, se demostró que la calle es de ellos, por lo tanto, surgirán de allí, como un Ave Fénix que emerge de las cenizas de una Constitución impenetrable y elitista, pero enfrentarán en la calle para buscar un futuro promisorio. Porque Chile cambió.

Con consternación y rabia, lamentablemente, tenemos que decir que nos quedó grande el saco de una Constitución moderna que era reconocida en el mundo.

Ganó el miedo.