24 julio,2018 5:39 am

Condiciones y perspectivas del cambio (II)

Eduardo Pérez Haro

Para Marina Robles

Mientras México se acomoda en la transición, el mundo sigue dando vueltas. La nube de oxígeno que cubre el escenario de las determinaciones con dirección al cambio verdadero deja respirar con singular esperanza. Los adultos mayores, los jóvenes y los campesinos del sur que serán beneficiarios de apoyos económicos y con precios de garantía están pendientes del 1° de diciembre en que se tomarán las riendas del gobierno, los padres de los 43 no perderán de vista el momento de arranque, y los mexicanos todos estaremos expectantes del deseado descanso frente a la violencia y la inseguridad, sin quitar el dedo del renglón en la corrección de las condiciones de empleo e ingreso.
No obstante, por ahora estamos viviendo un momento de efervescencia, agitación de ánimos como burbujas que se alzan y revientan incesantemente sin orden alguno, opiniones y juicios que aún no se sosiegan, pero el mundo sigue su curso y la ley de la gravedad no se inhibe ante el júbilo y el enojo. El factor dominante es el optimismo que bien merece ser acompañado, lo que no implica festinar cuentas o adelantar ascuas. Con todo, lo que viene se antoja complicado. Para los votantes no hay distingo, entre la expectativa de ayuda material, mejoría en la práctica de gobierno, el funcionamiento tenaz, ordenado y transparente de las instituciones, la seguridad pública y el crecimiento económico esperado, todo será mejor y pronto. Así se siente, así se deja ver en las consultas poselectorales. Y sin embargo…
La población votante se reconoce en el cambio esperado mientras serena sus ímpetus y organiza sus expectativas, aún no se hace presente el momento en el que eventualmente habrá que salir en defensa del cambio más allá de la esperanza, pues ya hay indicios de que será necesario y entonces se verá de qué está hecho el movimiento Regeneración. Ya decíamos que Morena, como maquinaria electoral tendría que procesar su transformación en partido democrático y el gobierno del cambio manda señales sobre la forma en que habrán de deshacerse los nudos gordianos del mercado de trabajo, la desintegración productiva entre el campesinado y la ciudad, la diferenciación socioeconómica entre el norte y el sur del país, los monopolios de la industria, el comercio y los servicios financieros, no sin tomar en cuenta la debilidad tecnológica, productiva y financiera del país, el peso de la dependencia con Estados Unidos y el estado de conflicto en la guerra comercial que recién sorprende al mundo globalizado.
Podría mantenerse el respaldo popular a través de una extendida ayuda social y dejar a Morena como herramienta electoral o no modificar los criterios e instrumentos de la política económica en tanto arraiga la forma del gobierno alterno, se despeja la inseguridad y se apacigua el clima de violencia, pero el tiempo se erige como espantajo terrífico cuando, a la par, hay que salirle al paso a las determinaciones de la debilidad cifrada por las insuficiencias tecno-productivas, el peso de la intemperancia estadunidense que arremete con una negociación adversa de toda condición en el TLC, amén de los disparos de la guerra comercial y las aciagas implicaciones sobre la macroeconomía global que incluye a México sin escapatoria.
El Fondo Monetario Internacional (FMI), advierte de pronósticos a la baja en el crecimiento económico de Japón e India, Reino Unido y la Eurozona, Brasil y Argentina, y pérdida de dinamismo en el crecimiento industrial de Estados Unidos con presiones inflacionarias y por tanto dos alzas adicionales en las tasas de interés para este año y tres más para el 2019 por parte de la Reserva Federal (FED), lo que significa apreciaciones continuas en el dólar respecto a otras divisas y por ende, incremento en las tasas de interés de las economías nacionales y devaluación recurrente de las monedas de estas mismas economías como ha venido sucediendo en México. “La balanza de riesgos se inclina a la baja”, “las medidas (comerciales) actuales pueden tener un impacto de 0.5 puntos (de caída) del PIB global en 2020, señaló Lagarde”, directora gerente del FMI, durante la reciente reunión del G20 en Argentina.
Vinculado a ello, los precios del petróleo y el gas se han venido incrementando en el mercado internacional, haciendo presión sobre los precios de los bienes de consumo final, provocando un repunte en la inflación (que se había aflojado ligeramente después de haber cerrado el 2017 con la inflación más alta de más de tres lustros), lo cual no está demás decir que se resiente con particular severidad en los hogares mexicanos. “Sin embargo –reporta el reciente informe del FMI–, los mercados de futuros indican que los precios probablemente bajen en los próximos 4-5 años (en parte debido al aumento de la producción de petróleo de esquisto en Estados Unidos); a fines de junio, los precios de los futuros a mediano plazo rondaban 59 dólares el barril (es decir, 20% menos que los niveles actuales)”. Con lo cual habría base firme para concretar el compromiso de bajar los precios de la gasolina y el gas, sin perder de vista la consecuente disminución de los ingresos por la exportación de petróleo y el peso de los costos de inversión en las nuevas refinerías y la rehabilitación de las que así, están ya comprometidas por el gobierno del cambio.
“La balanza de riesgos se inclina más a la baja, incluso a corto plazo” –enfatiza el FMI– “… las represalias de los socios comerciales han incrementado la probabilidad de medidas comerciales crecientes y sostenidas –lo que traería– recrudecimiento de la incertidumbre y daño a la inversión, la estabilidad de los mercados financieros –léase bolsas de valores– podría cambiar rápidamente.” “La constricción de las condiciones financieras también podría trastocar las carteras, sacudir con fuerza los tipos de cambio y reducir más las entradas de capital en los mercados emergentes, sobre todo los que tienen fundamentos más débiles o están expuestos a más riesgos políticos.”
Como eco inmediato sobre estas advertencias macroeconómicas del FMI, Donald Trump amenaza con ponerle impuestos a todos los productos chinos que ingresen a Estados Unidos y a los automóviles europeos, con lo cual se alejarán los compradores norteamericanos. Se complicarían las ventas externas de estos países provocándose una artificiosa sobreoferta con caídas secuenciales sobre sus ingresos como punto de entrada a una condición recesiva. Mas no parece que Trump se atemorice. Considera que el proteccionismo indiscriminado lo reconstituye y nadie debe desestimar que cuenta con un importante apoyo social a pesar de la prensa y los políticos demócratas, incluso republicanos, que no lo respaldan y lo combaten. Nada indica que vaya a tener éxito en el mediano plazo, pero, entre tanto, se atrinchera en la perspectiva de las elecciones de noviembre próximo donde se renovará el Congreso de Estados Unidos. Y desde ahí se enfila a la negociación del TLC contra México.
Las medidas que toma Donald Trump se encaminan a resarcir el desfasamiento y el rezago que la economía de Estados Unidos tiene respecto al dinamismo chino y oriental en general, y se apoya en lo que puede significarle la economía de sus principales socios comerciales entre los que están Japón, el Reino Unido, la Eurozona, Canadá y México, sin tener reparo o consideración sobre los daños que puede significarles. Es un asunto muy grave pues con la ayuda de Estados Unidos el mundo ya encaraba las extensiones de la crisis de 2007-2008, pero con Estados Unidos en contra se torna doblemente complicado. Qué significan en este contexto el TLC y el TPP para México y qué le significa la contracción del mercado mundial al proyecto del desarrollo nacional de cambio. De ello habrá que reflexionar en nuestras próximas entregas.
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