22 octubre,2017 6:36 am

Cuauhtémoc, Porfirio e Ifigenia: la democracia sufrió un “terrible retroceso”

Protagonistas de una historia de tres décadas, Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez hablan a Proceso de cómo hace 30 años –y a partir de una corriente interna del PRI– se formó el Frente Democrático Nacional, que intentaba democratizar al país y frenar la imposición del neoliberalismo. Su candidato presidencial fue víctima del fraude de 1988, a partir del cual nació el PRD. Para los entrevistados, la situación actual no es mejor que la de hace 30 años pues, comenta el ingeniero Cárdenas, la democracia electoral sufrió un terrible retroceso. El dedazo y la simulación dentro del PRI en el contexto electoral actual así lo confirman.

 

Ciudad de México, 22 de octubre 2017. Hace 30 años el sistema político registró un hecho que transformó la vida del país: el 14 de octubre de 1987 el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) designó como su candidato a la Presidencia de la República a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano; días después, a esa candidatura se sumarían otras fuerzas para integrar el Frente Democrático Nacional (FDN).

Antes de aquella fecha, el 4 de octubre, se dio el “destape”, la añeja fórmula ritual que constituía uno de los momentos de mayor relevancia en el régimen hegemónico: el momento en el que se hacía público “el dedazo”, es decir, la designación que el presidente de México en funciones realizaba de quien sería su sucesor. El destape favoreció a Carlos Salinas de Gortari.

Hasta aquel octubre, Cuauhtémoc Cárdenas, ex gobernador de Michoacán, formaba parte de la Corriente Democrática (CD), un grupo dentro del PRI en el que figuraban Porfirio Muñoz Ledo –ex secretario de Estado y ex dirigente nacional del Partido Revolucionario Institucional–, la economista Ifigenia Martínez –quien había sido diputada federal– y también el autor de la idea de la formación del grupo, Rodolfo González Guevara, entonces embajador en España.

Formada en 1986, la CD tenía dos vertientes programáticas: oponerse a la tendencia neoliberal que ya se imprimía en la conducción económica del gobierno de Miguel de la Madrid, y propiciar una transición democrática desde dentro del PRI.

Cárdenas ganó la elección presidencial de 1988, pero el fraude electoral se impuso, como lo reconoció –dice el ingeniero– el propio De la Madrid en sus memorias. De la derrota del FDN surgió, un año después, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y a la postre se generarían las reformas que posibilitaron la ciudadanización del órgano electoral y, finalmente, la alternancia en el Ejecutivo.

Tres décadas después Cárdenas considera que los problemas políticos, sociales y económicos se agudizaron; la democracia electoral sufrió un terrible retroceso en las elecciones de 2006 y 2012; toma distancia lo mismo del Frente Ciudadano por México –al que ve sin propuestas claras– que de Morena y de Andrés Manuel López Obrador, otro ex miembro de la CD.

Ifigenia Martínez, por su parte, afirma que el tabasqueño es el único representante de la continuidad de aquella corriente de pensamiento. Pero ellos dos y Muñoz Ledo sostienen que la necesidad de un cambio en el modelo de desarrollo es el mismo, pues en estos 30 años se han profundizado las desigualdades.

Las similitudes entre la fecha de formación del FDN y el presente son notables: un terremoto que articuló la participación social, si bien en el actual contexto su futuro es impredecible; una relación de dependencia y sumisión con Estados Unidos; un sistema electoral desacreditado, e incluso retrocesos en la libertad de expresión, que Cárdenas ejemplifica con la reciente renuncia de Leonardo Curzio como consecuencia de la censura.

En entrevistas por separado, Cárdenas, Martínez y Muñoz Ledo manifiestan coincidencias en la historia de su aspiración democrática y, en los hechos, en el distanciamiento del PRD, partido que fundaron en 1989 y en el que sólo la economista, no obstante sus abiertos pronunciamientos a favor de López Obrador, sigue militando.

El énfasis de Ifigenia Martínez es persistente respecto de un tema sobre el que vuelve a lo largo de la entrevista: entonces como ahora, la definición de la política económica sucumbía ante los dictados de Estados Unidos. Su preocupación ayer y hoy: la defensa de los intereses del país, que, dice, si bien debe participar de una convivencia internacional armónica, debe entrañar un mayor compromiso para los connacionales.

Se le pregunta a Cárdenas: “¿Mejoró el sistema electoral en 30 años?”.

“En algún momento iba mejorando –responde–, porque nunca hemos tenido un sistema perfecto y siempre es necesario realizar reformas. Pero me parece que hemos retrocedido, porque es claro que desde la elección de 2006, la de 2012 y las más recientes no presidenciales, hemos visto dinero indebido e intromisión de funcionarios públicos.

Incluso en el dictamen de la elección de 2006 se establece la indebida intromisión del presidente Vicente Fox como una conducta que puso en riesgo el proceso electoral; un motivo que, a mi parecer, era suficiente para anular la elección.”

Con la elección presidencial de 2018 en puerta, Cárdenas anhela que no haya problemas poselectorales, que se eviten el uso de dinero sucio y la intromisión gubernamental. Es su deseo, aunque, advierte, es imposible saber qué va a resultar.

La ruptura

Como nunca, la hegemonía política –construida desde la creación del Partido Nacional Revolucionario en 1929, la consolidación paradójicamente cardenista en el Partido de la Revolución Mexicana en 1938 y la alineación final de los caudillos, sus grupos e intereses en el PRI de 1946– enfrentaba una elección, la presidencial de 1988, con una grave crisis interna.

Todo se inició a finales de 1985, al concluir Muñoz Ledo su encargo como embajador de México en la ONU, cuando planteó en una entrevista la necesidad de cambiar el sistema político de México, pues desde años atrás el cuerpo diplomático había sido muy activo en defensa de derechos humanos, combatido tiranías como las de Pinochet y otros dictadores y, pronto, empezaron a surgir cuestionamientos internacionales sobre la democracia mexicana. El cambio, a su juicio, era ineludible.

En octubre, recuerda Muñoz Ledo, viajó a España y se encontró ahí con el entonces embajador Rodolfo González Guevara, quien le propuso crear una corriente democratizadora, como había ocurrido con el Partido Socialista Obrero Español que, reconocida formalmente, conseguía cargos públicos y participaba activamente en la vida partidista y pública peninsular.

Cárdenas, por su parte, siendo gobernador de Michoacán, había padecido agravios del gobierno de De la Madrid.

Además, preocupado por las tendencias económicas y el abandono de la política social, había publicado un documento sobre la recuperación de los valores de la Revolución Mexicana. Por entonces viajó también a España y se encontró con González Guevara.

En marzo de 1986 Muñoz Ledo viajó otra vez a España y González Guevara le dijo que Cárdenas coincidía en la idea de crear una corriente: “Era un no al dedazo, pero también un ala nacionalista y democratizadora”.­

Semanas después, durante un consejo político del PRI y sin haber tenido contacto ni haberse puesto de acuerdo, afirma Muñoz Ledo, ambos hicieron declaraciones similares –que causaron revuelo– sobre la necesidad impostergable de una democracia. Entonces se reunieron en el ya desaparecido restaurante La Cava y proyectaron reunir a otros políticos progresistas. El primero y los siguientes encuentros ocurrieron en la casa de Ifigenia Martínez.

“Muchos fueron a las reuniones, pero cuando empezó el gobierno a apretar, quedaron sólo los cardenistas de Michoacán. Empezamos a hacer un programa, un documento de trabajo, pero entonces empezaron a criticarnos acerbamente”, cuenta Muñoz Ledo.

El primer opositor a la CD fue el dirigente priista Adolfo Lugo Verduzco, quien entre otras cosas pedía que no se llamara “corriente”. Muñoz Ledo argumentaba que no había prohibición en los estatutos: “Podíamos llamarnos Los Alacranes, como ahora hay Galileos y todas esas cosas”.

Lugo prohibía que se insistiera en abrir la sucesión presidencial, porque era intentar quitarle la prerrogativa al presidente. Muñoz Ledo respondía con estatutos. Las reuniones con Lugo, después con su sucesor Jorge de la Vega e inclusive con De la Madrid, resultaron en garantías de participación que a la postre no fueron respetadas.

–¿En qué momento concluyen que no es posible democratizar al PRI? –se le pregunta a Cárdenas.

–Creo que casi desde el principio. Estábamos proponiendo algo muy complicado en esa época, en dos cuestiones: dar mayor atención a los problemas sociales que ya veíamos que se estaban complicando más de la cuenta, y que el partido democratizara sus procedimientos para seleccionar candidatos. Y ya teníamos a la vista el proceso electoral presidencial. Entonces, que se democratizara también la forma para seleccionar al candidato.

“Conforme se fue avanzando en este proyecto, al principio dijeron –nos lo dijeron De la Madrid y De la Vega– que nos darían facilidades, como tener locales y acceso a las instancias formales del partido, pero nunca se dieron. Y bueno, sabíamos que estábamos enfrentados no sólo con prácticas ya muy arraigadas, sino que nos empezábamos a enfrentar con el sistema mismo y con el presidente de la República. La decisión fue seguir hasta donde fuera necesario, aunque en un principio no nos planteamos que hubiera candidato a la Presidencia por la CD.”

El 4 de octubre llegó el destape de Salinas. En los meses previos, una simulación, conocida como “la pasarela”, ventiló a varios presidenciables: el regente capitalino, Ramón Aguirre; el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett; el de Energía y Minas, Alfredo del Mazo; el procurador general de la República, Sergio García Ramírez; el secretario de Educación, Miguel González Avelar, y el de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas.

“Los finalistas y sus papás”, tituló este semanario (Proceso 568), en una portada que exhibía a los juniors (Bartlett, Del Mazo y Salinas) y describía “la pasarela” como una farsa que para entonces sumaba varios simpatizantes de la CD muertos, en un registro sangriento que se ampliaría a cientos en los años siguientes, hasta bien entrados los noventa.

Texto: Arturo Rodríguez, Apro /Foto: Cuartoscuro.