30 diciembre,2021 4:58 am

Cuba: el futuro a debate

Humberto Musacchio

 

Un libro extraordinario, de esos que iluminan toda una época, es Cuba. El futuro a debate, del periodista mexicano Gerardo Arreola, quien cumplió varias misiones en la Gran Antilla y luego fue jefe de la oficina de Notimex en La Habana (1994-98) para después desempeñarse como corresponsal del diario mexicano La Jornada de 2001 a 2013.

Con tan rica experiencia, sobra decir que la suya es una voz autorizada, pues conoce muy bien las entretelas de la política cubana y con pluma ágil describe la última etapa de Fidel Castro en el poder y fuera de él, desde la caída del socialismo en la URSS y en Europa oriental, el paso de la estafeta a Raúl Castro y las grandes reformas que éste echó a andar con suerte diversa, hasta el nombramiento de Miguel Díaz-Canell como presidente de Cuba y líder del Partido Comunista de ese país, un hombre cuya edad rebasa las seis décadas, pero aún así resulta el abanderado de la generación de relevo frente a los veteranos de Sierra Maestra, que andan todos (los que quedan) alrededor de los noventa años.

La confrontación entre cambio e inmovilismo se inició desde la desaparición del llamado bloque socialista, con el que Cuba tenía el mayor intercambio económico y, en teoría al menos, sus más poderosos aliados. A partir de entonces comenzó lo que llamaron “el periodo especial”, que al parecer no ha concluido. En ese trance se han aplicado medidas que por momentos le dan oxígeno a la vida cotidiana para caer de nuevo en la incertidumbre, la cerrazón, el autoritarismo. Como es obvio, es en la esfera del poder donde se ofrece la mayor resistencia a los cambios. Por supuesto se han dado pasos importantes en la política, pero han resultado insuficientes ante los enormes rezagos que subsisten en esa y otras áreas.

Donde se evidencian con mayor elocuencia las trabas es en el plano económico, pues a las modestas aperturas a la iniciativa privada suceden los retrocesos, mientras crece la escasez, la falta de oportunidades para el desarrollo individual y el progreso general, con el consecuente deterioro de la educación y el sistema de salud que fueron ejemplo para el mundo. La migración hacia el extranjero, sobre todo a Estados Unidos, no se detiene. Esos migrantes, decía Gabriel García Márquez, no huyen del socialismo, sino de la pobreza, con todo lo que significa.

Pero las cosas parecen estar llegando al límite y los cubanos, que durante 63 años han resistido heroicamente agresiones del exterior y escasez permanente de todo, menos de discursos, no se muestran dispuestos a permitir que se prolongue esa situación.

Aunque en Cuba no es sencillo tener un teléfono celular ni acceso a internet, lo cierto es que la gran revolución tecnológica ya llegó a la isla. Ese y otros factores marcan un cambio profundo en la vida de los cubanos, pues ahora, pese a la implacable censura, están en condición de informar e informarse al margen de los soporíferos medios de comunicación de ese país. Como consecuencia, las protestas de diversos sectores sociales se fueron haciendo más frecuentes hasta que, el 11 de julio de este año, en las 14 provincias de la isla la gente salió a protestar por la escasez de alimentos, la carestía, los apagones, la falta de medicamentos, las desigualdades y la falta de libertades elementales, “combinación que se volvió explosiva”, dice Gerardo Arreola.

La primera respuesta de Díaz-Canell fue la de siempre: la represión mediante golpeadores vestidos de civil, pero esta vez hubo alguna resistencia civil a pedradas y puñetazos. Por supuesto, se acusó a los ciudadanos inconformes de estar manejados por el imperialismo, pero esa cantaleta es muy vieja y ya no basta para apaciguar los ánimos.

El gobierno de Cuba atraviesa por una crisis de credibilidad e insatisfacción social y no acaban de definirse los cambios necesarios para salir del socialismo de la pobreza. Sin minimizar la implacable hostilidad de la potencia del norte, resulta claro que no todo es culpa de factores externos, pues la ineptitud burocrática, el conservadurismo y los dogmas que nada tienen de marxistas cargan con la mayor responsabilidad.

Cuba está en un momento de definiciones. Gerardo Arreola lo pone en claro con su apasionante libro.