28 septiembre,2023 4:56 am

Cuba y Acapulco

 

Anituy Rebolledo Ayerdi

 

México y La Habana, dos ciudades que son como hermanas:
Benny Moré

La cubanidad

Las oleadas de artistas cubanos hacia México se sucederán una tras otra a partir de finales del siglo XIX; muy intensas en la mitad del XX. Figurarán entre ellos músicos, compositores, cantantes, cómicos, actores y actrices de cine, además de hermosas bailarinas. El primer gran salto lo habrán dado tres géneros musicales, el son, el bolero y el danzón, seguidos del mambo, el chachachá, el filin y el canto nuevo. Adoptados todos ellos como propios y entrañables.
Algunos de aquellos creadores fueron, igualmente, adoptados por México y no faltaron quienes hicieron de este país una segunda patria. Entre muchos, Absalón Pérez, director de orquesta de la XEW y Consejo Valiente, un timbalero cuyo nombre artístico –Acerina–, identificará a su danzonera. Y en esa misma línea, Arturo Núñez, también músico y compositor (Nuestra cita).

Cubano-acapulqueños

Pascual Capote, Chimmy Monterrey, (¡muchaaaaaacho!), quien lo mismo le tocaba los cueros a María Antonieta Pons que a Ninón Sevilla, fue el primero en registrarse como cubano-acapulqueño. Crea el Jazz Bar como exitoso escenario para sus paisanos, al tiempo que forja con doña Graciela Orozco una familia acapulqueña ejemplar. Recomendamos una película en la que Chymmy baila con Maritoña una rumba de antología. (Estoy seguro de que si mañana nos encontramos me seguirá llamando ¡muchaaaacho!
También asimilado al puerto, Enrique Tappan, Tabaquito, bongocero y bailarín de Tongolele; un yucateco que se decía cubano, hablaba como cubano y bailaba como cubano. ¿Y cuál es la diferencia?, preguntaba irritado. También acapulqueño, el saxofonista Ezequiel Barreto.
Juan Bruno Tarraza, tecladista de Toña La Negra, se enamora de Acapulco y decide anclarse aquí para cubrir las noches del trópico con las notas tan cálidas como las de su piano. Su entrega bolerística será notable: Alma libre, Oye, corazón, Como el besar y Soy feliz. Interpretando este último María Victoria tocará los dinteles de la gloria. (¡y es que estoy taaannnn… enamoraaaada!…).
La Cabaña de Caleta adopta a Celio González como consejero culinario, particularmente de los camarones al ajillo. Había llegado al país como cantante de la Sonora Matancera y aquí se convertirá en solista único (Total, Amor sin esperanzas y Vendaval sin rumbo). Otros talentos de la migración cubana: Mario Álvarez Jiménez (Rumbo perdido, Sabor de engaño y Vuélveme a querer). Oswaldo Ferrés, un músico isleño que abrevó en las fuentes larianas (Acércate más, Toda una vida, No, no y no, Tres palabras y Quizás, quizás).

El Benny

Un autor e intérprete fuera de serie, Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, simplemente Beny Moré, triunfa en México antes de ser conocido en Cuba. En opinión del sonero cubano Miguelito Cuní: “Benny se terminó de hacer como gran intérprete en este país y fue aquí también donde cultivó los tonos graves que antes no poseía. Cuando lo escuché en la isla le dije: “¡muchaaacho: ora sí estás completo!”
Será el Benny”, por cierto, quien le abra las puertas de México al carefoca Dámaso Pérez Prado, El Rey del Mambo, de cuya orquesta había sido cantante (Bonito y sabroso, Esta noche, corazón; Pachito eché y Cómo fue). Temas estos con los que alcanzará en Cuba el sitial como el mayor sonero de todos los tiempos. Moré coincide aquí con Isolina Carrillo, pianista del Cuarteto Siboney (Olga Guillot, Alfredo León, Conchita García y Macelo G.) y hará de su bolero Dos gardenias una creación sublime.
Apalancado por el propio Benny, Roberto Bobby Collazo sólo necesitó un bolero (La última noche) para escalar la cumbre del éxito. Caso similar fue el de Sergio de Karlo con Flores negras. Auténticos monstruos sagrados de la radio cubana fueron Rita Montaner (Angelitos negros), junto con los cómicos de La Tremenda Corte: Tres Patines, Luz María Nananina y Reducindo Caldera y Escobina.
Cuando hayan pasado seis años de su llegada a México y tenga ya un pie en el estribo para regresar a su isla, “un largo lagarto verde”, según Nicolás Guillén, Bartolomé Maximiliano participa con toda la “cubanada” en la recepción al presidente isleño, Pío Socarrás, de visita en México. (“México y Cuba son de un mismo pájaro las alas”, recordará al poeta). Viaje malhadado pues a su regreso será derrocado por Fulgencio Batista (quien había estado en Acapulco en tiempos del presidente Lázaro Cárdenas). Socarrás regresa a México sólo para esperar que Miami le conceda el asilo, ínterin en el que contrata como public relations al periodista Agustín Barrios Gómez, autor de la columna Ensalada Popoff de Novedades de México y propietario de los cabarets Afro de la capital y Rumba Casino de Acapulco.
Otro alcahuete del desterrado será el gringo mafioso Alfred Blumy Blumenthal, gerente de los hoteles Reforma de la Ciudad de México y Casablanca acapulqueño, quien le conseguía “viejorrones como de calendario”, según calificación de empleados del cabaret Ciro’s, donde las presumía. El día en que el expresidente le lance los canes a la estrella del lugar, Leonora Amar, actriz y cantante brasileña, una auténtica estatua de carne de 1.78, el galán cubano echará reversa. Ello cuando el propio Blumy le advierta: “¡Cuidado, Pío, porque ahí no tendrás tiempo ni de decir pío: se trata de una de las novias del presidente de México, don Miguel Alemán Valdez! ¡Cóooooño!

Voces y sonidos

Voces y los sonidos de Cuba cubrieron por muchos años los programas de mayor audiencia de la XEW. Allí triunfaron El Benny, por supuesto, Celia Cruz (Tu voz), Olga Guillot (La gloria eres tu y Miénteme); Bola de Nieve (Si me pudieras querer); Ernesto Lecuona (Canto Siboney, María la O); Miguelito Valdez, Mister Babalú, cantante de la orquesta estadunidense de Xavier Cugat (México, yo te canto y Taboga); Bienvenido Granda, El bigote de canta (A la orilla del mar) y Julio Gutiérrez (Inolvidable).
Por ese tiempo estremece aquí el drama del compositor Pedro Junco, de Pinar del Río, Cuba, quien fallece víctima de una tuberculosis fulminante. Será entonces cuando su novia comprenda el por qué de su cruel rechazo: Nosotros, que nos queremos tanto debemos separarnos, no me preguntes más. (Nosotros, su canción póstuma).
Aída Diestro conjunta en el Cuarteto D’ Aída a las más grandes voces cubanas de todos los tiempos: Elena Burke, Moraima Secada y las hermanas Haydé y Omara Portuondo –un asombroso prodigio de vitalidad esta última– (Yényere cumae y El bombón de Elena). El Cuarteto de Facundo Rivero, del que alguna vez formó parte Elena Burque, lo integraban Welia Núñez, Elba Montalvo, Jesús Leyte y Abelardo Rivero Ébano. Facundo presumía los muchos nombres de su pelo apretado, llamado en Cuba pasa y frijolito; chino y musuco, en México: frisé en Francia; mota en Brasil y apretao en Perú.
Ya sin Facundo, el cuarteto volverá a Acapulco para cubrir las temporadas invernales en el Bum Bum de Beto Barney, en Caleta. Cecilia González y Elba Montalvo eran sus nuevas voces femeninas, con Leyte y Ebano ( Serenata mulata, Oyeme mamá, Cachumbembé). Los Hermanos Rigual, también apoderados del Bum Bum, cataban Cuando calienta el sol aquí en Caleta , mientras que el compositor y guitarrista Gilberto Urquiza estrenaba ¿Hola, que tal?
En materia de orquestas suenan fuerte las de Mariano Mercerón (La Margarita); Chico O Farill (Suite azteca); América, de Ninón Mondéjar (Los marcianos) y de Enrique Jorrín, creador del chachachá (La blusa azul, La engañadora). Frank Domínguez, pianista, triunfa con Tú me acostumbraste e Imágenes.
Salón México

Emilio El Indio Fernández llama al son Clave de oro, de Orlando Guerra, para meter ritmo a su celebérrima película Salón México. Otros vocalista del grupo serán Moscovita y Chepilla (Un Meneíto nomá, Camina como Chencha). El primer cantante de la orquesta de Pérez Prado fue Cecilio Kiko Mendive (México lindo y El caballo y la montura). Por su parte, Barbarito Díez canta temas a ritmo de danzón o “danzonetes” (Lágrimas negras). Óscar López (Boquita azucará y Corazón no llores) y Rosita Fornés, deslumbrante vedette que estuvo casada con el cómico mexicano Manuel Medel, se despide de Cuba para radicar en Nueva York.
Más cubanos privilegiados: Mario Fernández Porta, pianista y compositor (Qué me importa y No vuelvo contigo). César Portillo de la Luz, uno de los iniciadores del filin (Contigo a la distancia y Delirio). Bienvenido Granda (Soñar, a la orilla del mar). Yeyo y Cané (Bembelem) y Francisco Fellove (Mango mangüé). El “cubanísimo” Cuarteto Rufino –Mamá Rufino era la única isleña– (Clavelito); Famie Kaufman, Vitola, (Chibiribirí); Miguel Licea, Puntillita; El quinteto cubano de las Hermanas Benítez, con un año en la marquesina del hotel Club de Pesca (Corazón de melón), Luis Marqueti (Amor, que malo eres) y Dalia Iñiguez, declamadora y actriz de cine y televisión (La oveja negra, Yo no creo en los hombres y La rosa blanca. Eternos: Trío Matamoros (Lágrimas negras) y Moisés Simons (Bilongo).

Las rumberas

De las rumberas venidas de Cuba, María Antonieta Pons será la primera en presentar en 1954 un fastuoso espectáculo en el cabaret Cantamar, del hotel Prado Américas, de la península de Las Playas. La acompañaron las orquestas de Gonzalo Curiel y Luis Alcaraz y primer bailarín Raúl Martínez, el más tarde villano y director de cine. Las otras tres rumberas cubanas, Ninón Sevilla, Rosa Carmina y Amalia Aguilar (Meche Barba era mexicana) fueron también figuras familiares en Acapulco.

José Antonio Méndez

José Antonio Méndez, uno de los más grandes creadores musicales de todos los tiempos, entrega a Toña La Negra su canción La gloria eres tu para ser grabada por primera vez. Apenas sale el acetato, grupos moralinos de la Ciudad de México, apoyados por la Iglesia católica, combaten el disco calificándolo como blasfemo. Exigen su retiro inmediato y lo cumple la censura oficial en 1947.
Durante una larga estancia en Acapulco, José Antonio acostumbrará todas las noches “echarse la paloma” en la taberna El pez que fuma, de Manolo Pano, en los callejones de La Paz e Ignacio Ramírez. A su llegada compositor pedía sin falta:
–Ron con goma, mi helmano. Y es que hoy, como todas las noches, no sé dónde estoy, si en La Habana o en Acapulco. ¿Y sabes qué, mi helmano?, ¡no quielo sábelo!
Ya en plena paloma, la petición unánime para el cubano era su canción La gloria eres tu, sobre la que había construido un interesante relato:
–La censura y la Iglesia calificaron mi canción de blasfema y maldita al grado de prohibir su reproducción por cualquier medio, en tanto que yo estuve amenazado permanentemente de ser echado del este país por hereje. Fue entonces, ante la disyuntiva de borrarla toda para siempre, que decidí modificar una sola palabra de toda su letra. La versión original:
Dicen que la gloria está en el cielo, que es de los mortales el consuelo es morir, DESDIGO a Dios porque al tenerte yo en vida no necesito ir al cielo tisú, si alma mía, la gloria eres tú.
Fue entonces cuando decidí desdecirme yo y salvar la canción:
Dicen que la gloria está en el cielo, que es de los mortales el consuelo al morir, BENDIGO a Dios porque al tenerte yo en vida no necesito ir al cielo tisú, si alma mía la gloria eres tu

El hijo acapulqueño de José Antonio Méndez

Durante su estancia en Acapulco, José Antonio Méndez (Me faltabas tú, Mi mejor canción, Si me comprendieras, Novia mía y Decídete mi amor) habitó la bodega del centro nocturno Bambú, de su paisano Manolo Viñas, junto al Palacio Federal. Fue en tal sitio donde el compositor conoció a Alicia Rodríguez Tenorio, una hermosa hembra de Ometepec. El flechazo no se hizo esperar y justo a los nueve meses ella dará a luz a un bebé, morenito, por supuesto. Para esto, José Antonio ya había abandonado el puerto, desconociéndose si tenía noticias sobre el particular. El autor de la revelación, licenciado Pedro Larumbe Morales, ayudará más tarde al joven José Antonio Méndez Rodríguez, que tal era el nombre del muchacho, para ingresar a una escuela de educación física de la entidad. Al perder contacto con él, Pedro viaja a Cuba para llevarla historia a familiares y amigos del poeta.

Pedro Larumbe Morales

A unas cuántas horas de habernos despedido de la mesa de café de los jueves, en Sanborns, Pedro sucumbió seguramente ante un infarto. Nunca le agradecí suficientemente la generosa presentación que hizo de mi trabajo periodístico en la Feria Internacional del Libro de Acapulco, en mayo de este año. Antes de despedirnos, aquel día me ofreció su colección de sus magníficos epigramas para armar una futura Contraportada. Ojalá pudiera ser ello posible por parte de los suyos. Digo.